«Y llegaste a Crisa, al pie del nevado Parnaso, una ladera orientada al Céfiro.
Por encima de ella se cierne una peña y corre a sus pies un profundo valle, escabroso.
Allí decidió el soberano Febo Apolo construir su templo encantador, y dijo estas palabras:
Aquí pienso procurarme un templo hermosísimo a fin de que sea oráculo para los hombres…»
Himno Homérico III a Apolo
Dónde está el Santuario de Delfos y el Dios Apolo
Protegido por las montañas Fedríadas, es decir, «las Brillantes», que forman el Parnaso, junto a las montañas de las Musas, el Helicón, Delfos se halla suspendido cerca del acantilado que domina el valle del río Pleisto, sombreado de olivares, y el golfo de Corinto.
La luminosidad de las aguas y la majestad de las montañas no podían dejar de ser una metáfora perfecta para despertar en el alma de los griegos un sentimiento de religiosidad profundo.
En griego existe un término que evoca la percepción exaltada e inquietante de una presencia sobrenatural: thámbos.
Y este paraje lo despierta.
Delfos era un lugar del que las aguas surgían con abundancia, y nutrían con varias fuentes al santuario.
La fuente de Casotis se encontraba cercana al templo de Apolo, en el santuario de las Musas y de la Tierra. Era tenida por el lugar donde la Pitia bebía el agua que le ayudaba en la pronunciación del oráculo.
La fuente Castalia, en el camino que lleva a Marinaría, estaba construida en la pared de la roca. A esta fuente es a la que se le atribuían poderes oraculares, y se la inmortalizó poéticamente.
A la fuente Castalia solía ir la Pitia para hacer abluciones y lavarse los cabellos.
Consta en realidad de tres fuentes, de las que la más famosa es la de Época Helenística.
La mitología cuenta que Castalia fue una muchacha de Delfos, que al ser perseguida por Apolo se arrojó a la fuente que lleva su nombre.
Las divinidades del Santuario de Delfos
El santuario de Delfos acogía a dos divinidades de carácter opuesto.
Durante los tres meses de invierno Apolo abandonaba su santuario para ir a purificarse en el valle de Tempe por la muerte de Pitón. Dioniso guardaba entonces el santuario durante su ausencia.
Delfos fue considerado durante mucho tiempo el centro del mundo.
El filósofo Anaximandro, en el siglo VI a.C., realizó la primera carta de la tierra habitada, y en su idea y conocimiento el santuario se hallaba en el centro exacto del disco terrestre.
Creencia universal explicada a través de un mito: Zeus eligió dos puntos opuestos del mundo y desde allí soltó dos águilas que se encontraban en un punto concreto, en Delfos.
Ónfalos
Ese lugar fue marcado en el suelo con una piedra cónica rematada por dos águilas doradas, esta piedra fue llamada el ónfalos, es decir, el ombligo.
Hesíodo, en la Teogonía, 497-99, dice: «…Zeus la fijó sobre la tierra de anchos caminos en la muy sagrada Pitó, en las cavidades del Parnaso, para que fuera un símbolo para la posteridad, maravilla para los hombres mortales…»
En verdad, antaño existían dos ónfalos uno de piedra y otro de mármol.
Dice el trágico Eurípides en su obra Ión:
«(Coro) ¿Es verdad que la casa de Febo encierra el mismo ombligo de la tierra?
(Ión) Sí, cubierto de guirnaldas y rodeado de Gorgonas».
Probablemente uno de los ónfalos tenga relación con un antiguo culto al dios Cronos, que también se hallaba en el santuario.
Rememoraba el momento en el que esta divinidad comió una piedra en vez de a su hijo menor, Zeus. Cronos devoraba a sus hijos para evitar un oráculo que le advirtió que sería destronado por un hijo varón.
El ritual consistía en ungir la piedra (expulsada por Cronos de su vientre) en aceite y cubrirla con lana virgen.
Evidencias Arqueológicas.
La zona en la que se ubica Delfos ha mostrado evidencias arqueológicas desde hace unos 4000 a.C.
En una cueva cercana, la de Coricio, se han encontrado utensilios que responden a la celebración de un culto a una divinidad femenina.
Más adelante la cueva fue consagrada al dios pastoril Pan y a las Ninfas.
Los primeros asentamientos humanos de los que se tienen huellas proceden del Segundo Milenio, cerca 1400 a.c., en la época de los griegos micénicos.
A fines del Segundo Milenio, hacia comienzos del Primer Milenio a.c., los testimonios van decreciendo, y no será hasta el siglo VIII a.c.. cuando aumenten gradualmente.
La mitología nos informa de que el primer templo erigido se construyó con cera de abejas y plumas. El segundo fue elaborado con tallos de helecho entrelazados. El tercero, con ramas de laurel.
El cuarto lo edificó el dios de la fragua, Hefestos, con bronce, decorándolo con aves canoras posadas en el techo. El quinto con piedras labradas. Y el sexto corresponde al templo actual.
Sabemos por un exvoto de bronce hallado en la zona, que ya los griegos micénicos teman un culto al Apolo Pitío.
En la época del primer templo, aproximadamente en el siglo VII a.c., los corintios ofrecieron el primer tesoro de piedra. Los argivos consagraron las primeras grandes estatuas de mármol, las de Cleobis y Bitón. Y los naxios una esfinge alada que levantaron sobre una alta columna.
En el siglo VI a.c. un incendio destruyó el templo y la familia ateniense de los Alomeónidas construyó el primer templo de mármol, dándole al santuario su configuración clásica.
El Santuario de Delfos y el Dios Apolo. Relevancia
El santuario fue adquiriendo desde el siglo VIII a.c. una importancia relevante.
En la época de las colonizaciones se dice que éstas no se llevaban a cabo sin una consulta previa al oráculo de Delfos, para que Apolo diese su aprobación en la fundación de alguna determinada colonia.
En un principio el culto que se desarrollaba en Delfos era el de la Diosa Madre Tierra, Gea. Y en un papel secundario a Poseidón, que al parecer conservó posteriormente una capilla para su culto, el «Poteidanion».
Tras el culto de la Diosa Madre Tierra, según la mitología, la hija de ésta, Themis llevó las riendas del oráculo, que luego pasó a manos de Phoibé, hasta que llegó Apolo a instaurar su culto, después de dar muerte a la dragona conocida como Pitón.
Nos cuenta Diodoro que un día, el pastor Córelas, paseando a su rebaño de cabras, pasó por delante de un agujero que había en el suelo y observó como las cabras, al asomarse, comenzaban a saltar y a dar balidos.
El pastor, al aproximarse también sufría los mismos síntomas y a su efecto le permitía predecir el futuro. Muchas personas acudieron a este lugar y por el efecto de la posesión divina saltaban al agujero desapareciendo.
Por ello, aparece la figura de la Pitia y los habitantes nombran a una mujer, una muchacha virgen, como única profetisa.
A fin de que pudiese realizar su función de intermediaria, se fabricó un aparato con tres patas al que llamó trípode.
Apolo Pitio
El Himno Homérico a Apolo Pitio nos habla del nacimiento de esta divinidad y de su llegada a Delfos (en cuya figura, vida y hechos ya nos centraremos más adelante). Escrito en el siglo VI a.c. fue el preludio de las grandes recitaciones épicas.
Exalta la antigüedad del oráculo y explica por qué es adorado Apolo.
Apolo llegó a Delfos porque la sacerdotisa, la ninfa Telpusa, de un santuario oracular de Beocia, le aconsejó que buscara un lugar donde instaurar un templo con su culto. Y le habló de Delfos, sin prevenirle de la existencia en este lugar de un dragón. Sin embargo, Apolo llegó y de un flechazo mató al dragón, y mientras expiraba le dijo:
«Pytheu», es decir, » ¡púdrete!», por ello al dragón se le conoció como Pitón.
Organización del Santuario
El Santuario de Delfos y del Dios Apolo necesitó de una excelente organización y de un número elevado de personas que orientase a los peregrinos. Esas personas (llamadas «Hosioi», esto es, «santificados») y la Pitia eran asistidos por numerosos subalternos.
Los sacerdotes eran elegidos de por vida, y su función principal era preparar las fiestas anuales y cuidar del mantenimiento de la estatua de Apolo.
Los Profetas y «Hosioi», de origen aristocrático, interpretaban si el estado de la víctima era propicio o no para la consulta y proclamaban la «hosia» o «rito sagrado». Asistían a la profetisa y velaban por el buen funcionamiento del oráculo.
Normalmente había un único profeta, mas, en ocasiones, se le sumaba otro más, así uno introducía a los peregrinos en el templo, y otro los acogía a su llegada al ádyton, que era una sala sagrada que se hallaba en la parte posterior del templo griego con entrada independiente e incomunicada de la Celia.
La Pitonisa en un principio era una muchacha joven y virgen, mas, después de sufrir un abuso de un hombre de Tesalia se optó por su sustitución por una mujer de más de cincuenta años vistiendo como una joven. El único requisito era tener una disposición para la inspiración. Entonces la Pitia era nombrada de por vida.
Funcionamiento del Oráculo
El oráculo funcionaba una vez al año, el día siete del mes de Byzios (febrero/marzo), día del nacimiento de Apolo. Luego, hubo consultas mensuales, ordinarias y extraordinarias. Las ordinarias eran complejas dado el número de consultantes que llegaban.
Por ello, la ciudad de Delfos instauró el privilegio de «promantía». Así se organizaba el derecho a consultar el oráculo con prioridad a quien tuviese dicho privilegio, pero siempre entre los miembros de la misma categoría.
Por otro lado, siempre consultaría un griego antes que un bárbaro y un ciudadano de Delfos antes que otro ciudadano griego.
El rito de consulta obligaba a consagrar una ofrenda. Era el pélanos, una torta hecha de harina, miel y aceite en forma de luna, o un pastel de harina de trigo y cebada. Esta ofrenda se sustituyó posteriormente por un impuesto en metálico.
El Sacrificio.
A continuación se realizaba un sacrificio para saber si el dios estaba dispuesto a responder. Al principio se observaba a través del vuelo de las aves; si bien lo normal era observar el comportamiento de la víctima.
El sacrificio consistía en introducir una cabra pura bajo el agua fría de la fuente de Castalia, y, si permanecía inmóvil, su disposición no era apta. Mas cuando el animal se movía, debía hacerlo de forma especial.
Sin estos preludios se podía forzar el oráculo a una lectura, y esto era peligroso, dado que los dioses, en este caso Apolo, podían indisponerse.
Pasada la víctima estos exámenes, ya estaba dispuesta para su sacrificio en un altar. Y por último se realizaba un sacrificio en honor de la antigua divinidad, la Madre Gea, del primer santuario de Delfos.
Después de todos estos sacrificios, el consultante podía descender al “manteion” y sentarse en el ádyton, donde le esperaba la Pitia, el profeta y los Hosioi. Dentro del templo, el consultante debía entregar otra ofrenda (parte de una víctima o entera) y depositarla sobre la mesa sagrada.
Cómo era el Templo
Según Plinio, el interior del templo o mégaron, tenía las paredes pintadas por Aristodeides. De las columnas, muros y vigas colgaban todo tipo de ofrendas. También estaban de pie o en el suelo (liras, trípodes, mesas de bronce, pateras, calderos, cráteras, broches, e innumerables cintas bordadas con palmas y victorias). Había estatuas de Apolo, Zeus y las Moiras. Y un altar consagrado a Dionisio, y otro a la diosa Bestia.
Según Heródoto, el ádyton era un lugar al que había que descender. Era una instalación subterránea de donde saldría el pneuma o emanación de vapor perfumado que inspiraría a la Pitia. En el ádyton se hallaba el trípode.
También se hallaba laurel en el templo, que la Pitia masticaba, o sostenía su rama en su mano, o bien ella sacudía el árbol para favorecer la inspiración.
Y además estaba el ónfalos revestido con el agrenon, una red de lana decorada con joyas en forma de cabeza de Gorgona. Se hallaba cubierto bajo un baldaquino apoyado sobre el muro junto al trípode y el laurel.
La Pitonisa
Solía la Pitonisa sentarse en esta piedra para pronunciar oráculos. Se consideraba que era la tumba del héroe-serpiente, la dragona llamada tras su muerte Pitón.
Había bancos donde los consultantes se sentaban acompañados de un profeta, aguardando la respuesta de la Pitia que se hallaba detrás de una cortina.
La Pitia acostumbraba a quemar harina, cebada y laurel antes de bajar al lugar donde profetizaba.
Vestía un simple peplo (vestido femenino en forma de túnica), y ceñida a la cabeza una corona de laurel.
Antes de la consulta se purificaba en la fuente Castalia. Luego ofrecía ante un altar de Bestia su pélanos y se sentaba, bien en el trípode o en el ónfalos.
Una vez formulada la pregunta, la Pitia entraba en trance, delirio, como decía Platón «enthousiasmós» o «posesión divina». Según éste: «mientras conserva su razón, el ser humano es incapaz de hacer una obra poética o de cantar un oráculo».
Las consultas al Oráculo
Los temas planteados al oráculo iban desde las cuestiones más cotidianas, como si era preferible o no casarse, hasta los asuntos de trascendencia política.
No dudamos que habría individuos con necesidades de orientación espiritual. No obstante, en general, las respuestas eran ambiguas o enigmáticas, por lo que se requería tener una comprensión intuitiva.
Si la pregunta era oral, la sacerdotisa respondía con versos.
Si el consultante proponía varias respuestas, se echaba a suertes lanzando habas: una blanca y otra negra, como respuesta afirmativa o negativa respectivamente.
Y si la pregunta era oficial, se entregaba sellada por escrito.
Al parecer las consultas por escrito se grababan en láminas de plomo o estaño, se enrollaban, se envolvían en lana, y se depositaban en una hidria de bronce. Luego, el sacerdote la sacudía y las introducía en dos hidrias distintas, de plata y oro; finalmente, la Pitia elegía de entre las dos hidrias.
El papel esencial del oráculo era ofrecer al hombre la bendición divina de sus actos y proyectos.
El Santuario de Delfos y el Dios Apolo. Devoción
Desde fines del siglo VII a.c. hasta época helenística, ciudades-estados y particulares manifestaron su devoción a Apolo construyendo monumentos, dedicando tesoros, estatuas, etc.
El edificio más importante lo constituía el templo de Apolo reconstruido a fines del siglo VI a.c. por los Alomeónidas, familia ateniense, rodeado de un períbolo sin puertas.
Conservamos parte de las esculturas del frontón oeste decorado con la Llegada de Apolo y su Recibimiento en Delfos.
A la entrada del templo, como saludo a los peregrinos, se inscribieron dos máximas, cada una en una estatua consagrada al dios Bermes, y que decían Gnóthi seautón, o sea, «Conócete a ti mismo», y Agán médén, es decir, «Nada en demasía», atribuidas por la tradición a Quilón de Esparta y Solón de Atenas respectivamente.
Otra máxima era Heeou theoi, esto es, «Ve hacia la Divinidad».
En el templo de Apolo, en un lugar destacado aparecía (hay quien ha pensado que es una ofrenda religiosa) una E, epsilón.
La grafía de esta letra, aparte de la vocal /e/, representaba en el alfabeto griego al número Cinco, que recuerda a cinco sabios (Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Solón de Atenas, Biante y Pitaco); por su situación en la lista de vocales griegas designa al Sol.
También recuerda a la conjunción interrogativa griega, transcrita Eí, que usaban los que consultaban el oráculo, esto es «Si…».
Pero, además, es «(Tú) Eres». La Divinidad existe, no en el tiempo, sino en la eternidad. El Ser divino llena la sucesión del tiempo en un único presente. Así los que le honran lo hacen, le saludan y le dicen «(Tú) Eres».
Otras particularidades del Santuario de Delfos y del Dios Apolo
En la celia del templo, se mantenía el fuego perpetuo, donde se había matado a Neoptólemo. Este fuego perpetuo es alimentado con madera de abeto y laurel como incienso.
En el siglo VI a.c., los Alomeónidas fundan la Anfictionía de Delfos, que agrupaba a los amphiktyones, es decir, «los que viven en las cercanías». Formados por pueblos de la Grecia Central y el Peloponeso, su Consejo se reunía una vez al año y debatía asuntos de interés religioso. Sin embargo, esta Anfictionía degeneró en asuntos políticos entre las ciudades griegas.
En los frontones del templo aparecían Apolo, y su hermano de padre, el dios Dionisio, con su Tíasos, esto es, su cortejo formado por Bacantes.
Al parecer, siguiendo a la mitología, Zeus llevó los miembros mutilados del dios Dionisio a Apolo, quien lo enterró en su santuario, o cerca del oráculo o bien cerca del trípode de la sacerdotisa pítica. Los Hosioi le ofrecían en secreto en el templo de Apolo un sacrificio.
Ante la fachada del templo se erigió una estatua colosal de Apolo de una altura aproximada de 16 metros, que, según Pausanias, estaba construida en oro, o bien en bronce dorado.
Las ofrendas
Las ofrendas que se realizaban podían ser de dos tipos: unas, monumentales, y otras, constituyendo un edificio, llamadas «Tesoros» en los que se guardan otras ofrendas.
Ejemplo de ofrenda monumental lo constituye la Esfinge de los Naxios (circa 570 a.C.), alzada sobre una columna jónica a más de doce metros de altura. O las estatuas de los Kouroi, o «Jóvenes», Cleobis y Bitón, realizada por un escultor de la ciudad de Argos, Polymedes.
Sobre Cleobis y Bitón cuenta Herodoto que eran dos hermanos de Argos, hijos de la sacerdotisa de Hera. Un día teniendo que visitar su madre el Heraion (templo de Hera), y no pudiendo encontrar al buey blanco, que estaba en los campos, los dos hermanos se uncieron al carro y tiraron de él hasta el santuario.
La multitud le decía que era afortunada de tener tales hijos, y ella hizo una plegaria a la divinidad para que premiara a sus hijos. Esa noche, cuando dormían en el Heraion, en un sueño, Cleobis y Bitón, morían plácidamente.
En cuanto a los tesoros, eran pequeños edificios cerrados, que seguían la planta de un pequeño templo, donde se depositaban ofrendas de forma independiente, construidos en mármol, toba o piedra calcárea.
Según Hesíodo, Homero consagró en el santuario una copa de plata, al haber ganado un certamen con un epigrama para la tumba del rey Midas; la copa de plata llevaba esta inscripción:
Soberano Febo, yo Homero, te entrego este bello regalo por tu discreción. Ojala tú siempre me concedas fama.
El Tesoro de los Atenienses y otros Tesoros
De entre otros tesoros conservamos el «Tesoro de los Atenienses», en cuyas metopas se representaban las hazañas de Heracles y Teseo, y fue una ofrenda de Atenas por la victoria de Maratón sobre los persas.
En el muro sur fueron grabadas las «partituras» de dos péanes o himnos a Apolo, compuestos por músicos profesionales de Atenas.
Se cuenta que Pitágoras hacía cantar en primavera uno de éstos péanes a sus discípulos para purificarles y darles el sentimiento «de estar serenos y vivir en la medida y armonía».
Del resto de tesoros, el «Tesoro de los Simios» fue el más acaudalado y notorio, pues cada uno de sus lados fue decorado con temas y estilos diferentes.
En su fachada había dos Cariátides, levantadas sobre un pedestal, y además contaba con las más numerosas y ricas piezas votivas.
El «Tesoro de Cnido» también contaba con dos Cariátides, y numerosos personajes se desplegaban en múltiples y vivos colores (rojo, azul, verde, amarillo y naranja) y realces en bronce brillante para las armas y los cascos.
El Pórtico de los Atenienses
Debajo del templo de Apolo, se levantó un muro, aprovechado para levantar el Pórtico de los Atenienses, en cuyas paredes fueron grabadas las inscripciones de las actas de liberación de esclavos. Lo cubría una serie de baldosas y una fila de estatuas a cada dos metros.
En el Pórtico de los Atenienses figuraban escudos y barcos que rememoraban la victoria marítima de Atenas en el 429 a.c. Era sostenido por una columnata jónica, y en el fondo se leían textos escritos.
Al sur del Pórtico había una plaza de carácter sagrado llamado «Área», utilizado para determinadas ceremonias y fiestas, como las del Septerion, celebradas cada ocho años.
Aquí se encontraron objetos del culto, como una estatuilla femenina, que levanta en sus manos un quemador de perfumes ovoide. Su imagen recuerda la expresión del rostro de la de la diosa Atenea Pensativa, que se guarda en el Museo de la Acrópolis de Atenas.
Otros edificios del Santuario
En el santuario se encontraban edificios de función pública como el Lesque, ofrecido por los Cnidios, donde antiguamente se reunían y trataban de las cosas serias y de las fábulas. El edificio contaba con pinturas de Polignoto de Tasos (pintor del siglo V a.c.). Luego, estaban el Pritaneo, o Comité Administrativo de Delfos, y el Bouleuterion o Asamblea.
Incluso contaba el santuario con un teatro, marco arquitectónico de los Juegos y Concursos Píticos.
En época helenística, el santuario de Delfos empezaba a dejar de construir monumentos para enriquecerse con valores más utilitarios, como la acumulación de objetos y de plata. En esta época, siglo III a.c., proliferan los más abundantes testimonios escritos en estelas, en los muros o en los monumentos.
Algo más apartado, hacia el Oeste, se encuentra el mejor estadio conservado de Grecia.
Era el lugar natural de las pruebas «gímnicas», es decir, «físicas», las de los Pitia o los Solería, aparte del lugar de las manifestaciones culturales.
Incluso el músico Sátiros de Sanios, en el siglo II a.c., interpretó en el estadio un himno «para el dios y los griegos».
Templo de Atenea Pronoia
En los alrededores de Delfos se encontraba un templo dedicado a la diosa Atenea Pronoia.
La construcción de su santuario mejor conservada era un Thólos, de función desconocida, realizado en mármol por Teodoro de Focea, y que rodeó de columnas de orden dórico. En época romana albergó a estatuas de emperadores.
Entre este santuario y el de Apolo se localizaba un gimnasio, que como sucedía en la Antigüedad (Grecorromana) era lugar de formación física, intelectual y moral («Mens sana in corpore sano», esto es, «Una mente sana en un cuerpo sano»).
Ocupaba dos terrazas superpuestas, la superior era la pista de entrenamiento para correr, la inferior contaba con el lutrón o baño al aire libre, la palestra y las termas.
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