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Pranayama

Pranayama

(Extraída de “El Medico del Tíbet” de Twesday Lobsang Rampa)

Mi guía, el lama Mingyar Dondup, me enseñó la ciencia de respirar después de haberme sorprendido un día en lo alto de la colina, casi sin aliento y agotado.

 -Lobsang, Lobsang -me dijo- ¿qué has estado haciendo para llegar a este estado lamentable?

 -Honorable maestro -dije con voz entrecortada- quise subir la colina en zancos.

 Me miró con tristeza y sacudió la cabeza con aire de resignación. Suspiró y me hizo señas para que me sentara. Reinó el silencio durante un largo rato… silencio, excepto por mi respiración jadeante que, poco a poco, volvió a la normalidad.

 Había caminado con zancos cerca del Camino de Linghor, jactándome ante los peligros… jactándome de que los monjes de Chakpori podían caminar con zancos, mejor y más lejos que cualquier otra persona de Lhasa. Para probarlo de modo concluyente, había dado la vuelta y me había echado a correr colina arriba sobre los zancos. En cuanto doblé el primer recodo y los peregrinos no pudieron verme, me eché al suelo completamente agotado y, al poco rato, llegó mi Guía y me vio en aquel estado lamentable.

 -Lobsang, ya es hora que aprendas algo más. Ya has jugado bastante. Ahora, como lo has demostrado claramente, necesitas que te instruya en la ciencia de respirar con corrección. Ven conmigo. Veremos que se puede hacer para remediar este estado de cosas.

 Se puso de pie e inició la marcha colina arriba. Yo me levanté de mala gana, recogí los zancos que estaban en el suelo y lo seguí. El lama caminaba con facilidad, parecía deslizarse. En sus movimientos no se advertía el menor esfuerzo y yo, que era muchos años más joven, me arrastraba detrás de él, jadeando como un perro en un día de verano.

 En lo alto de la colina, nos volvimos para entrar en el lamasterio y seguí a mi Guía hasta su cuarto. Nos sentamos en el suelo, como de costumbre, y el lama pidió el inevitable té, sin el cual ningún tibetano puede conversar seriamente. Guardamos silencio mientras los monjes de servicio nos trajeron té y tsampa. Cuando se retiraron, el lama sirvió el té y me dio las primeras instrucciones en el arte de respirar, instrucciones que me resultaron invalorables en el campamento de prisioneros.

 -Estás jadeando como un viejo, Lobsang -me dijo-. Pronto te enseñaré a vencer eso, pues nadie debe afanarse tanto en lo que es un suceso común, natural y cotidiano. Muchísima gente no sabe respirar. Creen que alcanza con aspirar una cantidad de aire, expelerla y aspirar otra.

 -Pero, Honorable Lama -repliqué-. Respiré bastante bien durante nueve años o más. ¿De qué otra manera puedo hacerlo, que no sea la que utilicé todo este tiempo?

 -Lobsang, debes recordar que la respiración es realmente la fuente de la vida. Puedes caminar, puedes correr. Pero si no respiras, no puedes hacer nada de eso. Debes aprender un nuevo sistema y antes que nada debes tener una medida de tiempo para respirar, porque mientras no conozcas esa medida no tienes cómo distribuir las varias veces que respiras en un tiempo determinado; respiramos a distinta velocidad, según lo que nos proponemos hacer. Me tomó la muñeca derecha y señaló un punto en ella.

 -Tómate el pulso. Su ritmo es: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Pon la mano en tu pulso, siéntelo, y comprenderás lo que quiero decir.

 Le obedecí. Apoyé un dedo en la muñeca izquierda y sentí que la velocidad de mi pulso era tal como él me la había señalado: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Miré a mi Guía y él continuó:

 -Si pensaras un poco, verás que aspiras aire mientras tu corazón late seis veces. Pero eso no es bastante bueno. Tendrás que cambiar la manera de respirar. Dentro de un rato veremos cómo podrás hacerlo.

Hizo una pausa, me miró y añadió:

 -Sabes una cosa, Lobsang… te he observado mientras juegas con los otros muchachos. Se cansan horriblemente porque no saben respirar. Creen que mientras aspiren aire y exhalen aire, ya respiran. No podrían hacerlo peor. Hay cuatro métodos principales de respirar: vamos a examinarlos y veremos qué nos ofrecen, qué son. El primer método es muy ineficaz. Se conoce como respiración superior porque en este sistema sólo se usan la parte superior del pecho y los pulmones; ésa, como debes saber, es la parte más pequeña de nuestra capacidad pulmonar, de modo que cuando se practica la respiración superior entra muy poco aire en los pulmones y en cambio se conserva una cantidad de aire viciado en la parte más profunda. Ves, cuando respiras sólo se mueve la parte superior de tu pecho. La parte inferior y el abdomen están inmóvil y eso es muy malo. Olvídate de la respiración superior, Lobsang, porque es completamente inútil. Es la forma peor de respirar y debemos abandonarla por otras.

 Hizo una pausa, se volvió a mirarme y dijo:

-Mira, ésta es la respiración superior. Mira la posición forzada que tengo que adoptar. Por ésta, como descubrirás más tarde, es la respiración que practican la mayoría de los occidentales, la mayoría de las gentes fuera de Tíbet y de India. Los obliga a pensar de una manera muy poco clara y a ser mentalmente letárgicos.

 Lo miré boquiabierto de asombro. Jamás había imaginado que respirara fuera algo tan complicado. Siempre había creído hacerlo bastante bien y resulta que estaba completamente equivocado.

 – Lobsang, no me estás prestando bastante atención. Ahora vamos a ver cuál es el segundo sistema. Se conoce como respiración media. Tampoco es muy correcta. No vale la pena que entremos en detalles, porque no quiero que la emplees; pero cuando llegues a Occidente, oirás que la gente la menciona como la respiración de diafragma, porque este músculo permanece inmóvil. El tercer sistema es el de la respiración inferior. Si bien es, posiblemente, algo mejor que los dos anteriores, tampoco es correcto. Hay quienes lo llaman respiración abdominal. En este sistema los pulmones no se llenan completamente de aire, éste no se reemplaza en su totalidad y tenemos otra vez aire viciado, mala respiración y enfermedad. De modo que no tienes que respirar según estos sistemas, si no hacer lo mismo que yo y los lamas: debes respirar según el sistema de Respiración Completa. Así es como debes hacerlo.

 – ¡Ah! -pensé- ahora llegamos al fondo del asunto, ahora voy a aprender algo; ¿para qué me contó todo lo anterior si después me dijo que no servía?

 – Lo hice, Lobsang -dijo mi Guía, que evidentemente me leía el pensamiento-, porque debes conocer los defectos y las virtudes. Sin duda habrás advertido, desde que estás en Chakpori -continuó diciendo mi Guía, el lama Mingyar Dondup- que insistamos en la importancia de tener la boca cerrada. No lo hacemos sólo para evitar que digan mentiras, sino para que todos respiren por la nariz. Si respiras por la boca, pierdes la ventaja de los filtros de aire de la nariz del sistema de control de la temperatura que tiene el organismo. Por otra parte, si persistes en respirar por la boca, finalmente se te tapa la nariz y sufres de catarro, sientes la cabeza pesada y todos los inconvenientes que lo acompañan.

 Me sentí culpable cuando advertí que lo estaba mirando con la boca abierta. La cerré con tanta prisa y tanto ruido que vi en sus ojos un relámpago de risa, aunque no me dijo nada.

 -La nariz es muy importante y debemos mantenerla limpia. Si se te ensucian las fosas nasales, inhala un poco de agua por la nariz y deja que te corra por la garganta, para escupirla. Pero nunca, nunca respires por la boca, hazlo siempre por la nariz. Tal vez convenga usar agua tibia pues el agua fría te hará estornudar.

 Se volvió y tocó la campana que estaba a su lado. Entró un sirviente que volvió a llenar la tetera y trajo más tsampa. Hizo una reverencia y se retiró. Al cabo de unos minutos, el lama Mingyar Dondup, reanudó su discurso.

 -Ahora, Lobsang, vamos a estudiar el verdadero método de respiración, el método que ha permitido prolongar considerablemente la vida a muchos lamas de Tíbet. Vamos a estudiar la Respiración Completa. Como el nombre lo indica, abarca los otros tres sistemas, el de respiración superior, media e inferior, de modo que los pulmones se llenan realmente de aire, y por lo tanto la sangre se purifica y se llena de fuerza vital. Es un sistema muy fácil. Tienes que sentarte o estar de pie en una posición cómoda y respirar por la nariz. Hace unos momentos, Lobsang, te vi completamente inclinado hacia adelante, agachado, y no puedes respirar como es debido en esa posición. Debes mantener la columna vertebral bien derecha. Ese es todo el secreto de respirar correctamente.

 Me miró y suspiró, pero el brillo de sus ojos desmintió la profundidad del suspiro. Después se puso de pie, se acercó a mí, me puso las manos debajo de los codos y me levantó de modo que quedé sentado muy derecho.

 -Así es como debes sentarte, Lobsang, con la columna vertebral derecha, con el abdomen perfectamente controlado y los brazos a los costados. Ahora siéntate así. Ensancha el pecho, hacia afuera y después baja el diafragma para que el abdomen inferior también sobresalga. De esa manera harás una respiración completa. No hay nada de magia en todo esto, Lobsang. Es una manera de respirar común y sensata. Debes aspirar todo el aire que puedas, después tienes que expelerlo y reemplazarlo. Por el momento, esto te puede parecer complicado, puedes creer que es demasiado difícil, que no vale la pena, pero sí vale la pena, Lobsang. Crees que no porque eres letárgico, porque últimamente respiras con descuido; debes tener disciplina para respirar.

 Respiré como me indicó y, ante mi gran asombro, descubrí que era muy fácil. Advertí que al principio la cabeza me daba vueltas, después fue todavía más fácil. Veía los colores con más claridad y a los pocos minutos me sentí mejor.

 -Todos los días te daré algunos ejercicios respiratorios, Lobsang, y te ruego que los cumplas. Vale la pena. Ya no volverás a quedarte sin aliento. Esa pequeña caminata cuesta arriba te dejó jadeante, pero yo, que soy muchos años mayor que tú, la hice sin el menor esfuerzo.

 Volvió a sentarse y me observó mientras respiraba según me había indicado. Aun en esa etapa inicial, advertí cuánta razón tenía. Después, mi Guía siguió hablando.

 -El único propósito de la respiración, sea cual fuere el sistema adoptado, es aspirar la mayor cantidad posible de aire y distribuirlo en el cuerpo de otra manera, de una manera que nosotros llamamos prana. Esa es la fuerza vital misma. Esa prana es la fuerza que hace mover al hombre, que activa a todos los seres vivientes, las plantas, los animales, el hombre; hasta los peces tienen que extraer el oxígeno del agua y convertirlo en prana. Sin embargo, ahora tenemos que ver cómo respiras, Lobsang. Aspira lentamente. Descubrirás que hay varias maneras de aspirar, contener la respiración y exhalar, que cumplen varias misiones, tal como limpiar, vitalizar, etc. Tal vez la forma general de respirar más importante, sea la que llamamos la respiración de limpieza. Ahora mismo te la voy a enseñar, porque quiero que la practiques todos los días, al despertar y antes de dormir, y al comienzo y al fin de cada ejercicio.

 Yo había seguido atentamente sus instrucciones. Conocía muy bien el poder de aquellos altos lamas que podían deslizarse por la tierra con más rapidez que un caballo al galope y que llegaban a destino serenos, sin la menor fatiga. Decidí que mucho antes de llegar al estado de lama -pues en esa época no era más que un acólito- dominaría la ciencia de respirar. Mi Guía, el lama Mingyar Dondup, continuó hablando:

 -Ahora, Lobsang, veremos esta respiración de limpieza. Aspira profundamente, haz tres respiraciones completas. No por favor, no esas aspiraciones cortitas. Tienes que aspirar profundamente, todo lo más profundamente que puedas; llena los pulmones, levanta el pecho y llénate de aire. Eso, eso. Ahora en la tercera aspiración, debes retener ese aire unos cuantos segundos, junta los labios como si fueras a silbar, pero no hinches las mejillas. Sopla un poco de aire por la abertura de los labios, con todo el vigor que puedas. Sopla con fuerza, suelta el aire. Después, detente un segundo, retiene el aire que queda. Sopla otro poco, siempre con el mayor vigor. Detente otro segundo y luego sopla el aire restante de modo que no quede nada en tus pulmones. Sopla con toda la fuerza que puedas. Recuerda que, en este caso, debes exhalar con el mayor vigor por la abertura de los labios. Dime la verdad ¿no te parece extraordinariamente refrescante?

 Tuve que darle la razón. Me había parecido un poco tonto eso de soplar y soplar; pero, después de hacerlo varias veces, advertí un hormigueo de energía y me sentí mejor que nunca. Me inflé, resoplé y ensanché el pecho. De pronto, sentí que la cabeza me daba vueltas. Me pareció que cada vez era más liviano. En medio de la bruma oí a mi Guía:

 – ¡Lobsang, Lobsang, basta! No debes respirar de esa manera. Respira como te indiqué. No hagas experimentos, pues es peligroso. Ahora te has intoxicado por respirar de esa manera incorrecta, con demasiada prisa. Practica únicamente como yo te indico, pues tengo experiencia. Después podrás hacer todos los experimentos que quieras. Pero ten en cuenta esto. Lobsang: advierte siempre a quienes enseñes a respirar que sigan cuidadosamente los ejercicios, que no hagan experimentos. Diles que nunca deben experimentar con distintos ritmos de aspiraciones, a menos que los acompañe un maestro competente; pues experimentar con la respiración puede ser muy peligroso. Seguir los ejercicios es seguro, sano y los que respiran según las instrucciones no pueden experimentar ningún daño.