La última Enseñanza del Budha

La última Enseñanza del Budha

La última Enseñanza del Budha se dio en el Bosque de Salas, donde el Budha predicó por última vez.

La última Enseñanza del Budha

Discípulos míos, pensad que lleváis dentro de vosotros la luz: depended de vosotros mismos y no de otros. Haced de mi enseñanza vuestra luz, confiad en ella y no en ninguna otra.

Considerad vuestro cuerpo.

Pensando en su impureza, no os ahoguéis en sus deseos.

Pensad que tanto como el dolor, el placer es también origen del sufrimiento y no os inclinéis a él.

Considerad vuestra alma.

Pensad que existe dentro del Ego.

Si hacéis así, podréis desprenderos de todos los sufrimientos.

Si aún después de mi muerte seguís estas enseñanzas, seréis realmente mis verdaderos discípulos.

De la Continuidad de Propósitos.

Discípulos míos: siempre obedeced, considerad y practicad todas las enseñanzas que he venido predicando a vosotros hasta hoy, y nunca las dejéis.

Si actuáis de acuerdo con ellas, siempre estaréis llenos de felicidad.

Sed dueños de vuestra alma.

El alma hace del hombre un Buda.

Perdida el alma, el hombre se convierte en un demonio.

Cuando la tiene iluminada, se transforma en Buda.

Todo es obra del alma, y por eso esforzaos en no desviaros del camino.

Del Comportamiento.

Discípulos míos: siguiendo mis enseñanzas, sed cordiales, respetaos el uno al otro y no originéis disputas.

Estad en armonía como la leche en el agua en un recipiente, y no os rechacéis como el agua y el aceite.

Aprended juntos, practicad juntos con mis enseñanzas, gozad juntamente de la alegría del camino.

No ocupéis la mente con necedades y no malgastéis el tiempo en cosas vanas.

Recoged la flor de la iluminación y segad los frutos del recto camino.

Discípulos míos: la enseñanza que os predico la logré siguiendo yo mismo el camino.

Seguid esta enseñanza y actuad de acuerdo con ella.

Por lo mismo, el que no sigue mis enseñanzas, aunque me encuentre no me ve, está lejos de mi, aunque esté junto a mí.

Así, el que hiciere mis enseñanzas, aunque lejos, estará conmigo.

La hora de la separación.

Discípulos míos: ya se acerca mi fin, la hora de la separación ya se acerca, pero no lo lamentéis.

La vida es transitoria, todo lo que nace muere.

Ahora mi cuerpo se derrumba, como un carro de madera podrida: con mi propia muerte os demuestro lo transitorio de la vida.

No os entristezcáis en vano, maravillaos de esta ley de la mutabilidad y abrid bien los ojos a la realidad del mundo humano.

Es imposible pretender eternizar algo que está sujeto a los cambios.

Del Demonio de los Deseos.

Discípulos míos: el demonio de los deseos (el yo pluralizado que todos llevamos dentro), está siempre buscando la oportunidad para haceros caer.

Si en vuestra habitación viviera una víbora, de seguro no podríais dormir tranquilos hasta que no la echarais fuera.

Tenéis que expulsar el demonio de los deseos (el yo, el ego), tenéis que arrojar la víbora.

Ya se acerca mi fin: os recomiendo que cuidéis respetuosamente vuestra alma.

Discípulos míos: llega la hora de mi fin, pero no olvidéis que esta muerte es la muerte de la carne.

El cuerpo nace de los padres y se mantienen con los alimentos.

Por ello, es inevitable que se enferme, se deteriore o perezca.

El Buda no es carne, es la iluminación.

El cuerpo humano debe desvanecerse, pero la sabiduría de la iluminación seguirá viviendo eternamente en la verdad y en la práctica de la enseñanza.

Por eso, el que mira mi cuerpo no es el que me ve: tan sólo el que acepta mi enseñanza, me verá.

Después de mi muerte, mis enseñanzas serán vuestro maestro. Conservadlas y me seréis fieles.

Discípulos míos: en estos 45 años de mi vida, prediqué todo lo que hube de predicar.

No queda en mí ningún secreto, todo fue dicho clara y abiertamente, y he terminado.

Discípulos míos: este es mi fin.

Ahora entro en la quietud del Nirvana.

Esta es mi última enseñanza.