El gran encuentro de Lahiri Mahasaya

El gran encuentro de Lahiri Mahasaya

Lahiri Mahasaya fue tomado como discípulo del inmortal Babaji a la edad exacta de 33 años, cuando fue trasladado a la ciudad de Ranikhet en el trabajo de contador del gobierno que ocupaba en Danapur, (recuérdese que el simbólico 33 era el máximo grado de la masonería). Ranikhet está situada a los pies de los Himalayas, y como no era excesivo el trabajo que tenía que desempeñar en la nueva oficina, se dedicaba a recorrer en los ratos libres esos lugares. En cierta ocasión, mientras caminaba por esas colinas, oyó que una voz muy lejana le llamaba por su nombre, así que él siguió ascendiendo para comprobar quien podía ser, y tras un rato, sobre uno de los bordes rocosos, vio a un hombre joven y sonriente que tenía un asombroso parecido físico a él, a excepción del cabello cobrizo que este joven poseía.

-Lahiri, ¡Has venido! Descansa en esta cueva; fui yo quien te llamó; le dijo el joven en un tono sumamente familiar, al tiempo que le mostraba una manta doblada de las que se suelen usar en la india para sentarse a meditar, preguntándole si no la recordaba. Lahiri, algo turbado por todo lo ocurrido le respondió que no la reconocía y que además tenía ya que marcharse, pues comenzaba a oscurecer y era posible que se perdiera por esos lugares; entonces el joven le replicó que la oficina fue creada para el hombre y no el hombre para la oficina y en ese instante se acercó a él y le dio un pequeño golpe en al frente y fue como si una caudalosa corriente atravesara el cerebro de Lahiri Mahasaya, liberando todos los recuerdos de su anterior existencia, reconociendo a su entrañable gurú de siempre, y la manta sobre la cual acostumbraba asentarse diariamente para meditar.

Lahiri Mahasaya, como bien nos dice el V. M. Samael, es un maestro auto- realizado y recibió directamente de los labios de Babaji, el Kriya Yoga (Arcano sexual A.Z.F.) únicamente cuando tuvo esposa, diciéndole:

«Necesitas purificación. Bebe el aceite de este cuenco y recuéstate a la orilla del río (con ello le indicaba que tenía que purificar sus aguas seminales) y a partir de ahora, instruye a los chelas (discípulos), capaces en el Kriya», dando así la oportunidad de liberación y regreso hacia el Ser a toda persona deseosa de la verdad, como hiciera en esta época el V. M. Samael, develándonos las claves secretas del Arcano A.Z.F.

Cuando después de este encuentro regresó a la oficina, descubrió que había llegado una carta diciendo que tenía que regresar de nuevo a Danapur, ya que su traslado a Ranikhet se debió a un error, y que no era a él a quien correspondía hacer el trabajo de allí. Dicho error fue simplemente obra del Gran Maha Yogui, como también se suele llamar a Babaji.

Lahiri Mahasaya impartió el Kriya a personas de todas las religiones, razas y sexos y nunca hizo diferencias de castas como existen en la India, y solía decir:

«Recordad siempre que no pertenecéis a nadie, y que nadie os pertenece. Meditad incesantemente para que pronto podáis contemplaros a vosotros mismos como la esencia del Infinito, libre de toda miseria humana. Dejad de ser prisioneros del cuerpo, usando la llave secreta del Kriya, aprended a escapar hacia el Espíritu. Solamente aquel que se dedica a realizar y no meramente a leer las antiguas revelaciones, en verdad es sabio. Resolved todos vuestros problemas a través de la meditación y limpiad vuestras mentes de los escombros de dogmas teológicos».

La gente que acudía a él fue día a día multiplicándose, viniendo, no solamente de Benarés, como ocurría al principio, sino de diferentes partes de la india en busca de su ayuda, de su luz y de su gran fuerza espiritual, y ante el asombro de todos los que le trataban, el estado fisiológico habitual de Lahiri Mahasaya exhibía las características sobrehumanas de la suspensión del aliento, la ausencia de sueño, la cesión del pulso y los latidos del corazón, ojos inmóviles durante horas y una profunda irradiación de paz.

Nunca escribió ningún libro, pero enseñó a sus discípulos a interpretar los libros sagrados y entre sus discípulos más destacados y reconocidos está Sri Yukterwar.

Su singularidad como profeta descansa en su esfuerzo práctico para establecer un método definido, Kriya, para abrir por primera vez las puertas de la libertad a todos los hombres, ya que Kriya es una ciencia eterna, que jamás podrá ser destruida.