Yogananda. Escrito en Hollywood, California, 19 de diciembre de 1943
Os deseo una feliz Navidad a todos, y sé que desde vuestros corazones me enviáis el mismo mensaje de amor. Hoy vamos a concentrarnos especialmente en ese amor.
Cristo tiene dos naturaleza: Cristo hombre, y Cristo como el Espíritu en el hombre.
Cristo debe renacer en nuestro interior. Mostrar devoción al Espíritu de Cristo es mucho más importante que observar su nacimiento material y socialmente.
Cristo debe nacer en nosotros en su forma de Espíritu. Debe renacer en nuestra conciencia. Es por esa razón que os recuerdo que tenemos que celebrar unas Navidades espirituales el 24 de diciembre meditando varias horas ese día. Es una injusticia hacia Cristo celebrar su nacimiento, sólo, con banquetes y regalos. Eso está bien, pero la falta de una profunda comunión con el Espíritu de la Navidad es una omisión importante.
Estoy muy contento de que este mensaje –honrar el nacimiento de Cristo a través de la meditación- haya sido recibido y seguido por los buscadores de la verdad de todo el mundo.
Dondequiera que estés, intenta celebrar primero la Navidad espiritual y, después, la fiesta social. Debes observar las dos formas de hacerlo, ya que entonces descubrirás la llegada de un gran despertar. Al luchar por unirte con Dios, Cristo y los grandes Santos en Navidad, te preparas para iniciar el camino del nuevo año. Es una forma maravillosa de comenzar el año. A través de un mayor esfuerzo espiritual, debes intentar salvarte. Nadie más puede hacerlo por ti.
Cómo los Maestros observan el mundo
Tal vez te hayas preguntado, alguna vez, si las grandes Almas como la de Cristo desaparecen del mundo. No del todo. Observa lo ocupado que está Dios: Él, siempre en éxtasis, está ocupado haciendo funcionar este universo. Y todos los Santos y Maestros que han dejado la Tierra están también ocupados.
La primera vez que Lahiri Mahasaya llamó a Babaji para que se materializase, para satisfacer a unos amigos que dudaban, no le gustó mucho. “¿Para eso me llamas? -le preguntó Babaji-. Estoy muy ocupado.” Cuando un Maestro liberado dice eso, significa que está ocupado trabajando para Dios, haciendo su voluntad.
Los grandes Maestros están siempre activos; su misión es la de potenciar el bien en el mundo. Y eso sucede, ya que a través de las mentes receptivas, el poder del mal se debilita y el poder de Dios se vuelve más fuerte.
Cuando un gran Santo resucita en el Espíritu y toma una forma como respuesta a los devotos, es porque tiene que jugar una parte importante en el destino del mundo. Sé que Cristo está en comunión con Babaji en la India. Juntos vigilan el destino del mundo. Han intentado con mucha fuerza acabar con esta Guerra Mundial. Ellos y todos los Maestros resucitados tienen una determinada misión que realizar. ¿Quién coloca los pensamientos de paz en las mentes de algunas almas? Cristo y los grandes Maestros, que sufren a causa de esta guerra. No están ni mucho menos contentos con el estado actual del mundo.
Están intentando restablecer la paz y la armonía en la Tierra, y elevarla a un mayor estado espiritual. Pero no puede conseguirse si el hombre no lo permite.
Dios es todopoderoso. Podría acabar con la guerra mañana, pero si lo hiciese sería un dictador. Solía preguntarme por qué El y los grandes Santos no acababan con esta guerra. La respuesta es que para lograrlo tendrían que dominarnos con “milagros”, y Dios no quiere imponernos Su voluntad. Tampoco nos castiga o se venga de nosotros. Él no quiere convertir a sus hijos mediante la fuerza, sino a través de la persuasión y el amor.
La guerra la crea el hombre, no Dios, y nos sirve para aprender una lección –la lección de nuestra innata divinidad-, ¡pero qué terrible forma de aprender esa verdad! Dios sabe que no seremos totalmente destruidos, ya que somos Almas inmortales; pero nunca aprenderemos esa lección a menos que suframos.
¿Y no está Dios sufriendo también? ¿Crees que no quiere que seamos felices? Él permite que suframos a causa del mal para así aprender que el camino a seguir es el del bien.
Cristo no se ha ido – Te está observando
Si quieres conocer a Cristo tal y como fue en la tierra y del modo en que se ha aparecido a los santos a través de los tiempos, debes vivir su vida. Cuando es necesario, Cristo se aparece a sus devotos. Y si estás conectado a Él y practicas en tu vida diaria sólo una pequeña parte de lo que estoy explicando, le conocerás. Cristo no se ha ido. Ha dado su filosofía y está observando aquellas Almas que la practican. Debes vivir con los ideales de Cristo, y debes saber que te observa durante todo el tiempo.
¿Por qué no ves ni oyes a Cristo? Porque tus ojos y tus oídos físicos no están en conexión con Él. Ni siquiera puedes ver imágenes de televisión o escuchar canciones que fluyen a través del éter sin la ayuda de pantallas de televisión o aparatos de radio. El estado de inquietud espiritual te impide percibir sus sutiles vibraciones. Es por eso que no ves a Cristo y a los grandes Maestros hasta que aprendes a entrar en contacto con ellos.
Cristo está aquí; puede ser visto si miras interiormente al punto situado en medio de las cejas: el centro de la Conciencia de Cristo; ahí es donde se halla el ojo espiritual. Si quieres ver a Cristo, concéntrate en ese punto de visión espiritual. Si quieres recibir su inteligencia universal, tienes que sentir su Conciencia en tu ojo espiritual.
Después de su muerte, Jesús resucitó y permitió que cientos de personas le viesen. Al incrédulo Tomás le dijo: “Soy yo; tócame.” ¿Por qué materializó su cuerpo? Para que los demás pudiesen observarle y así saber que aquellos que están en contacto con Él pueden verle y saber que está allí.
San Francisco dijo, “Yo veo a Cristo cada noche.” Tú también puedes verle, tal y como yo le he visto muchas veces.
Hay una forma de hacer venir a Cristo. Él no puede ser tentado por riquezas, por sermones o por la devoción superficial. Él sólo vendrá al altar de tu corazón. Si hay suficiente amor y devoción en tu corazón entonces, y sólo entonces, Él vendrá a ti.
Comportarse como Cristo es difícil, pero te recompensa
Debes recordar que Cristo está todo el tiempo trabajando para ti. Y su trono se encuentra en tu ojo espiritual. Cuando estás en contacto con Él, en el centro de la Conciencia Crística, puedes sentir Su presencia, y verle durmiendo en un lecho de estrellas, danzando en tus sentimientos, descansando en el altar de tu devoción.
En cada pensamiento bueno se halla el hogar secreto de Cristo. Ahí es donde está. Pero Él no va a salir de su escondite a menos que aprendas a amar y empieces a vivir basándote en los principios de Cristo.
Cuando Cristo llegó a la Tierra, nació en Oriente. Se dice que cuando tenía quince años, su familia intentó prepararle el matrimonio. Como era la costumbre; pero Él decidió abandonar su hogar y se fue a la India y el Tíbet, donde pasó quince años en compañía de los Maestros.
Ya os he contado esto antes. Recordaréis que había tres sabios del Este que visitaron a Jesús el día de su nacimiento. Él les devolvió la visita durante esos años de los que no se explica nada en la Biblia. Después regresó a Jerusalén para predicar su mensaje. Pero muy pocas personas lo supieron apreciar. Sólo cuando murió algunos se dieron cuenta de quién fue realmente. Y las generaciones siguientes empezaron a construir iglesias en su honor. Aún y así, muy pocas personas al cabo de los siglos han vivido la vida de Cristo. Es por eso que millones de personas que se consideran cristianos no son felices ni están espiritualmente satisfechos.
Es muy sencillo aprender cosas de Cristo y de sus enseñanzas, pero practicar lo que dijo no es tan fácil. Yo he vivido la vida de Cristo en todos los caminos que han sido posibles. De modo que puedo deciros que la vida que Él enseñó es el único camino a la verdadera felicidad. Mucha gente piensa que vivir como Cristo es demasiado difícil. Es duro, sí, pero también es difícil ser rico o famoso; y grande es vuestra decepción cuando no lo conseguís.
Pero aunque halléis dificultades al intentar vivir la vida de Cristo, si tenéis perseverancia, recibiréis la mayor de las recompensas.
El monumento permanente del amor de Cristo
Jesús fue tan perfecto como el hombre puede ser. ¿Y qué le dio el hombre? En vez de ser apreciado, fue crucificado. Tú encuentras intolerables lo pequeños abusos por parte de los demás, pero piensa en lo que Cristo recibió a cambio de su amor. De todos los milagros que realizó, el más impresionante fue cuando dijo desde la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. A ese gran Cristo debemos nuestro tributo de hoy –a Él que ha establecido un permanente monumento de amor.
Lo mismo debemos decir durante la guerra: “Perdónales, Padre. Perdónales, porque no saben lo que hacen. Cegados por la ignorancia se están matando entre ellos. No tienen ningún odio hacia aquellos contra los que luchan. Los políticos les han conducido a la muerte”. El resultado final será que el hombre entenderá que la guerra no sirve para nada. Eso es todo. La guerra nunca solucionará ningún problema. Las bombas no acabarán con las disputas. El amor desarma al enemigo. Ningún poder en la tierra me haría coger una pistola y disparar a alguien.
Debemos recordar el monumento permanente que dejó Cristo en su consejo: “Amad al prójimo”. Todos somos hijos de Dios. Eso es lo que debemos aprender. Y el amor universal de Cristo se hará más fuerte cuando las naciones de la Tierra vean su error.
Ningún político ni monarca será jamás adorado como Cristo, ya que sus reinados se basan en el interés, o la avaricia o el odio. Son los principios universales de Cristo los que cambiarán las reglas de los políticos. La humanidad se ha vuelto loca porque el ejemplo de la vida de Cristo ha sido olvidado. Él no se impondrá físicamente. Debemos aceptarlo espiritualmente; sólo entonces recibiremos su bendición.
A través de mi Gurú aprendí el verdadero significado de las enseñanzas de Cristo. A vivir los ideales de Cristo. Fue en la India, con mi Gurú, Swami Sri Yukteswar, donde aprendí el verdadero significado de las enseñanzas de Cristo. Y nunca lo he olvidado. He sido capaz de salir victorioso de esta vida porque he aplicado esos principios eternos.
En el ashram había un chico más joven llamado Kumar, que había ingresado como discípulo poco tiempo después de que yo lo hiciese. Yo creí que era el favorito del Maestro, porque era rápido e inteligente, y yo era más lento. Estaba claro que él deseaba ocupar mi lugar en el ashram; de modo que mi Gurú le asignó mi posición y, a mí, me ofreció deberes menos importantes. Todo el mundo dijo que era una injusticia; pero en vez de escucharlo, me puse de parte de mi Maestro y les dije: “Mi relación con el Gurú no está condicionada al trabajo que hago. Le he jurado obediencia. Yo no he venido aquí para recibir alabanzas por mi trabajo. He venido para humillarme y olvidar mi orgullo”.
En el valle de la humildad, las aguas de Dios reposan en calma. Aquellos que te adulan a menudo tienen un objetivo egoísta. Nunca dejes que te sobornen con halagos. Cada cosa que nos sucede es una prueba de Dios, para ver cómo actuamos.
Y esa fue mi primera prueba en el ashram de mi Gurú. Yo no sería hoy Yogananda si no hubiese pasado esas pruebas con mi Gurú. “El Maestro tiene razón -dije a los devotos-. No sé por qué ha tomado esa decisión; pero sé que si me sintiese molesto, estaría equivocado”.
Un día, mientras estaba ocupado con mi trabajo, Kumar fue a quejarse de mí al Maestro: “Me pusiste al cargo del ashram, pero todo el mundo acude a él”.
El Maestro replicó: “Eso es lo que quería que aprendieses. Tú deseabas su posición; él nunca la quiso. Todos acuden a él porque está preparado naturalmente para ello. ¿Y por qué le dijiste a Yogananda que limpiase tus zapatos? Cuando él era el líder, ¿te lo pidió alguna vez?”.
Aprendí una gran lección de esa experiencia. Había sido probado, y esa prueba la había ganado. No seguí la forma de actuar de Kumar. No sólo dije: “Padre, perdónale”, sino que además aprendí a amarle. Y más tarde él siguió mis pasos. Esa es la forma de actuar de Cristo.
Ama a aquellos que abusan de ti. Cristo dice que si nos dan una bofetada, debemos ofrecer la otra mejilla; darle nuestro amor. Es una filosofía muy dura, pero yo he vivido de ese modo y sé que es lo único que funciona. La forma de practicar la filosofía de Cristo es empezando por nuestra propia familia.
Él te observa cuando te encuentras con tu familia, y vigila que sigas sus ideales y no los del mal. En la vida familiar, el examen consiste en mantenerse en calma y ser comprensivo. Si alguien quiere pelear, permanece en calma. Si estás casado y tu esposa se comporta erróneamente, debes seguir amándola. Vierte amor y cariño sobre aquél que no se comporta bien. Si tu amor no es comprendido, aquella persona a quien amas puede abandonarte; pero en el último día de su vida recordará que se portó mal contigo. Es mejor vivir en los corazones de los demás como alguien que les amó incondicionalmente, que persistir en su memoria como alguien lleno de odio.
Es natural amar a aquellos que te aman. Pero Jesús dijo que debíamos dar nuestro amor incluso a aquellos que abusan de ti. Yo he vivido con esa filosofía. He aprendido a amar a la gente a pesar de su comportamiento. Y si no aprendéis a hacerlo os costará muy caro. El error reside en uno mismo, no en los demás. No importa cuán perfecto sea el lugar que estás construyendo, siempre habrá alguien que llegue para interferir. Esa es la ley de este mundo. Pero debes seguir las leyes de Cristo; nadie puede hacerme daño si yo no quiero.
Jesús tenía el poder de destruir a sus enemigos. Yo también tengo ese poder. Podría hacer daño a los demás con sólo un pensamiento; pero nunca lo he hecho. Nunca he usado ese poder para vengarme. A medida que avanzas en el camino espiritual, tu voluntad crece.
Dios da a sus devotos un gran poder a medida que maduran. No puede dar ese poder a los demás, porque la gente se destruiría entre ella. Pero a medida que uno avanza espiritualmente, su poder aumenta. Si es tentado a utilizarlo contra los demás, se destruirá a sí mismo. El mal uso de su poder será su perdición.
Jesús dijo: “Si quisiese, podría tomar a doce legiones de ángeles de mi Padre”. ¿Pero qué hizo en vez de eso? Observó con tranquilidad. Ni siquiera intentó defenderse. Esta es la forma divina de sobreponerte a tus enemigos. Permanece en calma; ya que en el momento que ayudes al que actúa mal con una riña, habrás fracasado en tus ideales. Cuando hay una pelea, es porque hay dos partes envueltas en ella. De modo que no puede haber una pelea si tú no quieres participar en ella.
La única forma de vencer a tu enemigo es siguiendo el ejemplo del amor de Cristo. Dios tiene el poder de destruirnos en un instante; pero no lo hace, aunque le damos muchos motivos para hacerlo. Él da amor en vez de odio. Y espera que nosotros sigamos su ejemplo. Cada uno de nosotros debe vivir esa vida.
Nadie puede pelearse conmigo. De ese modo he conseguido llegar aquí. Si quieres conocer a Cristo tienes que salir victorioso de cada prueba.
Cómo un hombre pendenciero llegó a cambiar
En Nueva York había un escritor hindú que no podía aguantar a nadie. Siempre se estaba peleando con alguien. Un día se enfadó conmigo. Empezó a discutir con mis amigos y entonces entró en mi habitación y empezó a insultarme. “¿Cómo van los negocios?” Me preguntó, insinuando que debía estar haciendo mucho dinero con mis clases y mis charlas.
El dinero no es ni malo ni bueno, es su uso el que puede ser correcto o equivocado. Puedes utilizar el dinero para hacer el bien o para hacer el mal. Todo lo que yo he recibido lo he destinado a la labor de Dios.
Mientras el escritor me insultaba, mis compañeros me miraban diciendo: “Dínoslo y le echaremos de aquí”. A mí me preocupaba que ellos perdiesen el control y le echaran a la calle.
De modo que cuando hizo mayores acusaciones yo le respondí: “Tal vez tengas razón”. No le dije que tenía razón, simplemente, “Tal vez tengas razón”.
Al cabo de un rato, pedí a mis amigos que abandonaran la habitación. El escritor se desplomó en su silla y me dijo: “Por primera vez en mi vida me han dado una lección”.
“Aún no he empezado -le respondí-. ¿Por qué un hombre inteligente como tú se comporta de esta manera? Sólo estabas poniendo de manifiesto el tipo de persona que eres. A mí sólo me importaba que mis amigos no te pegasen una paliza”.
“Tienes razón -dijo. Cuéntame más”.
De modo que dije: “Sabes que los buitres vuelan muy alto, pero su mente está en la carroña del suelo. Esperan su oportunidad, entonces bajan en picado para comerse la carne muerta. Tú te comportas de ese modo. Te gusta ir dondequiera que hay gente peleando y discutiendo, y acabar con los restos. Eres conocido en todas partes por tu mal comportamiento”.
“¿Qué debo hacer?”-Preguntó.
Yo le respondí: “Cuando veas una pelea o una discusión, vete; no contribuyas. Si alguien te insulta o dice que eres un demonio, eso no te convierte necesariamente en uno. Lo mejor bajo estas circunstancias es permanecer quieto. Si no peleas, ¿quién puede pelear contigo? Y si aún y así esa persona te da una bofetada y tú no respondes, esa bofetada le quemará en su mano durante el resto de su vida. Pero si se la devuelves, sólo querrá pegarte doce veces con más fuerza”.
Si te relacionas con mofetas, no puedes oler las rosas
La gente malvada no quiere cambiar su forma de ser. Lo mejor es permanecer alejado de esas personas. Pero si te juntas con mofetas no puedes oler las rosas. Sólo parece que el mal es más abundante que el bien porque el mal cuesta más de olvidar. Si alguien te hace daño, te acuerdas. Pero en vez de concentrarte en eso debes pensar en todas las cosas buenas del que te ha hecho daño. No deben importarte los insultos de los demás. Y nunca dejes que nada te haga empezar una pelea, o incites a alguien para que pelee contigo.
Numerosas son las cicatrices que tengo por hacer el bien. Pero si me importasen no estaría aquí; estaría en el Himalaya. Las cicatrices merecen la pena, porque ayudan al desarrollo espiritual. Sólo aquellos que viven la vida de Cristo y pasan sus pruebas le hallarán.
Nunca habría venido a mí si hubiese devuelto las bofetadas cuando han sido injustos conmigo.
La gente te tratará injustamente –así es el mundo. La tierra no es un lugar perfecto. Tomad por ejemplo al mosquito. Podríais pensar que tiene bastante con nuestra sangre, pero no. Además nos inyecta un poco de veneno en nuestro organismo, y a veces acarrea gérmenes que producen enfermedades, o la muerte. Algunas personas son así.
Las heridas del Alma son peores que las heridas de la batalla
Yo tenía un carácter terrible cuando era pequeño, pero un día me dije: “Si quieres llevar el bien a la tierra, no debes perder tu temple”. Me prometí destruir el enemigo de mi alma; y hasta hoy no le he hecho daño a nadie. Las heridas del Alma son peores que las heridas de la batalla. No dejes que el odio ni la ira hieran tu Alma. Las heridas del cuerpo desaparecen con el cuerpo; las heridas del Alma son terribles. Aquellos que pierden la batalla de la vida al sucumbir al odio se pierden a ellos mismos. Esas heridas permanecen en el Alma; irán contigo más allá de la tumba y durarán encarnaciones.
La ira y el odio no sirven para nada. El amor te recompensa. Puedes acabar con alguien, pero cuando se levante intentará destruirte. ¿Cómo puedes decir que le has ganado? No lo has hecho. La única manera de ganar es mediante el amor. Y donde no puedas hacerlo, entonces guarda silencio o vete y reza por aquella persona. Debes amar de este modo. Si practicas esto en la vida, hallarás un amor más allá de todo entendimiento y conocerás a Cristo. ¿Por qué no deberías resultar victorioso de esta forma?
Líbrate de esas cualidades oscuras que causan sufrimiento en tu Alma. Pulverízalas. Yo he destruido esos enemigos y ahora soy libre. Tú también debes destruirlos.
No ensucies tu Alma con aquellos que hacen daño
Recuerda: no te mezcles con aquellas personas que hacen el mal. Dales tu bendición. Dales tu amor y no permitas que te obliguen a rebajarte a su nivel. No dejes que te insulten.
Simplemente permanece en silencio. Dios podría hablar y hacer temblar el mundo, pero no lo hace. Nos ha dado libertad para actuar bien o mal, y está esperando silenciosamente que cambiemos nuestro comportamiento erróneo. Esta es la forma de actuar de aquellos que aman a Dios. Sufren en silencio. Si alguien les causa sufrimiento le dicen: “De acuerdo, si eres feliz haciéndome sufrir, adelante”. Es un maravilloso ideal.
Del mismo modo, cuando te hagan daño, permanece en silencio. En tu interior no sientas ni odio ni rencor. Si alguien te habla de un modo ofensivo, permanece callado o di: “Lo siento si te he ofendido de alguna forma”, y permanece en silencio. ¿Qué puede hacer esa persona, entonces?
Yo he practicado estas cosas en mi vida. Nadie puede hacerme pelear, ni siquiera si me pega. El ejemplo de Cristo es que estamos aquí para amarnos los unos a los otros. Nunca debemos vengarnos. No conocéis la fuerza que se obtiene de ese autocontrol y ese amor.
Cuando viváis el ejemplo de Cristo, seréis capaces de verle. Es como una fragancia que todo lo invade. Pero Él sólo trabaja a través de Almas sensibles. Si llamas a Cristo con tu corazón y has aprendido que nunca debes dejar de vivir con humildad y amor, y a meditar profundamente en Dios, Cristo vendrá a ti. Le podrás ver en carne y hueso, del mismo modo que apareció ante Babaji, San Francisco y los demás que están en sintonía con él.
Este ha sido mi mensaje de Navidad para vosotros, para que sepáis donde está Cristo hoy, y veáis qué está haciendo, y cómo podéis hallarle.