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El Linaje del Espíritu

La Interdependencia de las cosas.

Vivimos bajo la falsa ilusión de que somos independientes, de que por si solos podemos conseguir algo, sin darnos cuenta de y hasta que punto nuestra vida depende de la ayuda y el apoyo de los demás.

Existe en nosotros este concepto equivocado de querer considerarnos independientes, pero si estudiamos el hecho sobre las numerosas personas que participan en la creación de todas nuestras posesiones materiales, por ejemplo: la camisa que usamos, imaginamos el campesino que cultivó el algodón, a continuación el que le vendió el tractor, luego los cientos o miles que participaron en fabricar el tractor, los que extrajeron el mineral, los diseñadores del tractor, los que procesaron el algodón, los que tejieron la tela, los conductores del camión que transportaron la camisa a la tienda, las dependientas, etc. Uno viene a darse cuenta que todos los aspectos de nuestra vida son el resultado de los esfuerzos de los demás. Por eso nuestra preciosa independencia no es más que una fantasía.

Si ahora analizamos los factores necesarios para gozar de una vida feliz, como la buena salud, los buenos amigos, etc., veremos que todos esos factores también dependen en cierta manera de nuestros semejantes.

Para mantener una buena salud se necesitan los medicamentos fabricados por otros, y servicios sanitarios ofrecidos por otros.

Si examinamos las cosas que nos ofrecen bienestar descubriremos que no existe ningún objeto que no tenga conexión con otros.

Descubriremos que en la fabricación de esos objetos han intervenido muchas personas directa o indirectamente, por eso todos esos factores se hallan unidos con el esfuerzo y cooperación de otras personas.

Debido a todo esto en el proceso de relacionarse con los demás aunque suponga a veces momentos difíciles, disputas, etc., debemos mantener una actitud de amistad y cordialidad de forma que la interacción con ellos nos proporcione una vida feliz.

Nuestra necesidad de los demás es paradójica, ya que al mismo tiempo nuestra educación y cultura exalta la independencia, anhelos, a la conexión con las otras personas.

Centramos toda nuestra energía en encontrar esa persona que cure nuestra soledad y sin embargo al mismo tiempo fortalecemos la idea ilusoria de querer ser independientes.

El objetivo real y auténtico de cada uno de nosotros es llegar a conectarse con todos los seres humanos.

Todos los investigadores de las relaciones humanas están de acuerdo en que la relación con los demás es necesaria. Está claro que el acercamiento con los otros promueve tanto el bienestar físico como el psicológico.

Al observar los beneficios de la relaciones humanas los investigadores médicos han descubierto que las personas que tienen amigos íntimos a los que dirigirse para buscar seguridad, empatía y afecto son los que más posibilidades tienen de sobrevivir a los desafíos como infartos, operaciones y las menos propensas a padecer enfermedades como cáncer, enfermedades respiratorias, etc.

Un estudio de más de mil pacientes con enfermedades cardíacas del Centro Médico de la Universidad de Duke, descubrió que entre los que “no” tenían un cónyuge o una amistad se daba un índice de mortalidad en los cinco años posteriores de enfermedad cardiaca, tres veces mayor que los que tenían cónyuge o amigos.

Otro estudio efectuado sobre miles de residentes del condado de Alameda (California), en un periodo de nueve años demostró que quien contaba un apoyo social y relaciones amistosas tenían índices más bajos de mortalidad y cáncer.

Durante el transcurso de los últimos años se han realizado múltiples investigaciones de diferentes científicos que examinaron la relación entre amistad y salud.

Todos los investigadores llegaron a la misma conclusión, las relaciones amistosas benefician la salud, e igualmente son importantes para mantener una salud emocional. De hecho el psicoanalista y filósofo llamado Erich Fromm decía que el temor básico de la humanidad es verse separado de los demás seres humanos, y estaba convencido que la experiencia de la separación de los demás constituía una de las fuentes más grandes de ansiedad.

Otro científico John Bowlby decía tras todas las pruebas experimentales que realizó, que la separación con las personas que nos cuidan, madre-padre, en la última parte del primer año de vida crea inevitablemente temor y tristeza en los bebes.

Por tanto, es un hecho que la propia ciencia está de acuerdo en la importancia de las relaciones humanas.

En un libro titulado “Comportamiento íntimo de Desmond Morris”, se define la relación íntima como: intimar significa acercarse.

Si analizamos la raíz de la palabra intimidad del latín “íntima” significa interior o muy interior, por eso algunos otros científicos dicen:

El deseo de intimidad es el deseo de compartir con otro lo más profundo de sí.

Otros estudios del tema llegan más lejos, y su definición es más amplia el incluye nuestra relación con objetos inanimados: árboles, estrellas…etc.

Si lo que buscamos en la vida es la felicidad, y la relación es uno de los ingredientes importantes para una vida feliz, está claro que debemos orientarnos a un modelo que incluya todas las formas posibles de relación humana (en síntesis consiste en la voluntad de abrirnos a todos nuestros semejantes: a la familia, amigos y hasta los extraños, creando así vínculos genuinos y profundos basados en que todos somos seres humanos.

Si alguien vive aislado, al final experimentará mucha frustración, porque su naturaleza humana es ser social.

A menudo pensamos en la soledad como un padecimiento particularmente difundido entre los ancianos, sin embargo las investigaciones revelan que los adolescentes y los jóvenes también se encuentran solos con la misma frecuencia que los ancianos.

Muchos investigadores han estudiado el tema de la soledad y han descubierto que este tipo de personas solitarias tienen problemas para abrirse a los otros, para escuchar y para mantener una conversación.

Para ello dan técnicas basadas en la mejora de una serie de habilidades sociales, comportamientos externos, sin embargo, el mejor método para superar esto, es dirigirse directamente al corazón, al valor de la compasión y al cultivo de ella.

El V.M Samael nos dice que ciertamente cada uno de nosotros, independiente del mundo exterior en el que vivimos, vive fundamentalmente en un pequeño y limitado mundo interior. De tal forma, que francamente no vivimos de verdad en el planeta tierra, vivimos en un planeta que desconocemos.

Cada uno de nosotros vive en un pequeño mundo condicionado por sus propios intereses, pasiones, deseos, preocupaciones, etc., de tal forma, que propiamente, en el planeta tierra no vivimos.

Como quiera que las gentes no viven sino dentro de su pequeño mundo que cargan, y además, en los pisos más bajos o inferiores, es claro que no entienden las cosas relacionadas con el cosmos, con el planeta y la humanidad; ni siquiera les interesa algo que esté más allá de sí mismo.

A las gentes lo único que les interesa son los asuntos mezquinos, la satisfacción plena de sus vicios, de sus pasiones, de sus intereses creados, sus preocupaciones y egoísmos, dinero y más dinero, etc. Ese es el mundo interior en el que vivimos.

Pero cuando a las gentes se les habla del mundo exterior, francamente, no sientes simún interés, no forma parte de sus preocupaciones mezquinas, esa es la cruda realidad de los hechos.

El V.M. Samael nos dice que existen dos corrientes de pensamientos en nosotros: el uno viene de la personalidad, el otro de la esencia. Se necesita de una buena capacidad de observación para distinguir a uno de otros.

Sucede que como quiera que los pensamientos de la esencia son más simples y los de la personalidad más complicados podríamos confundirnos y creer que estos últimos son de calidad superior a los de la esencia. Tan confusión se debe a la ignorancia, ya que los pensamientos de la esencia aunque no tengan mucha erudición, aunque sean muy simples, incuestionablemente, son de calidad superior.

Cuando alguien empieza a darse cuenta que es un habitante de la tierra, empieza a sentir un cierto desasosiego.

Cuando uno descubre su vida interna, cuando conoce sus errores psicológicos, se vuelve mejor amigo, mejor hermano, mejor hijo, mejor ciudadano, porque comprende entonces a los demás.

La vida interna de cada uno de nosotros, es lo que cuenta.

Nos dice el V.M. Samael que en el mundo de la mente hay dolor y felicidad, todo depende de la región donde nosotros estemos. En las regiones inferiores de la mente, hay dolor; en las regiones superiores de la mente hay felicidad.

En el mundo de la mente, encontramos, también, a muchos Devas que aman a la humanidad. Estos trabajan por el bien común, estos luchan por el bien de tantos y tantos millones de personas que pueblan la faz de la tierra.

Tenemos que llegar a conocer nuestra propia mente particular, nuestros procesos mentales y aprender a subyugarla. En el mundo búdico o intuicional, hay sapiencia inefable, hay fraternidad, unicidad, unitotalidad, amor… Quienes viven en el mundo búdico gozan de la auténtica felicidad y paz.

Es importante, por tanto que en nuestro pequeño mundo exterior de relaciones en el que nos movemos se pueda producir una transformación, no superficial sino radical, y de esa forma empezaremos a colaborar activamente en transformar el mundo.

La verdadera revolución no es conforme a una norma, a un sistema determinado, sino que es una revolución de valores.

Para encontrar esos verdaderos valores que traerán una revolución radical, una transformación o regeneración, es esencial que uno se comprenda a sí mismo, y adquiera un sentido de responsabilidad hacia el exterior.

La virtud resulta indispensable en una sociedad que se desintegra. Para crear un mundo nuevo debe haber virtud.

Para relacionarnos bien con los demás hay que comprenderlos. Por ejemplo, si queremos comprender a un niño, debemos amarlo, no condenarlo, debemos jugar con él, observar sus movimientos, su idiosincrasia, su conducta; no hay que juzgarlo, ni criticarlo, ni condenarlo.

De igual manera en las relaciones con los demás no tiene que haber juicio, crítica o condena, lo cual significa una mente en estado de alerta percepción y la intención de comprender.

La verdadera revolución, solo puede llevarse a efecto cuando nosotros nos volvemos receptivos en nuestras relaciones con los demás. Es indudable que los que nosotros somos en nuestra relación con los demás, esposa, hijos, vecinos, amigos, etc., eso es la sociedad.

La sociedad es lo que nosotros hemos creado con nuestras relaciones. Es la proyección hacia fuera de todos nuestros estados psicológicos íntimos. De forma que si nosotros nos comprendemos en nuestras relaciones humanas se producirá una transformación.

Es decir, que no puede haber alteración ni modificación significativa del sufrimiento o infelicidad del ser humano si no existe un cambio en nuestras relaciones humanas.

Cuando esperamos de un sistema la transformación de la sociedad, no hacemos sino eludir la cuestión, porque un sistema no puede transformar al hombre; siempre es el hombre quien transforma el sistema. Hasta que uno mismo no consiga una buena relación con los demás, seguiremos siendo la causa del sufrimiento y de la infelicidad en el mundo.

La vida es experiencia, experiencia en la vida de relación. No se puede vivir en el aislamiento. La vida es, pues, convivencia. Se hace necesario comprender la relación con los demás.

La vida es relación, que se expresa mediante el contacto con las cosas, las personas, las ideas. Comprendiendo la relación, tendremos capacidad para hacer frente adecuadamente a la vida.

Nuestro problema real consiste en la falta de comprensión de la convivencia, en la falta de capacidad, de flexibilidad, de adaptación y de pronta respuesta ante las relaciones humanas.

La vida de relación es sin duda el espejo en el cual nos podemos descubrir a nosotros mismos. Sin convivencia, no somos. Estar relacionados es existir. Solo existimos en la relación; fuera de ella no existimos, la existencia carece de sentido.

No existe comprensión de la convivencia por que usamos ésta como un simple medio. La convivencia, sin embargo, es un medio de auto-descubrimiento.

Si examinamos nuestra vida de relaciones con los demás, veremos que es un proceso de aislamiento. El prójimo, en realidad no nos interesa. Solo estamos relacionados con alguien mientras esa relación nos resulta grata, mientras nos brinda un refugio, mientras nos satisface.

Pero en cuento esa relación sufre una perturbación que a nosotros nos produce incomodidad, dejamos de lado esa relación. En otras palabras; solo hay relación mientras estamos satisfechos.

Si observamos detenidamente nuestra vida de relaciones, veremos que ha habido gran cantidad de resistencia contra los demás, de muros que hemos levantado hacia los otros, ya se trate de muros psicológicos, material, económico, etc.

Mientras vivamos en aislamiento, detrás de un muro, no existe la convivencia con los demás.

El mundo está tan desgarrado, existe tanto dolor, tanta pesadumbre, guerra, miseria, etc., que deseamos escapar y vivir dentro de los muros de la seguridad. De tal forma, que para la mayoría de nosotros, la vida de relación es en realidad un proceso de aislamiento, y esto lleva a construir una sociedad que también es aisladora.

Con esta forma de aislamiento que hemos creado pretendemos establecer la unidad mundial, la paz mundial. Mientras exista una frontera económica, religiosa, cultural, social, es un hecho evidente que no puede haber paz en el mundo.

El hombre afectuoso, bondadoso, no se aísla porque no tiene sentido alguno del poder.

Vivir en el aislamiento es cosa absurda; no existe país, ni pueblo, ni individuo que pueda vivir aislado.

Buscamos el aislamiento de tantas maneras, que al final nos quedamos solos.

La vida de relación es un proceso de auto revelación, donde lo importante es comprenderse uno así mismo en relación con los demás. Entonces la relación no se convierte en un proceso de aislamiento, sino que es un medio de descubrir nuestros propios móviles, pensamientos, deseos, etc., y en ese descubrimiento, precisamente es el comienzo de la liberación, el comienzo de la transformación interior.

Nuestro problemas es el problemas del mundo, pero en nuestras relaciones con los demás parecemos no tomarlo en cuenta, olvidando que somos todos nosotros quienes hemos creado el dolor y la infelicidad en el mundo.

Debemos preocuparnos por empezar por lo que está más próximo, por nuestros actos, pensamientos y sentimientos de todos los días.

¿En qué se basan nuestras relaciones? Fundamentalmente, en la envidia, en el deseo de poder, la codicia, etc.

Nuestras relaciones no se basan en auténticos y profundos sentimientos como por ejemplo el amor, si fuera así habría orden, paz y felicidad entre nosotros.

En nuestras relaciones existe una fuerte dosis de mala voluntad. Cuando hay mala voluntad hay deseo de dominación, lo cual provoca celos, ira, pasiones, y todo eso en nuestras mutuas relaciones engendra constante conflicto, produciendo mayor infelicidad.

En el mundo es la proyección de nosotros mismos, y para comprender al mundo tenemos que comprendernos a nosotros mismos. El mundo no está separado de nosotros; somos el mundo y nuestros problemas son los problemas del mundo. Somos responsables de la horrible miseria e infelicidad que existe en el mundo, y de la guerra que nos amenaza.

Es la falta de verdadera convivencia lo que causa conflicto, miseria y lucha; y por pequeño que sea el mundo en el que nos movemos, si podemos transformar nuestras relaciones dentro de ese pequeño mundo.

Comunicarnos unos con otros aún conociéndonos bien, es en extremo difícil. La comprensión solo llega cuando entre nosotros y los otros existe verdadero afecto.

Resulta muy arduo establecer contacto unos con otros en forma fácil, eficaz y con efectos definitivos.

Cuando uno se encuentra en un estado mental receptivo, las personas pueden comprenderse con facilidad.

Desgraciadamente, en las relaciones humanas la mayoría de nosotros presenta gran resistencia. Es preciso, que exista un estado mental en el que haya percepción directa, no hay percepción directa cuando hay una resistencia, un resguardo, una protección.

Se necesita una mente en extremo receptiva, y un corazón extraordinariamente flexible.

Existen diferentes clases de relaciones humanas. Algunas se basan en la riqueza, el poder o la posición. En esos casos, la amistad continua mientras se tenga poder, riqueza o posición, en cuanto esto desaparece. La amistad se desvanece.

Pero existe otro tipo de amistad basada en otros valores, como es el verdadero sentimiento humano, en un sentimiento de proximidad, en el que existe la sensación de compartir. Este tipo de amistad es genuina, cuyo basamento fundamental no es ni la riqueza, el poder o la posición, sino un sentimiento de afecto.

Igualmente habría que analizar la base de la relación conyugal. Hay relaciones que se basan exclusivamente en la atracción sexual, este tipo de relación es muy inestable y poco fiable, porque se apoya en algo pasajero. Ese sentimiento dura muy poco y desaparece al cabo de un tiempo.

El vínculo que une a esas personas no es muy sano ya que no se relacionan entre sí como personas, sino como objetos.

Muchos de los problemas surgidos en los diversos tipos de relaciones se debe a que las personas no se conceden tiempo suficiente para conocerse unas a otras.

Si alguien trata de construir una verdadera relación, la mejor forma de conseguirlo es conociendo la naturaleza profunda del otro, y relacionarse con él en ese nivel, en lugar de hacerlo simplemente a través de características superficiales.

Una verdadera relación sana implica, responsabilidad y compromiso.

Es claro y evidente que el amor romántico como fuente de felicidad, deja mucho que desear, ya que se basa en una simple fantasía inalcanzable. De hecho en los diccionarios las definiciones de “idilio” y “romántico” emplean muchas expresiones como: historia ficticia, exageración, falsedad, fantasioso, no práctico, sin base en los hechos, etc.

La atracción sexual e incluso la sensación de enamoramiento entre dos personas tienen un papel importante en la creación del vínculo inicial, pero después tienen que mezclarse con otros ingredientes para formar una unión duradera, como sería afecto, compasión, respeto mutuo, etc.

Debido a esto se crea en nosotros menos recelo, menos temor a los demás, y al no existir ese temor se crea una especie de apertura hacia los otros.

En las relaciones con los demás desempeña un papel importante la verdadera compasión.

Hay que darse cuenta de la utilidad de la compasión, una vez que se ha aceptado que la compasión no es algo infantil o sentimental, y que se ha comprendido su valor más profundo, se siente inmediatamente el deseo de cultivarla.

Una vez que estimulamos la actitud compasiva en nuestra mente, en cuento se hace activa, la actitud hacia los demás cambia automáticamente.

Si nos acercamos a los demás con disposición compasiva, reduciremos los temores. Permitiéndonos una mayor apertura, y creando un ambiente positivo y amistoso.

Con esa actitud se abre la posibilidad de recibir afecto o de obtener una respuesta positiva de las otras personas.

Esa clase de apertura facilita al menos la posibilidad de tener una conversación significativa con el otro.

Sin esa actitud de compasión, si nos mantenemos cerrados, irritados o indiferentes, nos sentiremos incómodos aunque fuésemos abordados por nuestro mejor amigo.

Generalmente siempre esperamos que sean los otros quienes primero actúen de forma positiva, y esto es un error. Que provoca problemas y crea una barrera de aislamiento.

La mejor forma es acercarse a los demás con el pensamiento de la compasión en la propia mente.

Por eso las otras personas representan un campo para obtener méritos nosotros.

La semilla de la perfección está presente en el interior de todos los seres humanos pero se necesita compasión para cultivarla.

Según la doctrina budista, son los méritos acumulados los que determinan las condiciones de las futuras vidas.

Existen dos campos de méritos: primero el de los Budas y segundo el de los otros seres.

Una forma de acumular mérito consiste en general:

A. Respeto, fe y confianza en los Budas (seres iluminados).

B. Practicar: la amabilidad, la generosidad, la tolerancia y evitar acciones negativas (matar, robar, mentir). Esta segunda forma está relacionada con la interacción (interrelación) con los demás seres y la primera con los Budas.

Se puede considerar saludable a una persona compasiva, cálida y de corazón bondadoso.

Si tenemos sentimientos de compasión somos amables, hay algo que abre automáticamente nuestra puerta interior y así podemos comunicarnos mucho más fácilmente con otras personas.

Ese sentimiento de cordialidad ayuda a abrirse a los demás.

Así se descubre que todos los seres humanos son como uno mismo, de forma que podemos relacionarnos más fácilmente con ellos. Esto genera un espíritu de amistad; hay también menos necesidad de ocultar las cosas, y como consecuencia, las dudas y la inseguridad.

Aunque no se tengan experiencias comunes con la otra persona, con la que nos vamos a relacionar, y su estilo de vida sea muy diferente siempre hay que intentar un acercamiento.

Lo ideal es siempre comenzar a acercarse a los demás en el terreno básico que hay en común, todos tenemos una estructura física, una mente, emociones, etc., todos hemos nacido de la misma forma y todos moriremos. Todos deseamos alcanzar la felicidad y no sufrir.

Mirar a los demás con esta perspectiva aleja las diferencias secundarias: nacionalidad, religión, nivel cultural, nivel económico, etc.

En las relaciones con los demás ayuda también en primer lugar, conocer y valorar los antecedentes de la persona con la que estamos tratando, también ayuda mantener una actitud mental abierta y honrada.

Para no sentirse solo nunca, una de las razones para combatir esto es mirar a todo ser humano desde un ángulo positivo, intentar buscar sus aspectos positivos. Esta actitud crea inmediatamente una sensación de afinidad, una especie de conexión.

Todo está interconectado, creándose una reacción en cadena, este fenómeno es conocido en la tradición budista como la “Interdependencia o Pratiyasamutpada”.

Gandhi decía:

La interdependencia es, y debe ser el ideal del hombre. El hombre es un ser social y si no mantiene ninguna relación con la sociedad, tampoco podrá tomar conciencia de su unidad con el universo, ni podrá despojarse de su egoísmo.

Si el hombre fuese o pudiese hacerse absolutamente independiente de sus semejantes, su orgullo y su arrogancia, serían tales que se convertiría en un verdadero peso; e incluso en un azote para los demás.

Uno aprende a ser humano dependiendo de la sociedad.

Es lógico que un hombre tiene que ser capaz de atender por sí mismo a la mayor pare de sus necesidades esenciales, pero en algunos momentos tendrá que llamar en su ayuda a algunos miembros de su familia o de la sociedad.

El hombre se hace miserable a sí mismo separándose de los demás. La separación es muerte.

Comprender la interdependencia y ponerla en práctica no amplia nuestra visión del mundo, nos hace ver que todo está vinculado para beneficio nuestro, con lo cual nos ayuda a aplacar nuestra ira, intolerancia, etc., y nos anima a desarrollar mayor bondad y compasión hacia todo lo creado.

Esta visión de la vida nos da un sentido de compromiso y preocupación por los demás.

El mundo entero es como una parte de nuestro cuerpo. Tomando como ejemplo nuestra pierna y mano; si nos duele la pierna, nuestra mano va a la zona del dolor y la frota, transmitiéndola energía.

Si desarrollamos el sentido de interconexión, nos damos cuenta, que el vecino forma parte de nuestra comunidad, y cuando se encuentra con un grave problema, debemos ayudar, porque la destrucción de ese vecino, supone una destrucción dentro de uno mismo, al igual que la destrucción de un órgano interno, es la destrucción de una parte de si mismo.

Todo este universo es el cuerpo de Dios. Este mundo no es un mundo de materia inerte; hay en él una presencia viva. Brahman, o lo absoluto se manifiesta como el universo a través de las distintas formas.

Brahman se manifiesta en el mundo. Es sólo lo que brilla aparentando ser este mundo de objetos variados. El mismo Brahman aparenta ser la piedra, el alma, las estrellas, etc., es solo la conciencia única la que se manifiesta como un universo diversificado.

El universo entero no es más que Brahman en esencia. Cuanto vemos no es más que Brahman, existe solo en él y a través de él.

La Tierra, el fuego, el Sol, el Este, el Oeste, el Norte y el Sur, el cielo y el océano, son parte de Brahman.

Brahman o la verdad, es la esencia en la que el universo tiene su Ser de la que nacen y ven la que se disuelve al final de cada ciclo del mundo. Una misma vida vibra en todos los seres. La vida es común para los animales, las aves y los seres humanos. Existe una conciencia común.

En verdad que solo existe el eterno Brahman. Ninguna otra cosa existe en realidad. Solo existe la Unidad Absoluta y no la Diversificada de Satchidananda (existencia, conocimiento y bienaventuranza absoluta).

Si tienes un vela encendida y con ella enciendes un millar de velas, ¿acaso no se haya la primera llama en todas las demás velas? Lo mismo ocurre con Dios. Habiendo creado todas las cosas, se haya en todas ellas, en su espíritu, en su aliento y en su ser.

Brahman es uno aunque sus manifestaciones son muchas. El uno se ha convertido en muchos. Así como de un fuego llameante surgen millares de chispas, similares las unas a las otras, así también del único e imperecedero Brahman proceden todos los animales que respiran, todos los mundos, todos los dioses y todos los seres.

Si preguntásemos ¿Dónde está Dios? No hay ningún lugar en el que no esté. Está oculto en todos los seres y en todas las formas.

Dios es el rugido del león, el canto del pájaro y el lloro del recién nacido. Hay que sentir su presencia en todas partes. Contemplar a Dios en las alas de la mariposa, en las letras Alfa y Omega, en el murmullo del arroyo, en el sonido de la campaña, en cada aliento que fluye en la nariz, en cada latido que da el corazón, en cada arteria que pulsa en el cuerpo, en cada flor que emana fragancia, en cada suave brisa que sopla.

Hay que reconocerle en todo y descansar pacíficamente en la dicha. Dios impregna el universo entero. Camina disfrazado de mendigo. Se lamenta dolorido, disfrazado de enfermo. Vaga vestido de harapos.

Debemos sentir la presencia divina en todas partes; en cada forma, en cada pensamiento, en cada sentimiento y en cada afecto, en cada movimiento y en cada emoción. Hay que contemplarle en todo.

¿Por qué ha creado Dios este mundo? Algunos dicen que para su propia glorificación, pero este sería atribuirle mucha vanidad. Otros responden que por amor a la humanidad, pero ¿cómo podría amar él una cosa antes de que exista? Y ¿cómo puede llamarse amor el crear a millones de criaturas para la miseria y el dolor eterno?

Sivananda responde a esta pregunta diciendo:

La creación del mundo es una necesidad moral. Existe para que las almas disfruten y para ayudarles a lograr la realización de Dios. El deseo de Dios hacia su creación es proporcionar a ésta cuanto necesita para guiarle hacia la conciencia de sí mismo.

Una misma alma mora en todas las cosas. Hay una sola humanidad. Hay una sola fraternidad. Hay un solo Atman.

Entonces si uno mismo mora en todos los seres ¿por qué odiamos a otros? ¿Por qué despreciamos y nos burlamos de los demás? ¿Por qué les decimos palabras tan duras? ¿Por qué explotamos a otros? ¿Por qué somos intolerantes? Esto sólo pone de manifiesto nuestra propia ignorancia.

Siempre que surgen problemas, tenemos la sensación de que únicamente nosotros pasamos por tales dificultades, y esto nos conduce a una especie de ensimismamiento, que hace que el problema parezca todavía más grave.

Ante estas dificultades nuestra perspectiva de la vida se estrecha, y tomamos medidas equivocadas.

La capacidad de ver los acontecimientos desde perspectivas diferentes es muy útil, pues ayudan a desarrollar serenidad en la mente.

Todo problema o dificultad hay que abordarlo desde una perspectiva más amplia, dándose cuenta de que existen muchas personas que han pasado por experiencias similares a las nuestras o incluso peores.

Si nuestra atención la fijamos intensamente en un problema, éste termina por parecernos incontrolable, y cada vez parece más y más importante.

Pero si se compara con otro de mayor envergadura, entonces parece más pequeño y menos abrumador.

Al examinar la situación desde un ángulo diferente, comprobamos que aquello que nos molestó nos proporciona unas buenas oportunidades, y que la persona o personas que nos provocaron la ira tienen también cualidades positivas.

Cuando estamos enfadados con alguien, sólo percibimos en el otro, cualidades negativas, al igual que cuando sentimos atracción por alguien, sólo vemos en esa persona cualidades positivas.

Hay que recordar que nadie es totalmente malo, ni bueno.

En consecuencia, nuestra visión sobre un individuo absolutamente negativa, se debe a nuestra propia proyección mental, más que a la verdadera naturaleza de esa persona.

Es necesario recordar los aspectos positivos de las personas, para que gradualmente cambie el sentimiento negativo que tenemos por ellas.

Se debe pasar por un proceso de aprendizaje, de formación, para familiarizarse con los nuevos puntos de vista que permiten afrontar las situaciones difíciles.

¿Y si no encontramos ningún aspecto positivo en esas personas, o en las situaciones complicadas?

En tal caso la situación requiere un esfuerzo mayor, y dedicarse un tiempo a buscar seriamente una perspectiva diferente, utilizando nuestra mayor capacidad de análisis y examinando la situación del modo más objetivo posible.

Una vez realizado esto, si a pesar de los esfuerzos hechos, no encontramos aspectos positivos, lo mejor que se puede hacer es olvidar el asunto por el momento.

El método fundamental para transformar la actitud ante los enemigos, supone llevar a cabo un análisis sistemático y racional de nuestra respuesta habitual cuando nos causan daño.

Nuestra actitud hacia los enemigos en términos generales es que no les deseamos lo mejor.

Pero aunque el enemigo se hundiera, habría que preguntarse ¿a qué viene alegrarse de ello? ¿Desea uno ser realmente tan mezquino?

Vengarse no hace sino crear un círculo vicioso, y la otra persona no lo va a aceptar, creándose una cadena de venganzas interminables. A veces esta dinámica se transmite incluso de generación en generación.

El resultado es que ambas partes sufren y se envenenan la vida.

Algunas personas consideran que el odio es bueno para el interés nacional. Contrarrestar esa forma de pensar constituye la base del espíritu da la No Violencia y la comprensión.

El odio es nuestro mayor obstáculo para el desarrollo de la compasión, la felicidad y la paz interior.

Para alguien que espira al camino espiritual, los enemigos desempeñan un papel crucial.

La capacidad para cambiar de perspectiva, para ver los problemas desde ángulos diferentes guarda relación con la flexibilidad de la mente.

Adoptar una perspectiva más amplia supone trabajar en armonía con las demás personas.

Naturalmente el cambio debe proceder de dentro del individuo.

Ser flexibles, tener una perspectiva más amplia, exige capacidad para abordar los problemas desde varios niveles: el individual, el de la comunidad y el global.  Reducir la cólera y el odio es como un desarme interno.

El intento de desarrollar un pensamiento flexible, no es simple ejercicio para intelectuales, sino una cuestión de supervivencia.

Asumir equilibradamente la vida, evitando los extremos es de capital importancia en todos los aspectos de la vida.

Si observamos que somos arrogantes, basándonos en supuestos o reales logros o cualidades, el antídoto consiste en pensar un poco más en nuestros problemas y padecimientos, en contemplar los aspectos insatisfactorios de la existencia.

Eso nos ayudará a reducir nuestro orgullo y a ponernos más en contacto con la realidad.

Por el contrario si nos damos cuenta de que reflexionar sobre la naturaleza insatisfactoria de la existencia nos hace sentirnos abrumados, en ese caso hay que reflexionar sobre los progresos que se han hecho hasta ese momento, y sobre las cualidades positivas que se poseen, así se aleja ese estado mental de pesimismo.

Para lograr verdadera paz interior, y tranquilidad en el corazón, es necesario desarrollar ciertas virtudes como son la tolerancia, la paciencia, etc.

La tolerancia se aprende del enemigo, por eso el gran yogui de la India Shantideva decía que nuestro enemigo era de hecho, un buen guía espiritual, era como si se enfadara intencionalmente con nosotros con el fin de ayudarnos a acumular méritos, dándonos la posibilidad de desarrollar la paciencia.

Shantideva propone a alguien que objetara:

Esto no es así. El enemigo no tiene una actitud de ayudarme, por lo tanto no hay razón para ser amable con él.

Shantideva responde:

No es necesario que algo tenga intención de ayudar para que así lo haga.

También decía:

Los enemigos son necesarios para la práctica de la paciencia, necesitamos del enemigo, y para que alguien sea un enemigo necesita tener la intención de hacer daño. Consecuentemente, no es adecuado responder con enfado; por el contrario, debemos respetar al enemigo.

Cuando alguna persona nos golpea, también nos enfadamos inmediatamente con ella, pero Shantideva razona de distinta forma:

Si consideramos lo que realmente nos está perjudicando, haciéndonos sufrir, veremos que no es la persona, sino el arma, sea esta un palo, el brazo de la persona, etc. aun así, incluso si consideramos que es lo que nos proporciona sufrimiento de un modo indirecto, el origen principal no es la persona, sino las emociones negativas que dominan a esa persona. Por lo tanto, si nos tenemos que enfadar, deberemos hacerlo con el arma o con el enfado de esa persona, y no con la persona en sí.

Respecto a las personas que se enfadan mucho, Shantideva nos aconseja considerar si el enfado es la naturaleza de la persona o si se trata de temporal agregado a ella.

Si es la naturaleza de la persona, entonces, del mismo modo que no nos enfadamos con el fuego aunque nos queme la mano porque la naturaleza del fuego es quemar, tampoco debemos enfadarnos con la persona.

Por otra parte, si el enfado es temporal, entonces, del mismo modo que cuando la nube oculta el sol no nos enfadamos con el sol porque vemos que el causante del problema es la nube, no debemos enfadarnos con la persona sino con su emoción negativa.

También podemos pensar que nuestro propio cuerpo, su naturaleza es la del sufrimiento y que el arma que nos agrede tiene también la naturaleza del sufrimiento, por lo cual, cuando ambos se unen producen dolor. En este caso, la mitad de la culpa sería nuestra. En este caso de de igual forma que nos enfadamos con la otra persona, deberíamos también enfadarnos con nosotros mismos.

Cuando lleguemos a ser capaces de desarrollar un gran respeto hacia los enemigos, el resto de las personas nos resultarán fáciles, ya que lo más difícil es generar afecto hacia los enemigos.

Hay que aprender a reflexionar sobre este asunto. Para ello podemos comenzar reconociendo la falta de certeza en nuestras existencias, por ejemplo la incertidumbre de los amigos y los enemigos.

                                                                                   

No hay modo de decidir que cierta persona es solo mi enemigo, por lo cual debe se descartada; o que otra persona es únicamente mi amigo, por lo cual debe ser apreciada; o que alguien es simplemente una persona neutral, por lo cual debe ser tratada con indiferencia.

En realidad, todos han actuado igualmente como enemigos, todos han actuado como amigos y todos han permanecido igualmente con indiferencia.

Por ejemplo, una persona que te hizo daño en el pasado pero te ha ayudado este año y otra persona que te ayudó el año pasado pero te ha perjudicado éste, estarían igualadas.

Si por ejemplo imaginamos que tenemos tras personas frente a nosotros: un enemigo que no nos gusta, un amigo que nos gusta y una persona neutral hacia la cual sentimos indiferencia.

En ese momento, en nuestras mentes tenemos:

1. Una sensación de proximidad hacia una de ellas, y pensamos, “este es mi amigo”.

2. Una sensación de desagrado cuando imaginemos a nuestro enemigo.

3. Una sensación de ignorar a la persona neutra.

Ahora, debemos reflexionar acerca de las razones por la que hemos generado estos sentimientos. Las razones son que, temporalmente, uno de ellos nos ayudó mientras que otro, temporalmente, nos dañó y el tercero no hizo ninguna de las dos cosas.

No obstante, cuando pensamos en términos del largo curso de renacimientos, ninguno de nosotros podría decidir que alguien que nos ha ayudado o perjudicado en esta vida ha estado haciendo lo mismo durante todas las vidas.

De esta manera llegamos a un punto donde el deseo o el odio aparecen simplemente como carente de sentido, y decidimos que la clasificación de las personas como amigos y enemigos es un error.

En este punto, comenzamos a pensar que, puesto que todos los seres nos han ayudado y perjudicado de igual modo, tal vez lo mejor sería quedarnos aislados, sin asociarnos con nadie, pero esto sería otro absurdo.

Es necesario conectar con la gente, y si vamos a conectar sería preferible hacerlo del mejor modo. Es entonces cuando debemos pensar que no hay manera posible de abandonar a estos seres, ya que no hay ninguno que no haya actuado como el mejor de nuestros amigos, madre, padre, etc.

Nosotros consideramos de un modo parcial a unas personas como enemigos, y a otras como amigos. Si esto fuera realmente cierto, de tal modo que un enemigo fuera siempre un enemigo y un amigo siempre fuera amigo, entonces podría existir una razón para odiar a unos y amar a otros. Pero tampoco es este el caso. Como se mencionó anteriormente no hay certeza en las relaciones.

Además, si odiamos a otros seres el resultado no es bueno, ni para los demás ni para uno mismo. Nada beneficioso surge de ello. El enfado, en última instancia, no perjudica a los demás, de hecho, nos perjudica a nosotros mismos. Cuando estamos muy enfadados, los buenos alimentos nos resultarán insípidos. Hasta los bellos rostros de nuestros amigos, marido, mujer o hijos nos producen irritación, no porque ellos sean malos, sino porque algo anda mal en nuestra propia actitud.

Utilizando el sentido común, consideramos cual es la utilidad del enfado o del odio.

No existe ninguna razón en absoluto para enfadarse.

Los seres humanos podemos desarrollar un amor infinito y además podemos pensar profundamente y con una perspectiva mucho mayor.

No obstante, cuando nos enfadamos perdemos todas estas excelentes cualidades. Así pues, el enfado es el verdadero destructor de todas las buenas cualidades humanas. Un enemigo no puede destruirlas con armas, pero el enfado si puede. La ira es nuestro verdadero enemigo.

Si consideramos la otra parte: el amor, la compasión y el interés por otros seres, estas son las fuentes verdaderas de la felicidad.

Si sentimos amor o compasión, aunque estemos viviendo en un lugar muy incómodo, las circunstancias externas no nos perturbarán. Sin embargo, si sentimos odio, auque dispongamos de las mejores facilidades, no seresmos felices, no tendremos paz.

Así pues debemos ser buenos seres humanos, buenos miembros de la familia humana y preguntarse.

Siendo así ¿Cuál es la diferencia entre uno mismo y los demás? Existe una gran diferencia respecto al número. No importa lo importante que uno sea. Somos simplemente una persona, pero el número de seres en este planeta es de miles de millones. Si consideramos que es más importante el beneficio de la mayoría o el de una minoría, no hay duda. El beneficio de la mayoría es mucho más importante que uno mismo, que una sola persona.

Como uno mismo, todos los demás, no quieren sufrimiento e igualmente desean la paz. Por ejemplo, entre diez personas enfermas, cada una de ellas desea la paz, por su parte, todas están enfermas y quieren librarse de su enfermedad. Así pues, no existe una razón para tratar mejor a uno y descuidar a los otros enfermos.

Nadie es superior ni inferior, todos somos iguales. Las distinciones son vanas.

Existe una única casta: la humanidad.

Existe una única lengua: la del corazón o del silencio.

Toda vida es una. El mundo es un solo hogar. Todos somos miembros de una sola familia humana. La creación entera es un todo orgánico.

Las barreras creadas por el hombre deberían ser destruidas sin piedad. Debemos luchar por destruir todas las barreras y todos los prejuicios raciales, religiosos y naturales que separan a los hombres entre sí.

Ciertamente que existen diferentes razas, costumbres y religiones, y si queremos ver diferencias, siempre las vamos a encontrar.

Puede haber diferencias en cuento al bagaje cultural o el estilo de vida, puede haber diferencias en nuestra fe o en el color de la piel, pero todos somos seres humanos, compuestos por un cuerpo humano. Nuestra estructura física es la misma, al igual que nuestra naturaleza emocional, y todos compartimos al mismo planeta.

Al encontrarnos con un ser humano, si ponemos de relieve características específicas como por ejemplo decir: “soy español”, “soy cristiano”, etc., surgen entonces las diferencias.

Si somos capaces de dejar las diferencias a un lado, y sentir la sensación de que al encontrarnos con un ser humano, es alguien como uno mismo, entonces podremos comunicarnos más fácilmente, intercambiar ideas y compartir experiencias.

Los tratados metafísicos hindúes de los Upanishads enseñan la filosofía de la Unidad Absoluta. La meta del hombre según los Upanishads, es la realización de Brahman. Únicamente en la realización del Ser se puede disipar la ignorancia, y obtener la dicha eterna y la paz imperecedera. Solamente el conocimiento de Brahman puede aniquilar toda tristeza, ilusión y dolor.

Los Upanishads son la parte más importante de los Vedas. Su filosofía es sublime, profunda, elevadora e inspiradora. La enseñanza que se basa en ellos se llama Vedanta.

Existe un camino hacia la felicidad y la paz suprema, ese camino se llama Vairaguia.

Vairaguia es desapasionamiento, ausencia de deseo, desapego.

Donde quiera que exista la sensación de placer, la mente se apega al objeto que causa ese placer. Eso se llama apego. Pero éste sólo trae consigo esclavitud y dolor. Pues cuando el objeto desaparece o muere, la mente sufre un dolor indescriptible. La atracción es la raíz de los sufrimientos humanos.

Un hombre desapasionado no siente atracción alguna hacia los objetos placenteros, ni repulsión hacia los dolorosos. Ni tampoco teme al dolor, pues sabe bien que el dolor le sirve de gran ayuda en su progreso. Está convencido de que el dolor es el mejor maestro que hay en el mundo.

Hay diversos grados de Vairaguia. El desapasionamiento supremo llega después de haber alcanzado la realización el Ser.

Es normal sentir el desapasionamiento hacia algunos objetos en particular, debido a unos u otros motivos. Sin embargo, es solamente sintiendo un desapasionamiento hacia todos los objetos y en todos momento como se logra el conocimiento del Ser.

Un hombre puede permanece en el mundo y cumplir los deberes de su condición y etapas de la vida con desapego. Puede vivir con su familia y con sus hijos, y al mismo tiempo mantener un desapego mental hacia todo.

De acuerdo con la filosofía Vedanta, nadie es extraño o forastero en este mundo. Todos estamos emparentados en el “Linaje del Espíritu”. En el Vedanta no existe “lo mío” y “para mí”, sino “lo nuestro” y “para nosotros”. Si la filosofía Vedanta fuese entendida y puesta en práctica adecuadamente, se eliminarían todos los males que emanan de todos los prejuicios sectarios y raciales.

El Vedanta no es ningún credo, ninguna ceremonia, etc. es la ciencia de vivir rectamente. No es monopolio exclusivo de los hindúes ni de los monjes. Es para todos. El Vedanta une a todos y tiene sitio para todos. Abraza e incluye a todos a la vez.

El Vedanta jamás condena a ningún hombre más allá de la esperanza, ni considera a nadie como maldito, sino que acoge en su seno a toda la humanidad. El Vedanta es extremadamente universal y liberal en su misión.

No existe filosofía tan osada y sublime como la filosofía Vedanta. Es la única que puede erradicar totalmente los sufrimientos humanos y aportar paz y felicidad duraderas.

El Vedanta aspira a la destrucción el amor egoísta, de la pasión, y ayuda a desarrollar el amor cósmico puro y desinteresado. El Vedanta conduce a la dicha perfecta, a la paz duradera y a la inmortalidad.

El Vedanta es totalmente práctico, por eso hay que poner el Vedanta en práctica diariamente en cada acción que realicemos. El Vedanta enseña la Unidad del Ser. Hay que irradiar amor hacia todo nuestro alrededor.

El espíritu de Vedanta debe enraizarse en nuestras células, tejidos, venas, nervios y huesos, debe volverse parte esencial de nuestra naturaleza.

Debemos pensar en la unidad, hablar de la unidad y actuar en la unidad.

Hay que volverse un vedantín práctico. El mero teorizar no es más que gimnasia intelectual. Eso no es suficiente. ¿Qué sentido tiene leer muchos libros de Vedanta?

El sol, las flores, los árboles frutales, el sándalo, los animales, etc., todas las cosas en la naturaleza enseñan el Vedanta práctico al mundo. Viven para servir a la humanidad con espíritu desinteresado.

El sol irradia su luz con igual fuerza a la humilde casa del campesino y al palacio del rey. Las flores esparcen su fragancia para todos sin esperar nada a cambio. El árbol de sándalo regala su aroma incluso al hombre que lo corta con su hacha. Todos los árboles frutales obran del mismo modo, complace tanto al que los alimenta como al que los corta.

El Vedanta requiere un cambio de actitud mental, un nuevo ángulo de visión. Ayuda a discriminar entre lo permanente y lo impermanente. Contempla al Ser en todas las criaturas y en todos los objetos. Ayuda a sentir que no hay nada más que el Ser. Por eso hay que compartir cuanto tengamos, ya sea físico, mental, moral o espiritual con todos. Hay que servir al ser en todos, y sentir que cuando servimos a los demás estamos sirviendo a nuestro propio Ser.

Tenemos que fundir todas las diferencias ilusorias, eliminar todas las barreras que separan a un hombre de otro. Unirnos a todos. Destruir la idea de sexo y la idea del cuerpo pensando constantemente que es incorpóreo y asexual. En síntesis es realizar aquello que Jesús dijo:

Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Todo esto es Vedanta práctico, que hay que realizar en la batalla diaria de la vida.

Hay que combinar todo el amor que sentimos por los objetos mundanos, como la familia, amigos, la riqueza, la propiedad, etc., y dedicarlo a la divinidad. Hay que olvidar los propios intereses, anhelos y deseos, para alcanzar entonces la dicha del ser supremo.

La unidad de Dios es el principio cardinal de toda religión.

La práctica de la religión es la rectitud, la bondad, la justicia, la veracidad, el amor, la pureza, y todas las virtudes del alma.

Las notas más sobresalientes de toda religión son: ser bueno, hacer el bien, ser puro, ser amable, ser compasivo, servir a todos, amar a todos, ver a Dios en todo.

Solo la práctica de estoa preceptos despertará al hombre a la conciencia de la “Unidad de la existencia”, y a la realización del Ser, y a la paz interior profunda.

Hay que aprender a vivir como miembro de una única familia, defender el ideal de una sola humanidad. Vivir en paz en un mundo unido. Todos somos hijos de Dios, el mundo entero es la sola familia de Dios.

Ningún hombre es independiente de ese todo. El hombre se hace a sí mismo miserable al separarse de los demás. La separación es muerte. La unidad es la vida eterna.

Hay que cultivar el amor cósmico, incluirlo todo, abrazarlo todo, reconocer el valor de los demás.

Si dañamos a alguna criatura, nos dañamos a sí mismos. Si servimos a otra persona, nos servimos a sí mismos. Sirviendo a los demás purificamos nuestro propio corazón, y la purificación del corazón conduce a la luz divina y a la liberación final.

Debemos reconocer la esencia inmortal presente en todas las criaturas. Proteger a los animales. Considerar toda vida como sagrada, de esa forma este mundo nos parecerá un paraíso de belleza, un cielo de paz y tranquilidad.

Debemos contemplar el linaje del espíritu y ver al uno en todo y al todo en uno. Debemos sentir la unidad de la vida mientras comemos, hablamos, caminamos, trabajamos, etc., y así podremos repetir aquellas palabras de Sivananda:

Soy todo y estoy en todo. Todos los cuerpos son míos. El mundo entero es mi cuerpo y mi dulce hogar. Actúo a través de todas las manos. Como a través de todas las bocas. Soy el Ser inmortal, presente en todas las cosas.

Tiende tu mano a los arbustos, los helechos y las ramas de los árboles. Habla al arco iris, al viento, a las estrellas y al sol. Conversa con los riachuelos y con las olas del mar. Hazte amigo de todos los seres humanos, de los animales, y de las plantas. Entonces disfrutarás de una unidad amplia, rica y plena. Y realizarás la unidad de la vida.