Simbolismo de la Semana Santa

                   Simbolismo de la  Semana Santa

Conferencia impartida en México D.F. en el año 1977 por Samael Aun Weor

Se dice que el Crestos nació en la aldea de Belem hace mil novecientos setenta y siete años, lo cual es falso, porque la aldea de Belem no existía en aquella época. Belem viene de una raíz caldea: «BEL» y «BEL» es el fuego, la «TORRE DE FUEGO» Caldea.

En nuestro cuerpo la Torre es la Cabeza y el cuello, porque el resto del cuerpo es el Templo. Quien ha logrado elevar el fuego sobre sí mismo, quien lo ha podido levantar hasta la cabeza, hasta el cerebro, hasta el tope, de hecho podrá convertirse en el CUERPO DE CRESTOS, que es el fuego, el Espíritu del Fuego.

Y es el Espíritu del Fuego, ese Espíritu original, primigenio, quien podrá cristificarnos totalmente; el Fuego o FOHAT, ardiendo dentro de nosotros, nos transformará totalmente. Una vez que el fuego arda dentro de nosotros, seremos cambiados totalmente, seremos convertidos en criaturas completamente diferentes, seremos convertidos en seres distintos, y entonces gozaremos de la iluminación plena y de los poderes cósmicos.

Así que, entendido esto, mis caros hermanos, debemos trabajar con el fuego.

«Al que sabe, la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciará, sino solamente aquél que lo tiene encarnado»…

El Cristo, el Espíritu del Fuego, no es un personaje meramente histórico; es el Ejército de la Palabra, es una fuerza que está más allá de la Personalidad, el Ego y la Individualidad; es una fuerza como la electricidad, como el magnetismo; es un poder, un gran agente cósmico, universal; es la fuerza eléctrica que puede originar nuevas manifestaciones. Ese fuego cósmico entra en el hombre que esté debidamente preparado, en el hombre que tenga la Torre (esa de Bel) ardiendo.

Cuando El Cristo encarna en un hombre, éste se transforma radicalmente (es el NIÑO-DIOS que debe nacer en cada criatura). Así como él nació en el Universo hace millones de años para organizar totalmente este Sistema Solar, así también debe nacer en cada uno de nosotros. El nace en ese «establo» de Belem, es decir, entre los animales del deseo, entre los «agregados psíquicos» que necesita quebrantar, porque sólo el fuego puede quebrantar tales «agregados».

Así, el fuego aparece donde están esos «agregados» para destruirlos, para volverlos polvareda cósmica y liberar el Alma, a la Esencia. ¿Cómo podría él liberar el Alma si no entrara profundamente en el organismo humano?

En el Oriente, Cristo es VISHNÚ, y la raíz «VISH» significa «PENETRAR». El Fuego, El Cristo, el Logos, puede penetrar profundamente en el organismo humano para quemar las escorias que tenemos dentro. Pero necesitamos amar al fuego, adorar al fuego, rendirle culto a la Llama.

Sí, mis caros hermanos que esta noche están reunidos conmigo: entiendan que estamos en Semana Santa y que la Semana Santa tiene siete días. En los tiempos antiguos todo se regía por el Calendario Solar: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, y los días eran lunes, miércoles, viernes, Domingo, martes, jueves y sábado. Desgraciadamente, ese Calendario fue alterado por gentes fanáticas medievales.

La Semana Santa es profundamente significativa. Recuerden los SIETE y los TRES PASOS de la Masonería. El Cristo debe arder, primero que todo, en nuestro cuerpo humano; más tarde la llama debe depositarse en el fondo del Alma y por último en el fondo del Espíritu. Estos TRES PASOS, a través de las SIETE ESFERAS, son profundamente significativos. Obviamente estos TRES PASOS básicos, fundamentales, se hallan contenidos en las SIETE ESFERAS del mundo y del Universo.

Incuestionablemente, la Semana Santa tiene raíces esotéricas muy hondas, porque el Iniciado debe trabajar con las fuerzas lunares y las fuerzas de Mercurio, de Venus, del Sol, de Marte, de Júpiter y de Saturno. El Drama Cósmico se desenvuelve en SIETE REGIONES y de acuerdo con los siete planetas del Sistema Solar.

La Llama debe aparecer en el cuerpo físico, debe avanzar en el Cuerpo Vital, debe proseguir su camino por la senda Astral, debe continuar su viaje por el mundo de la Mente, debe llegar a la esfera de Venus (en el Mundo Causal), debe proseguir o continuar su viaje por el mundo Búdico o Intuicional, y por último, en el séptimo día, habrá llegado al Mundo de Atman, al Mundo del Espíritu; entonces el Maestro recibirá el Bautismo del Fuego que lo transformará radicalmente.

Obviamente, todo el Drama Cósmico (tal como está escrito en los cuatro Evangelios) deberá ser vivido dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Esto no es meramente histórico; es algo para vivir ahora y aquí…

Los tres traidores que crucifican al Cristo, que lo llevan a la muerte, están dentro de nosotros mismos. Los Masones los conocen, los Gnósticos también los conocemos: JUDAS, PILATOS y CAIFÁS. Judas es el DEMONIO DEL DESEO que nos atormenta, Pilatos es el DEMONIO DE LA MENTE, que para todo tiene disculpas, y Caifás es el DEMONIO DE LA MALA VOLUNTAD que prostituye el Altar.

Esos son los tres traidores que entregan al Cristo por 30 monedas de plata. Las 30 monedas representa todos los vicios y pasiones de la humanidad, que cambia al Cristo por las botellas en la cantina, por el prostíbulo o por el «lecho de procusto»; que cambia al Cristo por el dinero, por las riquezas, por la vida sensual; lo vende por 30 monedas de plata.

Hermanos: recuerden que esa multitud que pide la crucifixión del Señor, todas esas multitudes que gritan «¡crucifixia, crucifixia, crucifixia!» no son las de hace casi 2.000 años.

No, esas gentes que piden la crucifixión del Cristo, están dentro de nosotros mismos (repito: aquí y ahora), y son los «agregados psíquicos» inhumanos que en nuestro interior cargamos; son todos esos «elementos psíquicos indeseables» que llevamos dentro (los «DEMONIOS ROJOS DE SETH»), viva personificación de todos nuestros defectos de tipo psicológico. Son ellos los que gritan «¡crucifixia, crucifixia, crucifixia!», y el Señor es entregado a la muerte.

¿Quiénes le azotan? ¿No son acaso las multitudes que llevamos en nuestro interior? ¿Quienes le escupen? ¿No son todos esos «agregados psíquicos» que personifican nuestros defectos? ¿Quienes ponen sobre él la Corona de Espinas? ¿No son acaso todos esos engendros del infierno que nosotros hemos creado?

El acontecimiento de la historia crística no es de ayer, es de ahora, es presente; no es meramente un pasado como creen los «ignorantes ¡lustrados»; pero aquellos que comprenden, trabajarán para la cristificación.

El Señor es llevado al Calvario y sobre las cumbres majestuosas del mismo dirá:

«El que en mí cree nunca andará en tinieblas, tendrá la lumbre de la vida. Yo soy el pan de la vida, yo soy el pan vivo; el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora y yo en él»…

El Señor no guarda rencores para nadie… ¡Padre mío, en tus manos encomiendo mi Espíritu!». Pronunciada esta gran palabra, no se escucharán sino rayos y truenos, en medio de grandes cataclismos interiores. Cumplida esta labor del Espíritu del Fuego, será depositado El Cristo (o el Crestos, el CHRISTUS-VISHNU, «el que penetra») en su Sepulcro Místico.

Y yo les digo, en nombre de la Verdad y de la Justicia, que al tercer día (después de esto) será levantado, resucitado en el Iniciado para transformarlo en una criatura perfecta. Quien lo logra se convierte, de hecho, en un Dios terriblemente divino, más allá del bien y del mal.

Así El Cristo (el Señor Nuestro, el Espíritu del Fuego) desciende. El quiere entrar en cada uno de nosotros para transformarnos, para salvarnos, para quebrantar los «agregados psíquicos» que en nuestro interior llevamos, para hacer de nosotros algo distinto, para convertirnos en Dioses.

Tenemos que aprender a ver al Cristo no desde el punto de vista meramente histórico, sino como el Fuego, como una realidad presente, como INRI, que tenía (se dice) doce Apóstoles. Estos doce Apóstoles están dentro de nosotros mismos, aquí y ahora; son las doce partes fundamentales de nuestro propio Ser, las DOCE POTESTADES.

Dentro de cada uno de ustedes, en su propio Ser Interior Profundo, hay un PEDRO que se entiende con los Misterios del Sexo, hay un JUAN que representa al Verbo, a la Gran Palabra, a HERUPA-KROAT; hay también un TOMAS que nos enseña a manejar la mente, hay un PABLO que nos muestra el camino de la Sabiduría, de la Filosofía, de la Gnosis.

Dentro de ustedes mismos está también JUDAS; no aquel Judas que entrega al Cristo por 30 monedas de plata; no, un Judas diferente, un Judas que entiende a fondo lo que es la cuestión del Ego, un Judas cuyo Evangelio Secreto nos lleva a la disolución del «mi mismo», del «sí mismo».

Y hay un FELIPE, capaz de enseñarnos a viajar fuera del cuerpo físico, a través del espacio; hay un ANDRÉS que nos indica con precisión absoluta lo que son los tres factores de la Revolución de la Conciencia: NACER, es decir, cómo se fabrican los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser; MORIR, o cómo se desintegra el Ego y los factores particulares se relacionan con nosotros, específicamente con cada uno de nos, y SACRIFICARSE POR LA HUMANIDAD.

La Cruz de San Andrés, indicando la mezcla del Azufre y del Mercurio (tan indispensable para la creación de los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, mediante el cumplimiento del «DEBER PARLOCK DEL SER»), es profundamente significativa.

MATEO, científico cual ninguno, también existe entre nosotros y nos enseña la Ciencia Pura, desconocida para los científicos que solamente conocen todo ese podridero de teorías universitarias que hoy están de moda y mañana pasan a la historia. La Ciencia Pura es completamente diferente, y sólo Mateo puede instruirnos en ella.

LUCAS, con su Evangelio Solar, es profeta y nos indica lo que ha de ser la nueva vida en la Edad de Oro. Cada uno de los doce está dentro de nosotros mismos, porque nuestro Ser tiene doce partes fundamentales (los doce Apóstoles), aquí y ahora.

Así, quienes quieran llegara ser MAGOS en el sentido transcendental de la palabra, tienen que aprender a relacionarse consigo mismos, con cada una de las doce partes del Ser, y esto solamente será posible quemando con INRI los «agregados psicológicos» que en nuestro interior cargamos. En tanto el Ego exista dentro de nosotros, las correctas relaciones con todas y cada una de las partes de nuestro Ser, resultará imposible.

Pero si nosotros incineramos el Ego, entonces sí podremos establecer correctas relaciones consigo mismos, con cada uno de los doce que en nuestro interior existen.

Así que, quítense de sus cabezas la idea de los doce Apóstoles históricos; búsquenlos dentro de sí mismos, ahí están. Todo está dentro de nosotros mismos, aquí y ahora…

Esta noche les invito a todos a entrar en el camino de la cristificación. No olviden ustedes que cada vez que el Señor de Compasión viene al mundo, es odiado por tres clases de hombres.

Primero, los ANCIANOS, por las gentes llenas de experiencia que dicen:

«¡Ese hombre está loco, vean lo que trae, no oigan lo que está diciendo, no está de acuerdo con lo que pensamos; tenemos experiencia y este hombre perjudica, daña…!»

Segundo, es rechazado por los «ESCRIVAS», es decir, por los intelectuales de la época. Cada vez que el Señor de Gloria ha venido al mundo, los intelectuales han estado contra él, lo odian mortalmente, porque no encaja dentro de sus teorías, significa un peligro para sus sistemas, para sus sofismas, etc.

Y tercero, es odiado por los SACERDOTES. Todos ellos ven en él un peligro para sus respectivas sectas.

Así que, en nombre de la Verdad les digo que El Cristo es tremendamente revolucionario y rebelde. El es el Fuego, que viene a quemar todas las podredumbres que cargamos dentro; él es el Fuego, que viene a reducir a cenizas nuestros perjuicios, nuestros preconceptos, nuestros intereses creados, nuestras abominaciones, y hasta nuestras experiencias de tipo personal, etc.

¿Creen ustedes, acaso, que El Cristo podría ser aceptado por tantos millones de seres humanos que pueblan el mundo? Se equivocan; cada vez que viene, se levantan las multitudes contra él. ¡Esa es la cruda realidad de los hechos!

En esta Semana Santa en la que estoy hablando, digo en nombre de la Verdad y de la Justicia que sólo el FOHAT, ardiendo dentro de nosotros, podrá salvarnos. Ninguna teoría, ningún sistema podrá llevarnos a la liberación. Quienes pretendan quebrantar el Ego a base de puras teorías, con el frío intelecto, son seres meramente reaccionarios, conservadores, retardatarios, y marchan por el camino de la gran equivocación.

Esta «BABILONIA» que llevamos dentro, esta CIUDAD PSICOLÓGICA que en nuestro interior cargamos (donde viven los demonios de la ira, de la codicia, de la lujuria, de la envidia, del orgullo, de la pereza, de la gula, etc.) debe ser destruida con fuego.

Necesitamos levantar ahora y ya, dentro de nosotros mismos, la JERUSALEM CELESTIAL. Recuerden que los cimientos de la Jerusalén Celestial son doce, y que en cada uno de ellos está escrito el nombre de algún Apóstol (los nombres de los doce Apóstoles están en los doce cimientos).

Esa Jerusalén debemos edificarla dentro de nosotros mismos, más eso solamente será posible el día en que con fuego destruyamos a «BABILONIA LA GRANDE» (la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la Tierra), a la ciudad psicológica que en nuestro interior cargamos. Cuando lo logremos, edificaremos la Jerusalem Celestial, la Gran Jerusalem aquí y ahora, dentro de sí mismos.

La ciudad de Jerusalem tiene doce puertas y en cada una de las doce puertas hay un Ángel, que representa a cada uno de los doce dentro de nosotros mismos. Las doce puertas son doce perlas preciosas, son doce puertas de libertad, doce puertas de luz y de esplendor, doce PODERES CÓSMICOS.

La ciudad, toda, es de oro puro; (sus calles, sus avenidas y sus plazas); es el ORO DEL ESPÍRITU que nosotros debemos fabricar en la «Forja de los Cíclopes». Y no tiene, la ciudad, necesidad de lumbrera externa o de Sol externo, o de Luna externa, porque el Señor es su lumbrera y él arderá dentro de nosotros mismos, porque él es Fuego.

El muro de la Gran Ciudad tiene 144 codos. Si sumamos aquellas cifras entre sí: 1 + 4 + 4, tendremos 9 (la «Novena Esfera», el sexo), porque sólo mediante la transmutación de la energía creadora podremos hacer arder el Fuego en nosotros.

El tamaño de la ciudad es de 12.000 estadios, y esto nos recuerda los DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES, necesarios para lograr la completa Auto-Realización Intima del Ser, y nos recuerda a los 12 AEONES, y nos recuerda a los 12 Apóstoles.

En el centro de la ciudad está el «Árbol de la Vida», los diez Sephirots de la Cábala Hebraica: Keter, Chochmah y Binah, como CORONA SEPHIROTICA, y Chesed, Geburah, Tiphareth, Netzah, Hod, Jesod y Malchut como las SIETE REGIONES del Universo.

El «Árbol de la Vida» alegoriza a todas las DOCE GRANDES REGIONES del Universo. ¡Dichoso el que llegue al AEÓN TRECE, donde debe estar siempre PISTIS SOPHIA…!

Dentro de la Jerusalem Celestial hallamos también a los VEINTICUATRO ANCIANOS, quienes prosternados en tierra depositan sus Coronas a los pies del Cordero. El CORDERO INMOLADO es el Fuego que arde en este Universo desde la Aurora de la Creación, desde el amanecer de este Universo. Los 24 ancianos son, también, 24 partes de nuestro propio Ser, y el Cordero mismo es el SER DE NUESTRO SER.

¡Dichoso quien pueda alimentarse con los frutos del «Árbol de la Vida», porque este será inmortal! ¡Dichoso aquél que pueda alimentarse con cada uno de esos frutos, aquél que pueda en verdad nutrirse con esa corriente de vida que viene desde el Aeón-13 hasta el cuerpo humano, porque jamás conocerá enfermedades y se hará inmortal!

Pero, para poder uno nutrirse con el «Árbol de la Vida», necesitará (antes que todo) haber eliminado los «agregados psíquicos». Recuerden ustedes que los «agregados psíquicos», viva personificación de nuestros errores, alteran al Cuerpo Vital, y éste, alterado, daña el cuerpo físico. Así surgen las enfermedades en nosotros.

Las enfermedades son producidas por los «agregados psíquicos», por los Demonios Rojos de Seth», viva personificación de nuestros errores. Cuando todos los «Demonios Rojos de Seth» hayan sido aniquilados por el Fuego, entonces nos nutriremos con el «Árbol de la Vida».

La Vida, descendiendo desde el Absoluto a través de los trece Aeones, penetrará en nuestro cuerpo y nos hará inmortales, la salud será recobrada, jamás se volverán a tener enfermedades.

De nada sirven los científicos con todas sus ciencias para curar, pues si ellos curan, el paciente se vuelve a enfermar. Es claro que el Ego mete el veneno de sus morbosidades y podredumbres dentro de los órganos y los destruye (he ahí el origen de todas las enfermedades), las gentes quieren una panacea para curarse, pero en tanto tengan el Ego vivo, vivirán enfermas…

Ha llegado la hora de entender que necesitamos quemar a la «BABILONIA» dentro de sí mismos y edificar la JERUSALEM. Vista la Jerusalem Celestial desde lejos, es como una piedra de Jaspe, transparente como el cristal. Sí, es la Piedra Filosofal. ¡Dichoso el que consiga la Piedra Filosofal, porque se transformará radicalmente y tendrá poderes sobre el fuego, sobre el aire, sobre las aguas y sobre la tierra.

El que necesitamos es un cristianismo puro, esotérico, un cristianismo vivo, no un cristianismo muerto; un cristianismo gnóstico que pueda transformarnos radicalmente. Más, así como estamos, con el Ego vivo, fuerte, robusto, marchamos por el camino del error.

Necesitamos aprender a amar el fuego y a trabajar en realidad con los Misterios del Fuego.

Hasta aquí mis palabras de esta noche…

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

P.- Venerable Maestro Samael: al hablar de las partes autónomas y auto-conscientes del Ser, usted mencionó algunos de los Apóstoles, pero quisiéramos ahora preguntarle cuál de ellos nos enseña el camino de la aniquilación buddhista, o aniquilación del Ego.

R.- Judas Iscariote. Pero no pensemos solamente en el Judas aquel de hace casi 2.000 años; pensemos en el JUDAS INTERIOR, en ese Apóstol interior que es una de las DOCE POTESTADES que en nuestro interior cargamos, que es una de las doce partes fundamentales del Ser. El está vivamente interesado en la aniquilación buddhista; por eso es extraordinario.

No niego la existencia de aquel Apóstol de hace casi 2.000 años y que representara realmente a nuestro JUDAS ÍNTIMO; él es una realidad, él existe, él es uno de los grandes, él es el más exaltado Maestro, el más exaltado Adepto que anduvo con Jesús de Nazareth. Pero dentro de nosotros hay un Judas interior, fuera de aquel Judas histórico y fuera de los tres grandes traidores de Hiram Abiff. En nuestro Ser hay alguien que personifica al Judas Iscariote y que realmente está interesado en la destrucción del Ego.

P.- ¿Cuál es el trabajo del Apóstol TOMAS dentro de nosotros?

R.- Bien sabemos nosotros que Tomás acusa un poco de escepticismo, de duda y de todo eso, pero llevado al fondo, aquel TOMAS ÍNTIMO que en nuestro interior cargamos obviamente se relaciona con el DISCERNIMIENTO. Es necesario aprenderá DISCERNIR, es urgente usar el bisturí de la auto-crítica para abrir los «VALORES» y ver qué es lo que tienen de verdad. Así es como hay que entender el trabajo del Tomás Interior, del Tomás Intimo…

Cada uno de nosotros lleva, pues, a las DOCE POTESTADES en su propio Ser, y cada una de esas partes autónomas y auto-conscientes del Ser, en «Pistis Sophia» son llamadas «REGIDORES» de los Aeones, del Destino y de las Esferas. Ellos se mueven, ellos hacen la Gran Obra entre las ESCUADRAS, los TRIÁNGULOS y los OCTÓGONOS, y esto hay que saberlo entender.

P.- Dentro de nosotros, ¿cuál es la parte del Ser que nos orienta en el trabajo alquimista?

R.- Incuestionablemente hay uno que se encarga de eso, y es llamado en Alquimia el ANTIMONIO, pero éste no es una de las Doce Potestades.

P.- Específicamente, ¿quién de los doce Apóstoles es el encargado de dirigir el trabajo alquimista?

R.- Sí hay un especialista en Alquimia, al cual (estoy seguro) obedece el Antimonio. Ese es, precisamente, SANTIAGO EL MAYOR, el bendito Patrón de la Gran Obra. A él le obedece el Antimonio, en el sentido de que él es el encargado transcendental de la Alquimia, de la Gran Obra.

P.- Desde el punto de vista de nuestro Ser Individual, ¿podría usted explicarnos el sentido esotérico de las tres negaciones de Pedro, el Apóstol de Cristo?

R.- Hay tres purificaciones que debemos hacer, por el Hierro y por el Fuego. Quien no hace las tres purificaciones no consigue la cristificación. Pedro, con la cabeza hacia abajo, o crucificado con la cabeza hacia abajo, nos indica que hay que bajar a la “Novena Esfera” para trabajar con el Fuego y el Agua, origen de mundos, bestias y dioses. Toda auténtica Iniciación Blanca comienza por allí. Eso nos está indicado Pedro con su crucifixión.

Ahora bien, las tres purificaciones son las tres negaciones de Pedro. PRIMERA PURIFICACIÓN: Primera Montaña, la de la Iniciación. SEGUNDA PURIFICACIÓN: la Segunda Montaña, la de la Resurrección. TERCERA PURIFICACIÓN: cuando brilla la Estrella de ocho puntas y el libro de Job sobre la cumbre de la Segunda Montaña.

No se podría llegar a la Resurrección del Cristo Íntimo en nosotros, sin haber pasado previamente por las tres purificaciones a base de Hierro y Fuego.

Tres veces canta el Gallo, que es el Mercurio de la Filosofía Secreta, porque eso representa el Gallo, el  GAIO o IAO. El Cristo Intimo dice: «Y antes de que cante el Gallo por tercera vez, me habrás negado por tres veces»…  ¿Por qué? Porque tres veces tiene que BAJAR el Iniciado a los mundos infiernos para trabajar con el Fuego y el Agua.

Son tres purificaciones a base de Hierro y Fuego; por eso los TRES CLAVOS de la cruz, por eso el INRI sobre la cruz: IGNIS NATURA RENOVATUR INTEGRAM («El Fuego renueva incesantemente la Naturaleza»).

De manera que, el PEDRO INTIMO PARTICULAR, de cada uno de nos, realiza ese trabajo de negar al Cristo tres veces. No es que lo niegue, negándolo, sino que, sencillamente, tiene que bajara trabajaren la «Forja de los Cíclopes», en la «Novena Esfera», antes de lograrla Resurrección. Tiene que vivir entre los demonios en tres épocas, antes de RESUCITAR DE ENTRE LOS MUERTOS, antes de poder Resucitar, porque la Resurrección se hace en vida, aquí y ahora.

P.- Aunque es un poco distinto, quisiera preguntar lo siguiente: ¿el demonio de los celos pasionales es un producto del «Yo» de la lujuria?

R.- Pues si… los celos no existirían si no hubiera lujuria.

P.- ¿Cómo debemos entender el trabajo del Juan Intimo?

R.- Juan es el Verbo, la Palabra. El, obviamente, hablará dentro de nosotros con el Verbo de la Vida. El es la Palabra, el Verbo. Así lo debemos entender.