Simbolismo de los animales:
El águila
La renovación del águila
El águila real americana es el ave que posee la mayor longevidad de su especie, llega a vivir hasta 70 años. Pero para llegar a esa edad, en el ecuador de su vida tiene que tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas curvas y flexibles no consiguen agarrar a las presas de las que se alimenta, su pico alargado y puntiagudo comienza a curvarse apuntando contra el pecho peligrosamente, y sus alas, envejecidas y pesadas por las gruesas plumas hacen que volar sea una tarea muy complicada.
Es entonces, cuando el águila tiene que tomar una decisión y sólo tiene dos alternativas: dejarse morir, o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará unos ciento cincuenta días.
Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y refugiarse en un nido próximo a una pared, donde no necesite volar. Entonces, el águila ya refugiada comenzará a golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancarlo. Una vez amputado, tendrá que esperar a que nazca un nuevo pico con el cual, después, tendrá que arrancar sus viejas uñas.
Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, será el momento para desprenderse de sus viejas plumas arrancándoselas con su nuevo pico. Después de cinco meses muy duros, el águila real saldrá victorioso ejecutando su famoso vuelo de renovación y entonces dispondrá de 30 años más de vida.
I- Introducción.
Tanto el águila como el león, han sido venerados a lo largo de la historia en las diferentes culturas y religiones. Son dos de los cuatro animales de la alquimia, también aparecen en las esfinges, en el simbolismo de los cuatro elementos; los vemos acompañando a los cuatro evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan y se mencionan en el libro de las revelaciones o Apocalipsis de San Juan entre otros.
El V.M. Samael Aun Weor nos dice sobre el simbolismo del águila:
Todos los pueblos del mundo estudian a fondo el principio del Cristo que, entre los mexicanos, es Quetzalcoatl, y está simbolizado por el águila. El Cristo es el amor fraternal que debemos sentir por la humanidad y, como consecuencia, el trabajo desinteresado que debemos ofrendar por los demás: el servir al prójimo desinteresadamente, el apostolado.
El cóndor o el águila altanera es el símbolo, justamente del segundo logos, del Cristus, o Visnú de los Indostanes volando sobre las aguas de la vida; el cisne Kala-Hamsa representa siempre al tercer logos.
El adepto victorioso se convierte en un hijo de la serpiente que debe ser tragado por el águila del Espíritu. Samael Aun Weor. “La doctrina secreta de Anáhuac».
El águila de Anáhuac es el mismo Shiva, el primogénito de la creación. El Archi Hierofante mago en el evangelio, Juan, es representado por el águila (elemento aire).
En el libro «Cuerpos solares», el maestro nos habla del simbolismo de Juan en los evangelios:
Juan I.E.O.V.A., el verbo mismo, recuesta su cabeza en el corazón del Gran Kabir Jesús como diciendo: El amor se alimenta con amor.
Dicen las sagradas escrituras que Pedro dijo a Jesús: «¿Señor y qué de éste?», refiriéndose a Juan. El Gran Kabir le respondió: «Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?, sígueme tú».
Juan el Verbo, vela acurrucado en el fondo del arca aguardando el instante de ser realizado. Nadie puede trabajar en el camino de Juan sin haber antes andado por el camino de Pedro.
La clave fundamental del camino de Pedro es el Maithuna; en el camino de Juan el acto sexual está absolutamente prohibido. Entre el camino de Pedro y el camino de Juan existe un abismo. Es indispensable establecer un puente sobre el principio para unir los dos caminos. (…)
En otra referencia sobre el simbolismo del águila el maestro nos dice en el mismo libro:
El águila del espíritu con sus vivientes plumas de oro puro, volando altanera por el firmamento estrellado, tiene la costumbre de cazar exclusivamente en los terrenos purgatoriales. Esa águila misteriosa se precipita terrible como el rayo para arrebatar el alma hacia las esferas del fuego universal. Ganímedes transformado en águila fue transportado al Olimpo para servir de copero a los dioses.
Resulta imposible entrar en el sendero celestial sin una previa preparación en los terrenos de la región purgatorial.
Simbología de los sueños: Águila.
Dice el maestro Samael en relación con la simbología del águila en los sueños:
Águilas: en sueños, sobre todos su mayor simbolismo es la libertad.
Erupción de dignidad, libertad y fascinación. Ave majestuosa entroncada con el Sol, la tormenta, el ímpetu guerrero, el triunfo del espíritu sobre la materialidad inerte.
Los sueños:
Águila. El Ser, espíritu santo. Avance espiritual indicado por la altura del vuelo.
Águila amarilla. Advierte de la posibilidad del triunfo.
Águila vuelo rápido. Éxito en la vida.
Águila vuelo lento. Estancado en la senda.
Águila vuelo en picado. Funesto.
Águila herida. Ruina.
Águila muerta. Ruina total.
Águila detenida. Fracaso, resultados malos.
Águila, si nos eleva. Invitación al cambio profundo para unirnos a lo divino.
II- Simbolismo del águila en las diferentes culturas y religiones
Simbología del águila en la Biblia y la religión cristiana
En la Biblia, con mucha frecuencia, Dios emplea la figura del águila para referirse a sí mismo como el que cuida, provee y protege a su pueblo.
En el Antiguo Testamento se hace mucha referencia a las alas de águila de Dios: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.” Éxodo 19:9.
Deuteronomio 11,13 la cataloga como ave inmunda, pero el Salmo 102:5 tiene otra perspectiva: «Tu juventud se renovará como la del águila».
En su obra «El Magus Opus», el V.M. Samel Aun Weor nos comenta:
En el templo de Salomón, el arcano 22 estaba representado por el Arca de la Alianza, sostenida por una corona. En los cuatro ángulos del arca, se veían los cuatro animales de la alquimia sexual. Las esfinges de Ezequiel tienen también cuatro caras, como la esfinge egipcia.
El fuego está representado por el león. Ese es el oro potable. El mercurio de la filosofía secreta, está representado por el águila voladora. La sal está representada por las patas del toro de la Esfinge. El agua está representado por la cabeza de hombre de la Esfinge.
Los primeros cristianos conocían una antigua leyenda en la que el águila renovaba su juventud al lanzarse tres veces a una fuente de agua pura. Los cristianos tomaron el águila como símbolo del bautismo, fuente de regeneración y salvación, en la que el neófito se sumerge tres veces (por la trinidad) para obtener la vida nueva. El águila es también símbolo de Cristo y de su naturaleza.
En «Curso esotérico de cábala» el maestro nos dice:
El evangelio de Juan se representa con un águila (aire).
A los elementales del aire se les ordena con una pluma de águila o de cualquier ave.
El águila de San Juan
San Juan el Evangelista, a quien se distingue como «el discípulo amado de Jesús» y a quien a menudo le llaman «el divino», era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador.
Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus apóstoles. El propio Jesucristo les puso a Juan y a Santiago el sobrenombre de Boanerges, o sea «hijos del trueno» (Lucas 9, 54).
El águila, es probablemente el atributo más conocido de Juan, como símbolo de la «devoradora pasión del espíritu» que lo caracterizó.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los que se consideran autores de los cuatro evangelios que abren el Nuevo Testamento, reciben el nombre de los cuatro evangelistas. Dos de ellos, San Mateo y San Juan, fueron apóstoles o seguidores personales de Cristo.
Como cuarteto, son representados y simbolizados muy frecuentemente por medios de Tetramorfos (del griego, tetra, «cuatro», y morfé, «forma»), cuatro criaturas descritas en el libro de Ezequiel y en el Apocalipsis (Ezequiel 1:10), (Apocalipsis 4:1-9), junto a las que pueden mostrarse rollos o libros en representación de los evangelios.
A San Juan Evangelista, lo pintan con un águila al lado, porque es quien se ha elevado a más grandes alturas de espiritualidad con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como su evangelio.
En el tetramorfos del claustro de Frómista, libro de Kells, siglo VIII, ilustración de un manuscrito Carolingio del siglo IX procedente de Saint-Amand (Francia), cada criatura sostiene el evangelio a ella asociado. Los brazos de la cruz dividen al águila, toro, hombre y león que representan a los cuatro evangelistas.
Los símbolos de los evangelistas tienen su origen en los cuatro rostros del apocalipsis de San Juan. La pregunta es cómo es que Juan, el escritor del apocalipsis llegó a la visión de aquellos cuatro animales.
El libro de las Revelaciones o Apocalipsis de San Juan, ‘Revelación de Juan’ es el último libro del Nuevo Testamento, atribuido al apóstol San Juan. También es conocido como Revelaciones de Jesucristo por el título que al principio se da a éste y en algunos círculos protestantes, simplemente como revelación o libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El Apocalipsis, quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.
En el texto de los versículos 6 y 7 del capítulo cuarto dice lo siguiente:
“Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, y en el medio del trono y a su alrededor cuatro seres vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente era semejante a un león, el segundo igual a un toro, el tercero tenía un semblante como de hombre, y el cuarto era semejante a un águila voladora”.
La obra “Las visiones de Juan el Evangelista” se encuentra en el museo de Chantilly, Francia.
Los cristianos de los siglos posteriores establecieron una estrecha relación entre estos animales y los cuatro evangelistas.
El apocalipsis, contiene una gran cantidad de ideas astrológicas y mitológicas de las clases más diversas. Aquellos cuatro “seres vivientes”, tienen todavía su hogar en la bóveda celeste de nuestros días.
El “mar de vidrio” es el cielo nocturno. Los “ojos por delante y por detrás” son las estrellas. Y ciertamente se trata de cuatro constelaciones, separadas entre sí noventa grados, o sea en la cuarta parte de la circunferencia del horizonte. El león y el toro no necesitan mayor explicación; el ser viviente con “semblante como el hombre” es Acuario, una de las pocas constelaciones con figura humana. Por último, el águila es una constelación que no pertenece a las zodiacales; en su lugar, debería de haber estado el escorpión.
También el Apocalipsis sustituyó al escorpión por el águila, que más tarde se convirtió en acompañante de San Juan.
En el libro «El mensaje de Acuario» el maestro Samael Aun Weor devela el Apocalipsis de San Juan:
“Y delante del trono del cordero (tanto en el cielo como en el hombre), había como un mar de vidrio semejante al cristal (el ens seminis). Y en medio del trono, y alrededor del trono (que está arriba y abajo, en el universo y en el hombre) cuatro animales llenos de ojos delante y detrás (los cuatro animales que simbolizan toda la ciencia del gran Arcano)”-(Ap.4:6).
“Y el primer animal era semejante a un león (el fuego sagrado); y el segundo animal, semejante a un becerro (la sal, es decir, la materia); y el tercer animal tenía la cara como de hombre (el mercurio de la filosofía secreta, el ens seminis); y el cuarto animal, semejante a un águila volando” (el águila volando representa el aire). – (Ap.4:7).
El fuego filosofal debe buscarse en el ens seminis. Este fuego en sus principios no es más que una exhalación seca y terrestre, unida a los vapores seminales. Cuando el sacerdote aprende a retirarse del altar sin gastar ni una sola gota del vino sagrado, entonces esa exhalación seca y terrestre se trasmuta en el rayo terrible del Kundalini. Al llegar a estas alturas recibimos la espada flamígera.
El ens seminis, fecundado por el fuego, se convierte en maestro y regenerador del hombre. El fuego se alimenta de aire vital, prana o vida universal. Realmente el fuego sexual a base de tanto inhalarse y exhalarse durante el éxtasis supremo del amor, llega a convertirse en el rayo terrible, que subiendo por el canal medular abre las siete iglesias.
Tenemos que decapitar al yo, con la espada flamígera de la justicia cósmica.
“Y los cuatro animales (de la alquimia sexual), tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo, el Señor Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir.” (Ap.4:8).
Este es el terrible arcano 6 del tarot. (…). El arcano 6, es la lucha entre el espíritu y la bestia animal. El numero 6 representa la lucha entre Dios y el diablo. El antagonismo entre el amor y la pasión animal. Las seis alas de los cuatro animales están llenas de ojos que nos vigilan arriba y abajo, en el cielo y en el abismo.
«Y cuando aquellos animales daban gloria y honra y alabanza al que estaba sentado en el trono (dentro del hombre y dentro del universo), al que vive para siempre jamás (el Cordero); los veinticuatro ancianos (en el macrocosmos y en el microcosmos), se postraban delante del que estaba sentado en el trono, y adoraban al que vive para siempre jamás, y echaban sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas» (Ap. 4: 9-1 1).
En el libro «Curso esotérico de Cábala» el Maestro Samael nos dice:
Los cuatro animales sagrados de la alquimia son: El león que oculta el enigma del fuego. El hombre que representa al mercurio de la filosofía secreta. El águila que nos indica el aire. El toro que simboliza la tierra. Las esfinges de Egipto y de Ezequiel tienen el simbolismo sagrado de los cuatro animales de la Alquimia.
Simbolismo del águila en las esfinges.
Ningún otro legado de la antigüedad ha llegado hasta nuestros días tan cargado de magia, de polémica y misterio como la gran esfinge de Gizeh.
El león androcéfalo que fue edificado hace miles de años, parece conservar todo el aliento vital que, según los antiguos egipcios, podía conferirse a ciertas estatuas sometidas al rito de apertura de la boca.
Lejos de haber quedado fosilizado como un cadáver egregio; al igual que tantos monumentos desde la expedición napoleónica que lo redescubrió, requiere nuestra atención más expectante, planteándonos preguntas a las que escasamente hoy la arqueología es capaz de dar respuestas seguras. ¿Cuándo se construyó y con qué propósito? ¿Qué secretos se esconden bajo sus garras? O ¿Cuál es su verdadera relación con su entorno?
Esta colosal estatua, la mayor salida de manos de seres humanos, con una longitud de más de 73 metros y una altura de 20, no fue construida uniendo bloques de piedras como en las pirámides, sino escavada en el lecho de piedra caliza en la meseta de Giza, formando un recinto abierto a su alrededor. Su cuerpo de león y su cabeza de mujer forman un conjunto extraordinario, mientras sus ojos miran sin descanso hacia el este, hacia el horizonte de estas tierras milenarias del país asoleado de Ken.
Cuando parecía que al fin los egiptólogos se habían puesto de acuerdo en la fecha de su construcción (hacia el 2500 a.c. imperio antiguo, IV dinastía, bajo el mandato de Kefrén), irrumpía la voz disidente de un arqueólogo independiente, el norteamericano John Anthony West, quien la fechaba entre el 5000 y el 7000 a. de C.
Dice el maestro Samael, en el libro «Las respuestas que dio un Lama», que los constructores de la gran Esfinge, fueron los miembros de la sociedad de Akaldan, una sociedad atlante.
Los grandes sabios de la mencionada sociedad siempre levantaban esfinges en la antigua Atlántida y después, cuando estos sabios se retiraron de ese continente por causa del gran cataclismo que se avecinaba (y que ellos no ignoraban), se orientaron hacia el continente Gramonsi (hoy llamado África). Desde allí, desde el sur del África, avanzaron hasta el país de Nylia (hoy llamado Nilo) y, precisamente en Cairona; (Llamado hoy El Cairo), vivieron y construyeron las esfinges…
Dichas esfinges representan al fuego, al aire, al agua y a la tierra. Las garras del león representan al fuego; el rostro humano al agua; las alas simbolizan al aire y las patas de toro hacen referencia a la tierra. Estos cuatro elementos son fundamentales en la gran obra y se sintetizan en la sal, el azufre y el mercurio de la alquimia. El quinto elemento es el éter.
En la sal está contenido el elemento tierra, el elemento agua y el elemento aire. En cuanto al azufre, vemos que se alimenta de la tierra (y esto lo evidenciamos en los volcanes), donde también está presente el fuego. Y en cuanto al mercurio, vemos que participa del aire y del agua. La sal, el azufre y el mercurio están, pues, allí en los cuatro elementos.
En los libros «Tarot y kábala» y «Curso esotérico de kábala», del V.M. Samael, se habla del arcano 10, “La retribución” y la rueda cosmogónica de Ezequiel. En esta rueda, hallamos el batallar de las antítesis.
Hermanubis sube por la derecha de la rueda fatal y Tifón desciende por la izquierda. Esta es la rueda de los siglos de las reencarnaciones y del karma. Sobre la rueda está el misterio de la esfinge empuñando entre sus garras de león la espada flamígera. La esfinge, es el intercesor elemental de la bendita Diosa Madre del Mundo; representa la Madre Naturaleza.
También nos dice el maestro en «El matrimonio perfecto de kínder»:
La esfinge es el mismo hombre. El hombre debe tener las cuatro características de la esfinge: Las garras del león (coraje y nobleza); la tenacidad del buey (representada por las patas del buey); las alas del águila (éstas son las alas del espíritu) y la inteligencia del hombre (representada por la cabeza de la esfinge).
El hombre debe ser sereno ante los peores enemigos, debe ser tenaz en sus propósitos y no desmayar ante los obstáculos e inconvenientes que se le presenten. El hombre debe tener la majestad del águila para no sucumbir ante los peores fracasos y desarrollar su inteligencia para saber adaptarse a todas las circunstancias de la vida sin dificultad ninguna.
Y cuando ya ha desarrollado las cuatro características de la esfinge, entonces está preparado para pasar las cuatro pruebas de tierra, fuego, agua y aire. Por medio de estas cuatro pruebas se examina la moral del discípulo.
El que no haya desarrollado la serenidad no podrá pasar las pruebas de fuego. El que sucumbe ante un fracaso económico no podrá pasar la prueba del aire. El que no haya desarrollado el altruismo ni la adaptabilidad a la vida, no podrá pasar la prueba de agua. El que no ha aprendido a ser tenaz tampoco podrá pasar la prueba de tierra.
La imagen, donde se ven dos esfinges, representa el signo de libra.
En águila en Norteamérica.
El águila para los indios era portador de protección, sabiduría y riqueza. Si un indio rezaba y un águila se posaba cerca de él, significaba que sus plegarias habían sido escuchadas. El águila era el mensajero directo del gran espíritu, un mensajero sagrado que traslada nuestras plegarias al Creador y regresa con regalos y visiones para el hombre. Se considera que son los rayos del sol. Su capacidad de elevarse en las alturas y descender velozmente en picado, se asocia con el rayo y con el pájaro del trueno o thunderbird para los indios de la costa noroeste de Estados Unidos.
Para los Sioux, el águila real representaba la esencia de toda vida. Sus plumas se consideraban rayos del sol, y el adorno que llevaban en el cabeza, compuesto por plumas de águila, constituía un símbolo del pájaro del trueno, el espíritu universal.
El águila en Centroamérica.
En América central el águila también está presente, a menudo asociada con la serpiente.
En «El matrimonio perfecto», nos dice el maestro Samael:
La serpiente emplumada está hablando claramente del pájaro serpiente. La serpiente emplumada fue identificada con Quetzalcóatl, el Cristo mexicano. Quetzalcoatl siempre está acompañado de los símbolos sagrados del águila y de la serpiente. La serpiente emplumada dice todo. El águila del espíritu y la serpiente de fuego nos convierten en dioses.
El quetzal de los mayas es la serpiente emplumada, el pájaro serpiente.
El águila en el escudo de México y fundación de la ciudad.
El escudo nacional de México se inspira en la leyenda de la fundación de México-Tenochtitlan la cual básicamente dice que el dios Huitzilopochtli indicó a los mexicas que establecieran su ciudad donde encontraran a un águila posada en un nopal devorando una serpiente. Es así como se asentaron en el valle de México, al centro de Mesoamérica, en lo que hoy es la capital del estado.
El escudo mexicano tiene un simbolismo esotérico, relacionado con la fundación azteca de Tenochtitlán. Los elementos principales del escudo son el nopal o cactus, la serpiente y el águila.
El nopal con sus espinas nos recuerda la voluntad y padecimientos necesarios para el trabajo esotérico. La serpiente simboliza el elemento femenino, la madre divina, y el alma que debe ser tragada por el espíritu (el águila), con tal de convertirse en serpiente emplumada. El águila simboliza el elemento masculino, el tercer logos, el ser, el espíritu.
El V.M. Samael Aun Weor nos relata la historia en su libro «La doctrina secreta de Anáhuac». Capítulo XI – México-Tenochtitlán, del cual incluimos los párrafos relacionados con la simbología del águila:
El águila triunfante posada sobre el nopal, devorando una serpiente, el escudo de armas de los Estados Unidos Mexicanos, no es más que la traducción fiel del glifo arcaico que otrora designara a la gran Tenochtitlán.
Pero a la noche siguiente el Dios llamó al sacerdote Cuauhcoatl (serpiente-águila) y le dijo: “-¡Oh Cuauhcoatl!, habéis visto ya y os habéis maravillado con todo lo que hay en el carrizal! ¡Oíd, empero!, que hay algo más que no habéis visto todavía. Idos incontenti a ver el Tenochtli, en el que veréis se posa alegremente el águila… Allí estaremos, dominaremos, esperaremos, nos encontraremos con las diversas gentes, pecho y cabeza nuestros. Con nuestra flecha y escudo nos veremos con quienes nos rodean, a todos los que conquistaremos… Pues ahí estará nuestro poblado, México-Tenochtitlán, el lugar en que grita el águila, se despliega y come, el lugar en que nada el pez, el lugar en que se desgarra la serpiente, y acaecerán muchas cosas.»
Cuauhcoatl, el ministro del Altísimo, embriagado de éxtasis, de inmediato reunió a los mexicanos en el ágora para comunicarles la Palabra del Señor.
Y los jóvenes y las mujeres todas, y los ancianos y los niños, desbordantes de júbilo le siguieron a los pantanos, entre las plantas acuáticas y los carrizos y, de pronto, algo insólito sucede, el asombro es general, descubren la señal prometida, el águila rebelde posada sobre el nopal en pleno festín macabro, tragándose una serpiente. Fue en tales instantes de admiración y dicha cuando el Lucifer nahua clamó con gran voz, diciendo: «-¡Oh, mexicanos, allí estaré!»
Inmediatamente lloraron por esto los mexicanos y dijeron:»-¡Merecimos alcanzar nuestro deseo! Hemos visto y nos hemos maravillado de dónde estará nuestra población. Vámonos y reposemos.»
El maestro analiza el simbolismo de la serpiente, enfatizando la necesidad de ser tragado por la serpiente, simbolizando la muerte del ego, y que ésta a su vez ha de ser tragada por el águila (el tercer logos), para convertirse en serpiente emplumada:
(…) No basta lograr el ascenso de la serpiente Ígnea de nuestros mágicos poderes a lo largo del canal medular espinal, de chacra en chacra; resulta urgente, inaplazable, impostergable, ser devorados por la culebra… Sólo así nos convertiremos en algo distinto, diferente. (…)
Al candidato al adeptado le esperan siempre espantosas luchas, terribles batallas contra sus propias pasiones animales personificadas en los múltiples agregados psíquicos, o elementos inhumanos, que debe reducir a polvareda cósmica mediante el auxilio especial de la mujer-serpiente.
Las grutas de los Rishis, las mansiones de Tiresias y de los videntes griegos, fueron modeladas con arreglo a las de los Nagas, los reyes serpientes que moraban en cavidades de las rocas, bajo tierra. El adepto victorioso se convierte en un hijo de la serpiente, y en una serpiente que debe ser tragada por el águila del espíritu (el tercer logos).
Cronos-Saturno es Shiva, el primogénito de la creación, el ser de nuestro ser, el archi-hierofante y el archi-mago, el águila de Anáhuac.
La mitología griega considera a Cronos como uno de los dioses más antiguos; un verdadero creador de dioses. Saturno-Cronos, el águila rebelde, se traga a la culebra para transformarnos en dioses.
En este mito encontramos nuevamente la idea trascendental de que quien da la vida es también el dador de la muerte.
Incuestionablemente, Saturno, con su hoz, se convierte fácilmente en la muerte con su guadaña. Si el germen no muere, la planta no nace; si la serpiente no fuese tragada por el águila saturnina, nunca seríamos dioses.
La Jñana, Yana, Gnana o Gnosis, es la ciencia de Saturno, o sea, la ciencia del conocimiento iniciático, la ciencia de Enoichion o Vidente.
Empero, se hace necesario aclarar que en ninguno de estos párrafos anteriores hemos hecho alusión a determinado regente planetario, nazareo o Kabir en particular. Sólo hemos querido referirnos específicamente al Saturno Intimo, el divino Augoides, el logo individual, el águila de cada uno de nos.
Incuestionablemente, la culebra devorada por el águila se convierte, de hecho y por derecho propio, en serpiente emplumada. Jesús, el gran Kabir, fue una serpiente emplumada, lo mismo que Moisés, Dante, el Santo Lama, el Budha, Quetzalcoatl y muchos otros hierofantes.
Los yoguis indostaníes hablan con infinita reverencia sobre el matrimonio divino Shiva-Shakti, el doble principio creador «masculino-femenino».
Ometecuhtli, el señor (el águila) y Omecihuatl, la señora (la serpiente), se encuentran plenamente manifestados en la serpiente emplumada. Cuauhcoatl (serpiente-águila), alto sacerdote de nuestro bendito Dios Huitzilopochtli, ostensiblemente era un iluminado.
No está de más recordar que la serpiente emplumada es el resultado de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios, plenamente simbolizados por las espinas del nopal.
Serpiente, águila, nopal, piedra filosofal, agua del gran lago, extraordinarios basamentos esotéricos de la gran Tenochtitlán.
No está de más aseverar con gran énfasis que la aparición del águila y de la serpiente acaeció a Cuauhcoatl y a su gente en el mismo lugar donde después fue construido el templo del santo Dios Huitzilopochtli.
Hablando muy francamente y sin ambages, declaramos que la gran Tenochtitlán es, ante todo, el templo. En el teocali (casa de Dios) se resume y concentra totalmente el motivo fundamental de la ciudad, del pueblo y del estado.
Centro magnético maravilloso descansando sublime en el suelo firme, rocoso. Isla hermosa en medio de las aguas cristalinas de los pantanos; exótico lugar en una amplia bahía de la laguna legendaria. Fue así como surgió la gran Tenochtitlán, centro maravilloso de una poderosa civilización serpentina.
Descripción del ritual azteca del caballero Cuautli (águila).
En el libro «Magia crística azteca», monografías Nº 10 y Nº 17, el V.M. Samael nos dice:
Dentro del recinto donde se levantaba el templo mayor de Tenochtitlán existió un templo circular dedicado al Sol; Entre las cámaras secretas de este templo de misterios existió el Tzinacalli (la casa del murciélago) espacioso salón con aspecto interior de sombría caverna donde tenían lugar los rituales de iniciación para alcanzar los altos grados de caballero Ocelotl (tigre) y caballero Guautli (águila).
En el interior del templo del Sol, los caballeros Ocelotl y los caballeros Cuautli, ataviados con yelmos en forma de cabezas de tigre y águila, todos con penachos de plumas de quetzal en la nuca, símbolo de la lucha que en la tierra tenían que sostener contra el mal; llevando en una de sus manos un ramo de rosas y en la otra la macana forrada con piel de tigre y plumas de águila, símbolo de poder; en sus muñecas brazaletes y en sus pantorrillas canilleras, celebraban otra ceremonia el primer jueves de Luna nueva.
En ella había danzas y cantos rituales, y uno de los tlamatinime (espejo horadado en sí mismo, órgano de contemplación, visión concentrada del mundo de las cosas) cerraba la ceremonia con la siguiente oración:
«Señor por quien vivimos, dueño del cerca y del lejos, con alegría te damos gracias por nuestro señor Quetzalcóatl, quien con el sacrificio de su sangre y la penitencia hizo que entrara en nosotros tu vida. Haznos fuertes como él, haznos alegres como él, haznos justo como él. Así sea». – decían todos en coro.
Simbología del águila en la alquimia.
En la conferencia “El simbolismo de la Navidad», el V.M. Samael Aun Weor, habla sobre los colores del cuerpo astral (águila amarilla).
La sal, que viene a convertir al cuerpo astral en un vehículo de oro precioso, forzosamente tendrá que pasar por varias etapas. La primera está simbolizada por el color negro, por el cuervo negro, gobernado por Saturno. ¿Por qué? Porque el iniciado habrá de entrar en un afán (infinito) en estos trabajos; tendrá que eliminar, destruir, desintegrar todos los “elementos inhumanos” que lleva en su cuerpo astral, eso es obvio, hasta conseguir el color blanco, que es fundamental. Obviamente, ese color blanco está representado por la paloma blanca. Los Iniciados de Egipto se ponían la vestidura de lino blanco para representar a la castidad, la pureza. (…)
El tercer símbolo es el águila amarilla, cuando el Iniciado recibe el derecho a usar la túnica amarilla.
En la cuarta fase del trabajo, el Iniciado recibirá la púrpura, cuando ya su cuerpo astral ha quedado convertido en un vehículo de oro puro de la mejor calidad.
El jefe de ese trabajo alquimista es, precisamente, el Cristo Interno. Los sabios dicen que la sal, el azufre y el mercurio son los instrumentos pasivos de la Gran Obra. Lo más importante, dicen ellos, es el “magnesio interior”. Este “magnesio”, citado por Paracelso, no es otra cosa que el Cristo Íntimo. Él debe realizar, en verdad, la Gran Obra.
He citado como ejemplo el cuerpo astral, pero idéntica labor hay que hacer con cada uno de los cuerpos.
Otras referencias del águila amarilla en la alquimia en textos del maestro las encontramos en su obra » La piedra filosofal o el secreto de los alquimistas»:
Las aguas negras han sido simbolizadas, repito, con el cuervo negro. Pero las aguas blancas han sido simbolizadas, o alegorizadas, para hablar más claro, con la blanca paloma del espíritu santo. Posteriormente, hay que convertir las aguas blancas en amarillas porque el verdadero color del mercurio es el amarillo. Por eso el planeta Mercurio lo representan siempre por el color amarillo. Al llegar a ese stadium se dice que las aguas se han convertido en el águila amarilla, o se les alegoriza con el águila amarilla.
Las aguas amarillas reciben el azufre siempre. Entonces, ¿qué es el azufre? El azufre es el fuego luciférico, el fuego sagrado. Ese azufre mezclado con el mercurio más la sal sublimada que se levanta, pues, del fondo del vaso hermético constituyen en sí mismo el vitriolo de los sabios. (…)
La divina madre Kundalini, pues, necesita devorarse los cuerpos existenciales superiores del ser, pero para que ella pueda hacer eso, todos los cuerpos deben haber sido transformados en oro puro, porque ella no traga nada inmundo. Así es pues, mis caros hermanos, nosotros debemos quedar dentro de la serpiente y la serpiente dentro de nosotros.
Así es como el águila viene a quedar dentro de nosotros y nosotros dentro del águila. En unas palabras, así es como el padre-madre, el Elohim inmortal bienamado, se levantará de su sepulcro de cristal para venir al mundo y ver con los ojos de nuestro rostro, y parlar con nuestra laringe creadora; así es como cada uno de nosotros está llamado a convertirse en un Kummara, el Elohim primordial, en un gran maestro; pero eso sí, el fundamento en el cual descansa la piedra es el mercurio.
Una vez que uno se ha convertido en serpiente, que es una serpiente, a su vez pasa a ser devorado por el águila y se convierte en una serpiente emplumada, en el Quetzalcoatl.
En el libro «La doctrina secreta de Anáhuac», Cap. IV se habla del Doctor Fausto:
Muchos otros animales participan de la alta magia: El cuervo, símbolo de corrupción y muerte de todos los elementos inhumanos que llevamos dentro; la blanca paloma que alegoriza a la pureza y a la castidad como así también al tercer logos; el águila amarilla que advierte al alquimista la proximidad del triunfo; el faisán rojo, que junto con la púrpura de los reyes, anuncia al sabio la consumación total de la gran obra.
El enigmático y poderoso Doctor Fausto, venerabilísimo y honorable maestro, ínclito tahar, vivía agradable y confortablemente como persona muy acomodada. Concedía a los animales un papel oculto y gustaba rodearse de ellos porque los asociaba a sus prodigios.
Mitología griega y romana – Mito de Prometeo.
«El mito en sí de Prometeo”, diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal.
Prometeo es un primo de Zeus, hijo de un titán, Japeto. Según aparece en la teogonía es el bienhechor de la humanidad; si engañó a Zeus fue por amor a los hombres. Una primera vez, en Meconem durante un sacrificio solemne, había hecho dos partes de un buey: en un lado puso la carne y las entrañas, recubriéndolas con el vientre del animal; en otro puso los huesos cubriéndolos con grasa blanca. Luego dijo a Zeus que eligiese su parte; el resto quedaría para los hombres. Zeus escogió la grasa blanca y al descubrir que solo contenía huesos, sintió un profundo rencor hacia Prometeo y los mortales.
Para castigar a los hombres decidió no volverles a enviar el fuego. Prometeo acudió en su auxilio por segunda vez, sustrajo el fuego de la fragua de Efesto.
Zeus castigó a los mortales enviando un ser modelo exprofeso, Pandora. En cuanto a Prometeo lo encadenó con cables de acero en el Cáucaso, enviando un águila, nacida de Equidna (la víbora) y de Tifón (el menor de los hijos de Gea y del Tártaro); que le devoraba el hígado, el cual se regeneraba constantemente.
Cuando Heracles pasó por la región del Cáucaso, atravesó de un flechazo el águila de Prometeo y lo liberó. Zeus, satisfecho por esta proeza de su hijo no protestó; mas para que su juramento no fuese vano ordenó a Prometeo que llevase un anillo fabricado con el acero de sus cadenas y un trozo de la roca a la que había estado encadenado.
En “El Parsifal develado», Capítulo XX. Absurda justificación, se habla sobre el mito de Prometeo:
Delirio extraordinario de suprema amargura es aquél en el que Lucifer-Prometeo exclama:
«Oh éter divino, voladores vientos… Mirad lo que yo, un dios, de otros dioses sufro». «Pero, ¿Qué digo? Claramente adivinaba lo que tiene que suceder… Conviene ahora… Esta suerte fatal sufrir constante ya que la ley del Hado es invencible…»
Con cuánto dolor ¡Oh dioses! he leído por ahí en cierto libro que no menciono, un párrafo que a la letra dice: «La hueste que encarnó en una parte de la humanidad, aunque inducida a ello por karma o némesis, prefirió el libre albedrío a la esclavitud pasiva; el dolor y hasta la tortura intelectual consciente, ‘durante el transcurso de miríadas de tiempos’, a la beatitud instintiva, imbécil y vacía».
Y continúa el citado autor diciendo enfáticamente: «Sabiendo que semejante encarnación era prematura y no estaba en el programa de la naturaleza, la hueste celestial, Prometeo se sacrificó, sin embargo, para beneficiar con ello a una parte, al menos, de la humanidad sino a todos «no obstante obviamente al mito por excelencia de todas las antiguas teogonías, al de la rebeldía celeste o de los ángeles caídos, esos titanes que se atreven a luchar hasta con los dioses santos…
Inefables, terriblemente divinos convertidos en hombres, deidades reencarnándose en humanos cuerpos…
¡Vana cosa es confundir una caída con una bajada! Estos deidusos no bajaron, ¡cayeron! y eso es diferente. Por eso y con justa razón las teogonías nos pintan como castigados a esos logos divinos…
El mito universal los considera por eso como fracasados, castigados y caídos al verse obligados a vivir con sus legiones tenebrosas en esa región inferior, infierno, que se llama el interior de nuestro organismo planetario tierra.
Escrito está y con caracteres espantosos en el libro de la ley, que un tercio de la hueste de los llamados Dhyanis o Arupa, fue sencillamente condenado por la ley del karma o némesis a renacer incesantemente en nuestro afligido mundo…
Billonadas de auras, alientos o soplos horripilantes, involucionan ahora en los mundos infiernos entre el llanto, las tinieblas y el crujir de dientes…
Infelices criaturas del averno cayendo en mundos de densidad siempre creciente, retornando hacia el caos primitivo…
Almas perdidas anhelando impacientes la muerte segunda para escapar del mundo soterrado…
Esencias preciosas embotelladas entre todos esos egos abismales; llamas divinales sufriendo…
Budhatas de ángeles caídos deseando reingresar a los paraísos elementales de la naturaleza.
Auras, soplos, recomenzando después la marcha evolutiva que les ha de conducir otra vez desde la piedra hasta el hombre…
Otros mitos de la tradición greco-romana
En la tradición nórdica y greco-romana, el simbolismo del águila siempre ha tenido un carácter heroico.
El carácter olímpico del simbolismo del águila está directamente relacionado con la consagración de este animal al dios olímpico por excelencia, Zeus, quién entre los helenos, al igual que Júpiter entre los romanos, es la representación de la divinidad de la luz y de la realeza venerado con otro símbolo, el del rayo, elemento que complementa muy frecuentemente el simbolismo del águila.
En el mito helénico, se comprende que seres como Ganímedes sean llevados por “águilas” y conducidos al Olimpo. Ganímedes fue secuestrado por Zeus en el monte Ida, en Frigia, que actualmente corresponde a Turquía. El joven pasaba allí el tiempo de exilio al que muchos héroes se sometían en su juventud.
Ganímedes era un joven de extraordinaria belleza, y por ello Zeus se enamoró de él y lo raptó convertido en águila, llevándole al Olimpo, donde se convirtió en el escanciador del néctar de los dioses.
Sobre el mito de Ganímedes nos dice el maestro Samael Aun Weor en su libro «El matrimonio perfecto»:
Es necesario comprender lo que son las inmaculadas concepciones; es necesario saber que sólo con el matrimonio perfecto nace el Cristo en el corazón del hombre. Es urgente despertar el fuego del kundalini o fuego del espíritu santo para encarnar el Cristo. Quien despierta el kundalini se transforma como Ganímedes en el águila del espíritu para subir al Olimpo y servir de copero a los dioses inefables.
Simbología arcaica. Mención del águila en “La doctrina secreta”, de H. P. Blavatsky. Por Mario Roso de Luna.
El nombre originario sánscrito de este redentor o salvador es, por supuesto, el de Garuda, “el alegórico monstruo, mitad hombre, mitad ave, o sea el Vahana, el conductor de Vishnú, es decir, el “tiempo” o kala, como origen de todas las alegorías relativas a las siete vocales. Garuda o Garuna además, es el ave-fénix hindú, el emblema del tiempo cíclico y periódico; Sinha, el hombre león, de cuyas representaciones están llenas las llamadas joyas gnósticas, joyas que, según C. W. King, aunque conocidas por éstos no son obras de ellos, sino hechuras precristianas de los magos caldeos.
“Sobre los siete rayos de la corona del león están las siete vocales ΑΕΗΙΟΥΩ que son testimonio de los siete cielos.” Semejante “león solar”, como Garuda, no es sino el gran ciclo, el maha-kalpa, coeterno con Vishnú y también el emblema del sol y de su ciclo, según la propia alegoría demuestra al enseñar que Garuda nació a causa de “su deslumbrante esplendor”, es decir, de Agni, el dios del fuego, siendo llamado por ello Gaganeshvara o “Señor del firmamento”.
Su representación como Osiris en los Abraxas o amuletos gnósticos y las muchas cabezas de monstruos alegóricos con cabeza y pico de águila o de halcón (las dos aves solares) que se ven doquiera, denotan su carácter solar y cíclico.
No hablemos del alcance que el simbolismo del ave divina tiene entre los cristianos. Entre sus aves sagradas son las predilectas el negro cuervo que suele traer a los anacoretas el pan del cielo y la blanca paloma que en el arca de Noé (pueblos salvados de la catástrofe atlante) es el numen de la paz, y en el bautismo o iniciación por el agua de Jesús es el símbolo del Santo Espíritu, el mismo que en el primer capítulo del Génesis flota abstracto sobre las aguas genesíacas y el mismo que bajara sobre la cabeza de los apóstoles en pentecostés bajo forma de lenguas de fuego. El águila de Patmos o de Juan corre pareja con la simbología tan conocida del toro, el león y el ángel.
Otros simbolismos del águila.
El águila es poder que desciende desde lo alto con la velocidad del relámpago.
En el lenguaje de los jeroglíficos egipcios A. se representa con la imagen del águila. Sin significado en el calor vital, lo diurno, el origen, la existencia del ave altiva es a pleno sol: de ahí su parentesco en el aire, el fuego, y su asociación con la fuera fecundante masculina, con la figura del padre.
El águila atisba de un extremo a otro el horizonte, por lo que para los hititas es la diversidad solar omnisciente. Su opuesto es la lechuza, pájaro de la oscuridad nocturna a la muerte.
Es gracias a un águila que, en la antigua tradición persa, el rey, Kei-Kaus intenta, a la manera de Prometeo, subir al cielo.
En la tradición indo-aria, es el águila quien lleva a Indra la bebida mágica que lo volverá dueño de los dioses.
El águila figuraba ya en la mitología nórdica, como uno de los animales sagrados consagrados a Odin-Wotan.
Carlomagno, en el año 800, en el instante de declarar la renovación del Imperio Romano recuperó el símbolo del águila, y lo declaró emblema de su Imperio.
Esta ave es considerada por los masones como un símbolo del valor y la inteligencia. En el caso del águila bicéfala, se trata de uno de los distintivos de los altos grados de la masonería filosófica especulativa.
Águilas heráldicas bicéfalas: 1 y 2: Águila del Imperio Español · 3: Águila del Imperio Bizantino · 4: Águila del Sacro Imperio Romano Germánico · 5: Águila del Imperio Ruso
Águilas heráldicas monocéfalas: 6: Águila de Saladino · 7 y 8: Águila del Nuevo Reino de Granada · 9: Águila del Imperio Alemán · 10: Águila de la República de las dos Naciones.