El Agua: Fuente de Vida
Pensar que alguna religión, cultura, o grupo social determinado ha sido o es poseedora de la verdad como algo exclusivo de esa comunidad es algo absurdo, ya que el Conocimiento (gnosis) se ha manifestado de muchas formas a través de los tiempos, en todas las grandes religiones, culturas y pueblos dispersos sobre la faz de la tierra.
Así pues, podemos ver, como pueblos, que aparentemente nada tienen en común, separados por el tiempo y la distancia, poseen sin embargo la misma simbología, referida siempre a las mismas verdades eternas que han sido nubladas por el turbio velo de las palabras.
La Verdad, es siempre una, ya sea en China, en Japón, África, la India, Europa o América, lo único que cambia es la forma de expresarla. Sólo así podremos explicarnos la diversidad de religiones y multitud de culturas.
Entre muchos de los símbolos comunes a muchos pueblos de la Tierra que antiguamente poseyeron el Conocimiento, hay uno, sin embargo, sobre el cual merece la pena pongamos especial atención, ya que es el basamento de todas las religiones y el fundamento de todo lo existente. Me estoy refiriendo sin ninguna duda al AGUA.
El agua es símbolo de vida y de regeneración, así como principio creador de todo cuanto existe, por ello, veamos unos ejemplos que aluden a ésta, como el principio de la creación.
El Bhavicyottarapurana, 31,14 dice: «Agua, tú eres la fuente de todas las cosas y de toda existencia».
El texto indio (Cataphata Bráhmana VI, 8, 2, 2) dice: «Las aguas son el fundamento del mundo entero».
El agua es germinativa, es fuente de vida en todos los planos de existencia.
En la cosmogonía Babilónica figura también un caos acuático, el poema de la creación, Enuma Elish, empieza así:
«Cuando en lo alto de los cielos no habían sido nombrados todavía, cuando abajo la Tierra no tenía nombre, cuando el primordial Apsü, que los engendró, cuando Mummu, cuando Tiamat, madre de todos ellos confundían sus aguas…»
En la Biblia el Génesis dice así:
«Y la Tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
Así por ejemplo, en la mitología india se ha popularizado en muchas variantes el tema de las aguas primordiales sobre las que flotaba Náráyana, de cuyo ombligo brotaba el árbol cósmico.
Esta idea de las aguas como elemento de donde surgen los mundos tiene muchas variantes en las cosmogonías arcaicas (primitivas), ya que si de ellas vienen los mundos y universos (macrocosmos) no es también menos cierto que de ellas surgen los hombres y animales (microcosmos), réplica exacta del Universo. Por eso decían los antiguos: «Hombre, conócete a tí mismo y conocerás al Universo y a los Dioses». Así mismo no es difícil encontrar mitos y leyendas que hagan descender de las aguas al género humano.
En la costa sur de Java existe una «segara anakan» (mar de los niños). Los indios karaja del Brasil conservan aún el recuerdo de los tiempos míticos «en que estaban aún en el agua».
También podemos ver como Fu-Hi, uno de los fundadores de la civilización china, había nacido en un estanque, famoso por sus dragones.
Una tradición que se conserva en el sur de la India, dice que el sabio Agastya nació con Vasishtaen una vasija de agua, de la unión de los Dioses Mitra y Varuna. Por otra parte, en el «Deuyupanishad» se nos cuenta que cuando los Dioses preguntaron a la gran Diosa Devi (que es la bendita Madre Interior particular que todos llevamos dentro, y que según en qué parte del planeta ha recibido distintos nombres: «María, Isis, Adonia, Insoberta, Rea, Cibeles, etc.») quién era y de dónde venía, ella contestó entre otras cosas:
«El lugar de mi nacimiento está en el agua, en el interior del océano; el que lo conoce obtiene la morada de Devi».
El agua, principio de todo y símbolo de fecundidad ha sido siempre objeto de ritos y creencias religiosas, como este mito de la isla de Wakuta, que habla de una muchacha que perdió la virginidad porque dejó que la lluvia tocara su cuerpo, y el mito más importante de la isla Toobiand cuenta que Bolutukwa, madre del héroe Tudava, se hizo mujer al caerle encima algunas gotas de agua de una estalactita.
Los indios Pima de Nuevo México, tienen un mito parecido: «Una mujer muy bella fue fecundada por una gota de agua caída de una nube».
El mito acuoso ha intentado reflejar una realidad por muy pocos comprendida, ya que el agua en sí misma es el fundamento de gran obra, la materia prima de la cual hablaron los alquimistas medievales, es decir, el mercurio en bruto. Mas, hoy ya no basta quedarse en las meras creencias, ni en los externos rituales, es hora ya, que aprendamos a trabajar correctamente en las aguas interiores, para realizar dentro nuestro la Gran Obra, y convertirnos en hombres solares, ya que sólo trabajando correctamente con el esperma sagrado, transmutando nuestras energías en luz, vamos aprendiendo a separar el humo de las llamas, el azufre arsénico del azogue en bruto, para obtener de esta forma el alcohol de vino y tener la dicha algún día de fabricar oro potable.
El agua, como viva representación de nuestras aguas seminales es algo que incluso todavía hoy en día se confunde en los pueblos «primitivos» (no siempre en la vida corriente, pero sí en el mito). En sumerio «a» significa agua, pero significa a la vez «esperma, concepción, generación». En Indonesia los reyes de San-fo-ts’i usaban el título de Long Tsin, «Espíritu, esperma de nâga» (Espíritu acuático femenino).
El agua, símbolo mágico y cosmogónico se convierte en la substancia mágica medicinal por excelencia; cura, rejuvenece y da la vida eterna.
La inmersión (el bautismo) en el agua, como símbolo de purificación, es algo patente en todas las religiones, algo que está estrechamente relacionado con el nacimiento, no sólo físico, sino también y muy especialmente Espiritual, por eso dice la Biblia (Ez. 36, 25): «Os rociaré con aguas puras, y seréis puros». Y el profeta Zacarías ve en Espíritu, que «…brotará entonces una fuente para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de borrar sus pecados y manchas».
Las aguas son el Elixir de la Inmortalidad, confieren larga vida y fuerza creadora. Son el principio de toda curación, «Que las aguas nos traigan el bienestar», exclamaba en sus oraciones el sacerdote védico (Atharva Veda II, 3, 6). «Las aguas son, en verdad sanadoras; las aguas alejan y curan todas las enfermedades» (ibidVI.91,3).
El agua es el habitáculo del fuego y dentro del agua está contenido el fuego. El que derrama sus aguas alquímicas pierde el fuego y queda en tinieblas, pero aquel que logre retener sus aguas y transmutarlas, conservará el fuego, y por ende, quedará lleno de luz, fuerza y poder.