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Yo estuve en Marte

Extraído del libro «Yo he estado en Marte» de Narciso Genovese

 

Para los ciudadanos del mundo, los que anhelan paz, unión y hermandad; los que aspiran a una tierra sin fronteras; los que luchan por suprimir las guerras; los que adoran a Dios. Devotamente: El autor.

Se han hecho posibles los maravillosos adelantos científicos que aquí se describirán merced al sacrificio personal de numerosos intelectuales que sólo a ello han dedicado sus esfuerzos. Se deben en gran parte sus logros al aporte económico de personas rectas y sanas que en esta forma han dado al bien de la humanidad el tributo más grande que registran los siglos. Reseñamos entre ellas al maestro e iniciador Guillermo Marconi que con los principios científicos sobre los que nos basamos, asignó un fuerte legado.

Dos ex reyes ya difuntos, un ex rey, vivo aún, dos reyes gobernantes, un ex presidente de América Latina, tres magnates de la industria americana, cuatro ingleses, el fundador de la República Italiana, dos magnates árabes del petróleo y varios acaudalados sudamericanos.

La forma maravillosa con que se ha guardado el secreto ha contribuido más que nada al éxito. En homenaje a estas personas hacemos estas revelaciones, para rendirles justicia e infundir a la enervada humanidad la esperanza que tanto necesita. Rendimos asimismo gracias sinceras al gobierno y pueblo que han permitido la organización de nuestra Institución, amparándola y escudándola.

Los últimos cinco años de la vida de Marconi fueron los años de su más intensa investigación científica. Esa investigación se concentraba sobre el estudio de la energía solar. Esas fueron también las investigaciones más rigurosamente guardadas en secreto.

Sus discípulos guardaron la reserva y organizaron intensa y sistemáticamente las investigaciones. Si los resultados de esas investigaciones logrados hasta hoy fueran detalladamente conocidos, la importancia de las armas atómicas sería reducidísima.

Principios axiomáticos de Marconi

«Las mismas leyes que gobiernan la armonía entre el sol y sus planetas son las que rigen las relaciones entre el núcleo y los componentes del átomo».

«El átomo es parte de una molécula, la molécula de una célula, ésta es parte de un cuerpo. La Vía Láctea no es más que una molécula en la inmensa grandiosidad es un cuerpo celeste; el sistema solar es uno de sus átomos».

«Sabe mucho más del átomo el astrónomo que conoce las relaciones del Sistema Solar, que el físico».

«Puede obtenerse más energía de un rayo de sol que de todos los átomos de la materia».

«A donde llega un rayo de sol puede llegar el hombre».

«La desintegración del átomo es una locura científica y sus consecuencias son catastróficas».

«La naturaleza es como Dios que se complace en revelarse a quien la busca con amor».

«Si hay algo que sí es realmente imposible es poder negar a Dios».

Un poco de historia

Un grupo de personas, profundamente adentradas en los secretos de las ciencias físicas, reunidas en un lugar secreto de una selva suramericana, forman una comunidad, dedicada únicamente a la investigación científica. Libres de todo compromiso con gobiernos o potencias, disponen sin embargo de un respaldo económico ilimitado que ha permitido un avance sin obstáculos con el logro de resultados asombrosos y prácticos que se participarán a la humanidad poco a poco, en la medida que esto convenga.

La armonía del espacio, la maravillosa gravitación universal de los astros son regidas por una energía inmensa, controladas por leyes sapientísimas. El estudio profundo de esas leyes nos ha permitido conocer algo de esas fuerzas universales y aprovecharlas para nuestros fines.

Noventa y ocho hombres, provenientes de seis naciones europeas, son los que formaron inicialmente esta institución de sabios que dedican cuanto pueden y saben en provecho de la humanidad, con la juramentada decisión de encaminar sus descubrimientos exclusivamente al bien.

Tres principios básicos dan unión a esta comunidad:

1º.- Una sola religión: Dios, infinito y sapientísimo arquitecto del universo.

2º.- Una sola patria: La Tierra.

3º.- Un solo fin: Hacer nuestros aliados a los habitantes de los otros planetas del sistema solar.

El maestro, el guía científico de este movimiento es Guillermo Marconi, cuyas investigaciones, la mayor parte desconocidas, han marcado el derrotero que hasta aquí hemos seguido.

Marconi, con sus descubrimientos, unió a todos los habitantes de la tierra y prefirió la muerte antes que divulgar asombrosos hallazgos científicos que en aquellos (y estos) momentos históricos habrían sido instrumentos de destrucción.

Pero Marconi tuvo amigos íntimos, copartícipes de sus trabajos, de sus teorías y proyectos: y los sueños del maestro se están cristalizando.

Quien esto escribe tuvo el honor de visitar a Marconi en Génova, en su barco estudio, poco después de haber él iluminado desde allí la ciudad de Sídney. Me acompañaban en esa visita cuatro estudiosos alemanes. Nuestro objeto era obtener explicaciones del maestro de cómo podía dominarse la corriente eléctrica hasta dirigirla alrededor de la tierra y hacerla detenerse en un punto determinado.

Marconi afirmó desconocer propiamente lo que es la electricidad en sí, pero que podían comprobarse efectos que denunciaban mucha analogía entre esta misteriosa energía y la fuerza universal que mantiene entre todos los astros un equilibrio tan perfecto; y particularmente creía que, lo que nosotros conocemos por electricidad, parecía no ser más que una chispa de la energía solar, rústicamente aprisionada por nosotros, y siendo el sol el centro irradiador de la misma, bien podía ser esa energía un vehículo para cualquier punto del espacio dominado por él mismo.

Estas ideas, confirmadas por ulteriores estudios y experimentos de Marconi fueron la base sobre la cual cimentamos nuestras investigaciones. Si esta energía que nosotros llamamos eléctrica, señorea el universo difundiendo vida, luz y calor ¿por qué no podría aprovecharse como medio transmisor? ¿No podría guiarse cualquier vehículo como se dirigen las ondas sonoras en la radio? De ser esto posible el hombre podía llegar a donde quiera que llegue un rayo de sol.

Convencidos de tener ante nosotros un vasto panorama que explorar, nos dedicamos a una ardua labor de investigación sobre la energía solar y sobre su posible aprovechamiento.

Intercambiamos nuestras observaciones, fue aumentando el número de investigadores adhiriéndose a nuestras teorías eminentes aficionados. Los últimos asombrosos descubrimientos de Marconi confirmaron más y más nuestra fe en la teoría, La muerte del maestro y la segunda guerra mundial cimentaron nuestros propósitos.

Convencidos que los habitantes de otros mundos están distantes pero no separados de nosotros, nos entregamos a la obsesionante tarea de convertir en vehículo la energía solar y tratar de comunicarnos con los seres distantes. Descartamos por tanto como errónea y peligrosa la desintegración del átomo, por parecernos además absurdo poder salir del alcance de la Tierra con las solas fuerzas terrestres.

Integrase una sociedad, resolvimos organizarnos en un verdadero instituto. Nuestras ideas hallaron rápida aceptación y abundaron los medios materiales que permitieron levantar la grandiosa obra con los resultados que veremos.

Surgió rápidamente una verdadera ciudad científica, oculta en el corazón de la selva y con sus instalaciones casi todas subterráneas. Los trabajos, impulsados con celeridad, dieron en el campo de la investigación resultados inesperados. De estos resultados, aquí, parsimoniosamente, narraremos algunos.

La energía solar

Ya en el año 1946 teníamos construido un poderoso receptor o colector de energía solar.

La energía eléctrica es una serie de vibraciones, lo que constituye la existencia, vida y movimiento de toda materia. Esa vibración general tiene un centro de emanación; esa fuente, en nuestro sistema, emana del Sol.

Nosotros logramos obtener esa energía indirectamente, provocando la irritación de la materia, que acumula así y devuelve las moléculas del misterioso fluido que llamamos electricidad. Obtenemos así la energía solar por refleja de la materia. ¿No podríamos obtener la misma energía directamente de la fuente, sin excitación de la materia?

La existencia es movimiento. Todo cuanto existe, vibra: las moléculas y las células en los cuerpos y los átomos en la molécula; y cuanta energía encierra un átomo de la materia, ya lo sabemos. Las moléculas de un rayo de sol aprisionan más energía que todos los átomos de la materia. ¿No podríamos acumular esa energía de un modo tan sencillo como lo hace una nube, por ejemplo?

Ya en el año de 1946, como dijimos, se tenía preparado ese poderoso colector y condensador de energía solar. Un aparato de suma sencillez. Esta máquina, además de acumular energía, la convierte en fuerza impulsara de sí misma. Puede inclusive desencadenar sobre cualquier objetivo una reacción mucho más poderosa que la que descargan las nubes con el rayo.

Seguía el problema del control y dirección del prodigioso aparato. Su gobierno a control remoto era ya cosa resuelta. Al parecer, más difícil era conseguir su control sin influencia externa; y este problema quedó al fin solucionado a satisfacción.

Se logró así una poderosa unidad, con alimentación continua de energía, no alterada en ningún lugar del espacio por influencias externas; unidad que concentra al mismo tiempo una potencia tremenda de acción externa.

En cuanto a velocidad no existen problemas mayores. Admite la velocidad que pueda resistir la robustez de su construcción. La forma esférica es más efectiva para la acumulación de energía, para su dirección, movimiento y resistencia son preferibles la forma fusiforme y la de disco.

Las naves

Ya en 1952 se realizaron con éxito excursiones sobre todos los mares y continentes de la tierra. La Nave, que así la llamaremos, construida de una aleación especialísima, apta para resistir cualquier presión y velocidad, está formada de dos cámaras completamente aisladas entre sí. La exterior es separada de la interior por un vacío absoluto. La interior constituye la cabina con todos los instrumentos y comodidades necesarias, acondicionamiento de aire, presión, etc. El vacío entre las dos cámaras constituye un enorme acumulador de energía, la cual es captada por la superficie externa. Las dos cámaras van unidas sólidamente entre sí por soportes de vidrio que constituyen otras tantas ventanillas, permitiendo desde el interior una visión perfecta para todas partes. Los dos puntos opuestos de la esfera, digamos norte y sur, terminan en dos torrecillas salientes dotadas de sendas turbinas accionadas por electricidad, las cuales suministran el movimiento impulsor por cualquier dirección, que puede variarse instantáneamente. Los otros dos puntos, digamos este y oeste, están dotados de dos antenas magnéticas salientes que, neutralizando una u otra antena, inclina instantáneamente la nave del lado opuesto.

La cámara interna del aparato puede iluminarse al arbitrio. La parte externa se presenta con brillante luminosidad durante el día; en la noche toma un color rojizo a carga moderada y marcada brillantez al entrar la nave en actividad.

Hasta aquí la descripción que podemos permitirnos de la nave, que constituye el modelo ideal para viajes ultraterrestres.

Para mayores proporciones el aparato reclama una forma fusiforme más resistente si bien un poco más lenta en movimiento. Para tamaño gigante es preferible la forma de discos; el primer disco construido y, hasta hace poco en servicio, medía 36 metros de diámetro horizontal y 11 de diámetro vertical.

La seguridad de navegación es completa por la liviandad del aparato y la falta de máquinas vibratorias. Acciona silenciosamente, fuera de un zumbido liviano al comenzar a accionar las turbinas, el cual desaparece en absoluto en alta velocidad por superar la barrera del sonido. En regiones ultra atmosféricas trabaja por simple imantación energética, y esto es lo que constituye la maravilla del aparato. Cualquier posición o inclinación que tome la parte exterior de la nave no altera la posición de la cabina interior que siempre permanece horizontal. El movimiento de estos aparatos no puede propiamente llamarse vuelo, de modo que al hablar de ellos diremos que se trasladan o transportan.

Son numerosísimos los viajes que se han efectuado por todas las latitudes y longitudes, viajes de prueba y de reconocimiento; en algunos de estos viajes las naves fueron observadas desde la tierra. Podemos decir que tenemos escudriñada la tierra y sobre todo ciertos territorios. Conocemos las principales instalaciones eléctricas y atómicas, pues aún a grandes distancias son delatadas por sensibilísimos aparatos magnéticos de las naves; guardando en nuestro poder asombrosos documentos fotográficos.

La esperada visita:

Ya desde 1950 teníamos la certeza de ser visitados por aparatos de algún otro planeta. La Tierra era sometida a un examen por habitantes de otros mundos y todo demostraba que sus intenciones eran amistosas, pero al mismo tiempo parecían no atreverse a tomar contacto, y había para ello serios motivos.

Resolvimos, pues, llamar su atención. Sus naves debían ser muy semejantes a las proyectadas por nosotros; lo indicaba su modo de proceder. Al notar sus apariciones iniciamos el lanzamiento de poderosas señales luminosas y sonoras de onda corta. No tuvimos respuesta al principio, pero teníamos la certeza de haber sido escuchados y vistos, pues las extrañas naves repetían sus visitas.

A fines de 1955 recibimos señales ciertas de respuesta. Dispusimos en nuestro pequeño campo de pruebas toda clase de señales para invitar a un aterrizaje.

El 16 de diciembre del mismo año, a las cinco de la tarde, con inmensa alegría nuestra, una formación de 5 aparatos hizo su aparición sobre nosotros y, casi inmediatamente, el primero de la formación hizo contacto con la tierra mientras los otros cuatro volvieron a elevarse, manteniéndose a poca distancia e igual altura. La máquina, que emanaba un brillo fosforescente, fue opacándose rápidamente y en breves instantes se trocó en un color indefinido tendiente a marrón claro.

Lo primero que saltó a nuestra vista fue que la extraña máquina, completamente esférica, no era de superficie Usa, sino toda erizada de puntas, de unas seis pulgadas de largo, de un metal brillantísimo; además no estaba provista de turbinas como las nuestras, sino de una banda ecuatorial de superficie lisa y de unos 60 centímetros de ancho que podía girar en ambos sentidos. La esfera mediría unos 6,50 metros de diámetro.

Prestamente nos acercarnos al aparato y abriéndose una puertecita lateral descendieron por ella cuatro personas que nos saludaron con inclinación de cabeza y dieron paso inmediatamente al último de ellos que saltó a la vista ser el jefe. Nuestra primera impresión fue la de hallarnos ante personas superiores a nosotros. Su estatura era un poco superior a la mediana nuestra; medirían un metro y ochenta y cinco centímetros. El color de la piel blanco, pronunciadamente sonrosado, pelo corto, de un rubio claro y ojos de un celeste claro, sin ninguna señal de barba en el rostro, con un traje que daba la impresión de ser de una sola pieza y algo semejante a un overall de hule, que los protegía de los pies a la cabeza, inclusive las manos, terminando sus mangas en forma de guantes. No llevaban zapatos, el mismo traje terminaba en forma de botas con una capa más gruesa bajo los pies. Una especie de cofia, adherida al mismo traje y del mismo material, les cubría las cabezas, que descubrieron inmediatamente dejando caer para atrás las cofias. Pies y manos resaltaban más pequeños y finos en proporción a los nuestros. La frente espaciosa y más alta que la nuestra. El aspecto general, hermoso e imponente.

El primer contacto reveló inmediatamente amistad y simpatía por ambas partes. Les invitamos a pasar a uno de nuestros estudios, equipado al objeto con toda clase de mapas celestes, en particular del planetario solar, inclusive un globo de Marte.

La dificultad de comunicación quedó resuelta en parte por un sorprendente aparato, que reflejando las ondas eléctricas provocadas por nuestros cerebros, les revelaba nuestras ideas, que acompañadas por indicaciones en mapas y globos eran bastante sencillas: ¿provenían del planeta Marte?, ¿habían venido otras veces?, ¿estaba totalmente poblado el planeta Marte? ¿Convendrían en establecer contacto con nosotros?, ¿podrían indicarnos la construcción de sus aparatos?, ¿por qué fuerza eran impulsados? Sus respuestas fueron rápidas y, a pesar de ser transmitidas sólo por señales, pudimos entenderlas bien.

Otra sorpresa, si bien no la expresaron, era que resultaba claro por su modo de hacer señales, no ser la primera vez que se relacionaban con nuestros semejantes. Venían de Marte, que ellos llaman Loga.

Habían venido varias veces y trazaron en el mapa del Sistema Solar la trayectoria seguida para llegar a la Tierra (llamada por ellos Dogue) pasando y haciendo escala en la Luna (Minu) en donde ellos tenían bases.

 

Su planeta, que de aquí en adelante llamaremos también nosotros Loga, estaba habitado más que la Tierra. Respecto a nuestro globo representando a Loga, resultó claro parecerles una puerilidad.

Deseaban realmente establecer relaciones con nosotros, estudiar nuestro planeta y estaban dispuestos a darnos cuanta información quisiéramos respecto del suyo. Estaban prontos a darnos cuantos detalles quisiéramos de sus naves y deseaban vivamente conocer las nuestras. Ellos se valían únicamente de la energía solar.

Estábamos satisfechos. Su máquina receptora de ondas cerebrales les revelaba nuestra sinceridad, el deseo vehemente de relaciones amistosas y el fin único de servir al pacífico mejoramiento de los habitantes de nuestro planeta. Ofrecimos luego un refrigerio que aceptaron gustosos. Nos invitaron seguidamente a inspeccionar sus naves cuya sencillez y comodidad nos asombró. Había mucha semejanza con algunas de las nuestras, exceptuando quizás la mayor sencillez en sus controles. En lugar de turbinas para el arranque inicial, estaba dotada de la banda giratoria ecuatorial que le permitía tomar impulso vertical suavemente.

Acto seguido los llevamos a nuestro estudio taller para que examinaran nuestro último aparato, con el cual estábamos dispuestos a restituirles la visita. Mostraron vivo interés en todos los detalles. Expresaron satisfacción y manifestaron ser posible la realización de nuestro viaje. Trataron de hacemos algunas indicaciones de reformas. Aprovechamos entonces para invitarlos a quedar con nosotros, a lo cual contestaron con una franca aceptación asegurándonos que regresarían para ello.

Los acompañamos a su nave a la cual entraron con una última señal clara de “hasta luego». Cerrose herméticamente la puerta. El aparato comenzó a iluminarse exteriormente y se elevó. Inmediatamente se unieron en formación los otros cuatro y se alejaron rápidamente.

La entrevista había tenido más éxito del que podíamos esperar. Habría colaboración y entendimiento. Nos dimos a la tarea de preparar un sistema de señales luminosas y sonoras para lograrlo mejor. Por lo demás no debía ser difícil coordinar una lengua para mutua comprensión oral.

Por las pocas palabras que entre sí se habían cruzado podíamos deducir que su lenguaje estaba desprovisto de consonantes ásperas, guturales y vocales nasales o aspiradas, pudiéndose encuadrar fácilmente en nuestro grupo de idiomas neolatinos y especialmente italiano y español, o sea, consonantes y vocales de pronunciación clara y líquida, hecha más suave por sus dentaduras, de piezas más pequeñas y unidas que el común de las nuestras.

Segunda visita

Nuestros colegas de Marte habían demostrado sincera voluntad de cooperación y nos dimos a la inmediata tarea de realizar los últimos preparativos para traspasar la órbita de nuestras barreras terrestres.

Las naves no presentaban problemas respecto a velocidad y dirección. Los problemas que hoy debían resolverse eran los relativos a la resistencia a las grandes presiones o a la falta de ellas y la resistencia al recalentamiento por el roce inevitable con los elementos atmosféricos y estratosféricos.

En ambos sentidos habíamos dado pasos muy avanzados.

Respecto a lo primero se planeó una nave de triple coraza con dos cámaras aisladoras de vacío absoluto. El segundo problema lo resolvería un elemento que debería ser conductor perfecto de la electricidad al mismo tiempo que dotado de extraordinaria resistencia al calor. Se logró para la coraza externa una aleación que podría resistir 6.000 grados de calor en circunstancias corrientes y que cargado de electricidad se convertiría de una resistencia sin límites, convirtiéndose así en energía sólida, que al aumentar la velocidad aumentaría al mismo tiempo el poder de concentración energética. Las puntas de que estaba erizada la nave marciana nos encaminaron a la solución de varios problemas.

Exactamente un mes después de la primera, recibirnos la segunda visita de los mensajeros de Marte que esta vez se presentaron con seis máquinas, cinco de las cuales eran iguales a las primeras y la última de proporciones mucho más mayores y en forma de disco o trompo muy achatado.

Descendieron tres personas de cada una de las primeras cinco naves quienes acudieron a rodear el disco. Seguidamente abriéronse dos compuertas por las cuales descendieron veintiocho hombres. El jefe que nos visitara la primera vez, acompañado de otros dos, adelantándose hacia nosotros, nos brindó amable reverencia que nosotros, emocionados, restituimos atrayéndonos a ofrecer un efusivo apretón de manos que fue cordialmente correspondido. Nos guio seguidamente al enorme disco, indicándonos un abundante equipo destinado a nuestro campamento, preguntando adónde podría ser depositado. Señalado el lugar y con ayuda de nuestros hombres se procedió al desembarque. Desocupada la nave e invitados por ellos, practicamos una breve inspección en su interior. Saltaba a la vista la formidable robustez de su construcción, hecha sin embargo con materiales livianísimos.

No nos entretuvimos en esta inspección, pues la nave iba a permanecer allí con sus tripulantes que comprendían mecánicos, dos médicos, tres físicos, dos astrónomos, especialistas en ciencias políticas y religiosas, dos expertos en alimentación y tres técnicos que se dedicarían exclusivamente a la interpretación y adaptación del idioma.

En nuestro campamento se hablaban 22 idiomas; ninguno de ellos sin embargo resultaba de utilidad práctica para el caso, pues, a pesar de que el idioma de los visitantes tenía en fonética bastante semejanza con las lenguas neolatinas, ninguna semejanza prestaba en lo demás. Quien esto escribe, por poseer el dominio de 6 idiomas, integró la comisión que se encargaría de la interpretación y de establecer una posible coordinación de lenguaje para mutua facilidad de entendimiento.

Depositados equipos y equipajes, todo el personal visitante se reunió en dos grupos, 15 personas a la izquierda y 28 a la derecha del jefe, quien hizo la presentación de los segundos que permanecerían entre nosotros y refiriéndose a su planeta hizo entrega a nuestro jefe de un documento.

Extrajo de un rollo de oro finísimo una hoja, de treinta por treinta centímetros, de brillante metal blanco, del espesor de un papel nuestro corriente; la hoja metálica llevaba grabada en relieve, con letras de oro, una inscripción, encabezada a modo de escudo por un grabado, también en relieve, representando el sistema planetario solar. Dos meses después teníamos la traducción exacta del contenido:

Loga hermano universal del espacio inmenso rinde homenaje y amistad a Dogue en el deseo vehemente de unir a los seres todos, que viven en un solo espíritu, en el espíritu infinito, para gloria y paz eternas.

La firma la constituía un sello grabado en relieve representando un globo de Marte, el signo era exclusivo privilegio del jefe supremo. Se nos enviaba pues un mensaje especial en nombre de todos los habitantes del planeta, del cual se desprendían fantásticos conceptos.

¿Vivirían en perfecta unión, en hermandad universal, los habitantes de Marte y de los otros mundos? ¿Serían dirigidos o gobernados por un solo jefe? ¿Serían todos guiados por un solo principio religioso? ¿No existirían discriminaciones de razas? ¿No existen en las cartografías de Marte las insulsas líneas, llamadas fronteras, que marcan e imponen el odio entre sus habitantes?

Si esto fuera así: ¡qué papel más triste desempeñaría la Tierra en el consorcio de los mundos! ¡Qué negro su panorama! ¿No sería nuestro planeta un salvaje rebelde en la armonía universal?

Advertimos categóricamente que todos nosotros, dedicados sinceramente a la investigación, estamos hondamente imbuidos de la idea de la divinidad y del principio religioso universal. Las abrumadoras reflexiones a las que nos inducía todo cuanto estaba ocurriendo, confirmaron más y más nuestros sentimientos.

Terminado el breve acto, el personal que iba a permanecer en tierra correspondió al jefe y a sus acompañantes el saludo, levantando recto el brazo derecho hacia arriba, pasándolo luego hacia el frente, vertical al cuerpo, para tornarlo paralelo al mismo hacia abajo. El mismo saludo nos dirigió el jefe a nosotros, secundado por todos ellos y nosotros, instintivamente, a una, lo correspondimos. Se encaminaron luego a sus naves abordándolas inmediatamente. El jefe, que abordó por último su nave nos saludó nuevamente y ocupó su puesto. Los aparatos se elevaron uno por uno y desaparecieron a grandes alturas dirigiéndose hacia occidente. No regresarían a Marte, estábamos seguros, sino a su campamento terrestre: ¿a qué parte de la tierra? No lo sabíamos aún.

Los marcianos que quedaron, dirigiéndose a su disco (pues pasarían a bordo las primeras noches y parte del día para su ambientación y adaptación), ocuparon definitivamente el edificio a ellos destinado y previamente acondicionado a los cuatro días.

El objeto obvio de su visita era una mutua comunicación y el intercambio de conocimientos científicos, técnicos y culturales.

Cada comisión se dio inmediatamente a su tarea con el mayor ahínco siendo la más ardua, al principio, la que tuve el honor de presidir y dedicada al lenguaje.

Diez días más tarde ya poseía nuestra comisión una idea clara del nuevo idioma y sus principales acepciones. Guiados por un programa bien definido nos circunscribirnos a lo esencialmente necesario para el mutuo entendimiento en el desarrollo del mismo programa que era bien preciso. Objetivos primordiales:

1º.- Adaptar nuestros aparatos para el viaje proyectado.

2º.- Intercambio de conocimientos geográficos de ambos planetas.

3º.- Intercambio de conocimientos cosmográficos del sistema solar.

4º.- Estudio de la constitución física del cuerpo humano para su adaptación en los dos medios planetarios.

Primeros conocimientos:

La energía solar puede convertirse en un sin número de aplicaciones análogamente a lo que nosotros hacemos con la electricidad que, al fin, es la misma cosa. Los marcianos hacen uso casi exclusivamente de esa energía, cuya acumulación obtienen de un modo maravilloso de los rayos solares. Es sorprendente la solidez, estado compacto y enorme capacidad de acumulación que adquieren ciertos elementos metálicos al ser tratados, en estado líquido durante la fundición, por un voltaje elevado de electricidad que deja el metal casi en estado híbrido con asombrosa sensibilidad a la energía. Así fueron reformándose las corazas de nuestras naves.

Buenas sorpresas recibimos en asuntos geográficos, pues mientras ellos conocían la tierra casi tan bien como nosotros, nosotros en cambio, nada sabíamos de Marte. Poseían de la Tierra mapas muy detallados, lo que indicaba que se había llevado a cabo una seria exploración de la misma. Era cierto; y nos enteramos de datos sorprendentes. Los marcianos estaban explorando sistemáticamente nuestro planeta desde el tiempo de la primera guerra mundial, habiendo llegado por primera vez en agosto de 1917 (nos referimos aquí a sus visitas y expediciones sistemáticas porque sus visitas eventuales a nuestro planeta datan de más de dos mal años). Su primer viaje, realizado con cuatro naves, había sido fatal porque sólo dos pudieron regresar, pero con suficiente experiencia para los siguientes. Hasta mayo de 1936 no se realizó la segunda expedición con éxito completo.

Repetidas veces se habrían percibido señales en Marte cuando Marconi en sus experimentos lanzaba poderosas ondas dirigidas a otros planetas. Desde entonces los viajes a la Tierra se multiplicaron.

La última guerra mundial, de la cual se dieron cuenta cabal, los disuadió de buscar un entendimiento; había demasiado desacuerdo, demasiada saña, demasiado odio entre los hombres. ¿Serían tergiversadas sus buenas intenciones?

Al término de la guerra se reanudaron sus viajes de exploración. Por cierto que en uno de esos viajes había ocurrido un serio incidente al no poder evitar a tiempo el demasiado acercamiento de un aparato terrestre, el cual, provocando una tremenda descarga eléctrica, literalmente se pulverizó. Lo anterior nos confirma que conociendo la Tierra, ésta no era confiable.

Unos treinta marcianos habían sido depositados en tierra, haciéndolo en diversas partes. Un marciano, confundido en una gran ciudad, puede pasar desapercibido. Así es como se conoce en Marte a Washington, Nueva York, Roma, Londres, París, y se conoce algo de sus idiomas. Persiguiéndose por ellos siempre el fin de un entendimiento, trataron esos visitantes de captar una clara idea del estado psicológico de la humanidad. El cuadro, sin embargo, siempre se presentó oscuro. Por eso no costó lograr convencerlos a establecer contacto con nosotros. Pero ya nos habíamos comprendido y perseguíamos el mismo objetivo.

Cosmográficamente pudimos hacer un mejor aporte, si bien nos aventajan en mucho sus instrumentos de observación, mucho más perfectos y porque varios planetas, y ellos conocen tres más que nosotros, habían recibido su visita.

Respecto a la adaptación vital de unos y otros no se presentaban problemas mayores como nosotros suponíamos. En Marte la temperatura es muy inferior a la media terrestre, sin embargo hay muchas regiones terrestres habitadas con temperaturas muy parecidas a la media del planeta amigo. La temperatura media de Marte podría corresponder a la nuestra de diez grados centígrados, sin embargo, por diversas razones de orden atmosférico y geológico, los efectos no son idénticos. Sobre los habitantes de Marte nuestro clima es oprimente por su atmósfera más pesada.

Los terrícolas en cambio experimentarán en Marte la sensación de quien se halla a una altura de seis mil metros sobre el nivel del mar. Estando ubicados nuestros estudios en una región andina a cuatro mil metros sobre el nivel del mar y a una temperatura media de dos grados centígrados se comprenderá la fácil adaptación de los marcianos. Una permanencia larga en regiones menos elevadas o a nivel del mar causará trastornos en el organismo de los marcianos por la subida presión atmosférica, al igual que sufriríamos nosotros en regiones elevadas de Marte por la razón inversa. Las enormes variantes durante el trayecto serían salvadas por una conveniente adaptación del interior de las naves, prescindiendo por completo de los absurdos equipos personales como los que se estilan en las naves aeronáuticas y supersónicas corrientes. Mediante una conveniente adaptación del interior contaríamos durante todo el viaje con oxígeno, temperatura presión adecuados.

La alimentación no constituiría tampoco un serio problema. Los marcianos traían consigo una fuerte reserva alimenticia en forma de comprimidos, fabricados casi todos de cereales, muchos de los cuales se cultivan allá. Sin embargo poco uso tuvieron que hacer de esas reservas

Pues, nuestra alimentación resultó para ellos muy satisfactoria.

¡Atención, habitantes de la Tierra!:

Era realmente sincero el interés de los marcianos en el establecimiento de relaciones sólidas con nosotros, prodigando además sus conocimientos técnicos y científicos sin ninguna reserva, revelando un celo semejante al de apóstoles de un credo. Nosotros comprendimos claramente los móviles y aspiraciones de los marcianos; son seres sumamente adelantados científicamente y al mismo tiempo poseídos de un alto espíritu idealista, misioneros de una idea universal.

La formación y constitución de los mundos dan a sus sistemas teórico, filosófico, científico y religioso una cohesión de solidez granítica, de conclusiones claras, sólidamente fundadas, que dirigen la investigación por un camino bien determinado. El universo entero (nuestro macrocosmos), es una realidad bien definida. Sus componentes son así mismo realidades tan definidas como lo son las diversas partes de esos componentes. Las leyes exactas que gobiernan y singularizan el átomo de cada molécula, la molécula y la célula de cada organismo y los organismos de cada cuerpo, son idénticas a las que en el espacio relacionan el satélite con el planeta, el planeta con el astro y el astro con el universo.

La ley constitutiva del microcosmos, el átomo, es la que constituye el macrocosmos, el universo. ¿Cómo podría llegar la humanidad a la resolución certera de tantos problemas que le obstruyen el paso a la luz, mientras para unos el mundo tiene un origen, para otros es muy distinto? Para unos Dios es realidad, para otros, ficción. En la misma investigación científica los principios de partida son distintos. Esto no producirá más que un caos del cual la humanidad no logrará nunca resultados de avance real.

En Marte se logró el establecimiento de principios bien definidos, verdades inmutables y no tergiversadas; eso los ha conducido al grado de perfección que los enaltece.

Si un mismo principio sostenido por unos, es rechazado por otros relegará forzosamente a unos u otros al error; conducirá rápidamente a unos hacia la verdad y sumirá a otros en mayor confusión.

En la tierra divagamos aún en absurdas elucubraciones respecto al origen de la materia y de la vida. ¿Cómo podremos dar un paso positivo hacia la determinación de ciertos principios, la positividad de ciertas leyes, y tras esos básicos baluartes avanzar con firmeza si lo que hoy tenemos como seguro pedestal mañana resulta deleznable y es suplantado por otra teoría a su vez incierta? ¿Cómo podremos establecer principios religiosos, científicos y ni aún políticos y sociales si fijamos como base de nuestro mundo una absurda teoría de evolución materialista? ¿Ha producido una causa inferior efectos superiores alguna vez? Y aún en el campo de la experiencia, ni los elementos primarios han dado un paso, no digamos al perfeccionamiento, pero ni siquiera a una mínima transmutación. Jamás el oro se ha trocado en plata, ni el hierro en plomo, ni el hidrógeno en oxígeno. Mucho menos se han hallado vestigios del cambio de un mineral en vegetal, del vegetal en animal, o del irracional en ser inteligente. Pero ni de una especie a otra se ha logrado el paso y los esfuerzos en ese intento han dado por resultados únicamente pequeñas variantes o monstruos accidentales o artificiosos. Y si no lo ha logrado la ciencia con todos sus esfuerzos ¿Cómo lo habrá podido efectuar la naturaleza que en su estado primario el evolucionista la considera materia ciega e ignorante? Si la ciencia precediera en su ascenso partiendo de un principio axiomático y gradualmente avanzara a un segundo paso que fijara inconmovible base para un tercero tendríamos en la escala del progreso peldaños firmes que conducirían a una meta de alcances indefinidos. Pero si el primer peldaño de esa escala descansa en falso, todo serán elucubraciones faltas de lógica y sentido.

Ocurre con frecuencia a la humanidad lo que al cirujano en el campo de la medicina. Una operación quirúrgica, basada en un falso diagnóstico, concluirá en una herida fatal y a veces en un homicidio. Muchas cosas hace la humanidad que son ridículas y, a veces, fatales. Es encomiable el esfuerzo humano, por ejemplo, en el campo del transporte pero, ¿compensan las ventajas al enorme promedio de destrozos que ello ocasiona? Un país podrá ofrecer un automóvil a cada habitante, pero para ello: ¿cuántos millones de toneladas de materia prima extraemos de la tierra? El peso de nuestro planeta es definido ¿soportará este peso una mengua indefinida? ¿A qué cataclismo llevamos nuestro planeta? ¿A qué consecuencia nos llevará la desintegración atómica? Invertimos millones de unidades de energía humana, millones de toneladas de materia prima para aniquilar materia y obtener como consecuencia sólo destrucción. Habrá de producirse en nuestro planeta un desequilibrio tal que afectará forzosamente, por la ley de compensación, el equilibrio de los otros planetas de nuestro sistema. Dejemos pues de destrozar y enervar nuestro planeta y aprovechemos la maravillosa energía que transporta los astros y gobierna el universo.

Por todo esto los marcianos tenían interés en llevarnos a conocer su casa, su gobierno, su vida y sus progresos.