Goethe nació el 28 de agosto de 1749 en Frankfurt del Main, hijo de un funcionario del gobierno, creció en una Alemania dominada por los prejuicios religiosos de la reforma protestante y atrasada respecto al resto de Europa, donde los intelectuales abogaban por el poder de la inteligencia para descubrir las últimas verdades.
De 1765 a 1768 estudió Derecho en la Universidad de Leipzig. Allí comenzó a padecer de una curiosa enfermedad que le hacía vomitar sangre, volvió a Frankfurt, y aconsejado por un familiar visitó a un tal doctor Metz, versado en la medicina de Paracelso y en la tradición de Rosacruz.
Éste logró curarle administrándole curiosos remedios, que lo inspiraron, durante la convalecencia, a estudiar ocultismo, astrología, filosofía y alquimia.
El tratado de alquimia medieval llamado «Aurea catena Homeri» pasa a ser su libro de cabecera y comienza a esbozar sus futuros trabajos científicos sobre las plantas y los colores. Estudia entre otros a Paracelso, Cornelius Agrippa y Giordano Bruno.
Ante la insistencia de su padre, de 1770 a 1771 se instala en Estrasburgo para continuar con sus estudios de Derecho. Su viejo amigo Metz le facilita el ingreso a la comunidad de los Hernhuter, sociedad pietista basada en la obra del alquimista Jacob Böehme y en las ideas de Spinoza.
Goethe se introdujo en el misticismo religioso, además profundizó en los estudios de música, arte, anatomía y química.
Goethe, después de graduarse en Derecho y volver a Frankfurt para ejercerlo, se dedicó a escribir. En 1775, Carlos Augusto, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, invitó a Goethe a vivir y trabajar en Weimar, su capital, que entonces era uno de los centros intelectuales y literarios de Alemania.
Desde 1775 y hasta su muerte, Goethe fijó aquí su residencia. Los primeros diez años de este contacto con la corte de Weimar fueron para él un periodo de desarrollo intelectual más que de producción literaria. Hacia 1780 comenzó sus estudios sobre óptica, biología y palenteología.
La experiencia en la administración pública, que incluyó destinos en cargos importantes del gobierno de Weimar, así como un periodo de consejero privado, le dio a Goethe un amplio conocimiento de los asuntos prácticos.
Además continuó sus trabajos científicos, estudiando mineralogía, geología y osteología (el estudio de los huesos). Es muy probable que para esta época Goethe se iniciara en los rituales rosacrucianos. Existen documentos que prueban que fue iniciado en 1780 en la logia masónica Amalia y que con el tiempo alcanzó el máximo grado: el 33.
El contacto de Goethe con el esoterismo se canaliza a través de su obra maestra «Fausto», la cual se inspira en el personaje legendario de Fausto (protagonista de una leyenda germánica que pacta con el demonio para conseguir la juventud o la sabiduría) para pintar, en un gran poema dramático, el hombre eternamente dividido entre el bien y el mal.
Este drama refleja todas las pruebas por las que ha de pasar un iniciado. La leyenda fáustica popular era para Goethe una versión más de la eterna aventura humana en búsqueda de su propia identidad.
El periodo desde 1805 hasta su muerte en Weimar, el 22 de marzo de 1832, fue para Goethe muy productivo. En 1806 se casó con Christiane Vulpius. Los disturbios de la Revolución Francesa y las sucesivas campañas de las Guerras Napoleónicas no interrumpieron seriamente sus trabajos científicos y literarios.
No se opuso a la guerra de liberación (1813-1815) llevada a cabo por los estados germánicos contra Napoleón, pero permaneció alejado de los esfuerzos patrióticos para unificar las distintas partes de Alemania en una sola nación.
Goethe, hacia el final de su vida confesó a su secretario Eckermann, que el núcleo esencial de su obra «Fausto» está encerrado en un solo verso:
«Quien siempre aspira y se afana por superarse, a ése le podemos salvar»
(Fausto II).